martes, 30 de mayo de 2017

Del fatalismo y la racionalidad

… si no cometieran errores, no serían humanos y, por ende, hace rato que esta desgracia habría terminado.
Pareciera que en el universo opositor, que es amplio, algunas voces apuran su discurso para descalificar y, en todo caso, augurar fracasos de la MUD. Con tediosa tozudez, no ceden su empeño por comparar a Venezuela con Cuba y de repetir, hasta aburrir, que vamos hacia ese desatinado destino. Que no se avizora en el corto plazo una salida a este desacierto histórico.
No voy a afirmar que el liderazgo opositor no ha errado antes. Pero, vale decir, si no cometieran errores, no serían humanos y, por ende, hace rato que esta desgracia habría terminado. Sin embargo, son hijos de Dios, como cualquiera. Cabe indicar, no obstante, que innumerables analistas muy respetables concuerdan sobre la agonía del régimen de Maduro y del trabajo que ha venido realizando el liderazgo opositor en la defensa de la democracia venezolana.  
María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma tenían razón en el 2014. Su argumento, desde un punto de vista filosófico, era válido. Respondía a la esencia de un régimen autocrático. Sin embargo, en ese momento, resultó desacertado. No había entonces el apoyo internacional que hoy nutre y vigoriza a la MUD. Podría decirse que tuvieron razón en el fondo, e incluso en el medio; pero equivocaron el momento.
A partir del 2015, cuando la impopularidad de Maduro se robusteció, y el electorado prefirió apoyar con su voto a la MUD en las elecciones parlamentarias de ese año, la élite chavista no vaciló para manipular a las instituciones – a los hombres leales que había colocado ahí con ese perverso propósito – e ir desarticulando más allá del Poder Legislativo, a la democracia venezolana para transitar hacia un modelo comunista. Hoy por hoy, nadie duda para tildar de dictador a Nicolás Maduro.
El sucesor de Chávez destruyó la ceguera popular que sobre esta revolución logró crear el caudillo barinés. Según lo refieren las encuestas, 85 % de la ciudadanía rechaza a Nicolás Maduro y lo responsabiliza por la precariedad imperante. Del chavismo duro, ya apenas resta un 7 %, y otrora funcionarios chavistas se han ido sumando a las críticas que sobre la constituyente sectorial se han hecho desde diversos estrados, propuesta que, dicho sea de paso, cuenta con un rotundo 70 % de rechazo. Esos números son demoledores.
Fernando Mires escribió recién que los escenarios van construyéndose. Que la dinámica de los sucesos impide asegurar un curso determinado. En este momento, sin embargo, la MUD cuenta con mejores recursos para imponer su agenda. Al gobierno le va quedando tan solo reprimir e ir apartándose cada vez más – y con mayor descaro – del orden constitucional. Hay que decirlo, no lo hace porque puede hacerlo, sino porque carece de otras opciones. No obstante, la relación costo-beneficio se está haciendo insostenible para el Psuv, y es muy probable que más temprano que tarde, abandone a la élite, como en efecto, parece estar ocurriendo.

No voy a augurar caídas, porque, ya lo dijo Mires, la dinámica de los eventos puede dar un giro inesperado; pero la MUD luce fortalecida dentro y fuera del país. Además, el hastío popular es un combustible muy peligroso, que de estallar, obligaría a la Fuerza Armada a reprimir con mucho más saña de la que ya ha mostrado. Si Sebastiana Barráez no yerra en sus apreciaciones, ya el descontento dentro de los cuarteles sugiere la posibilidad cada vez más plausible de un pronunciamiento, que, no dudo, lo encabezaría el propio ministro Padrino, como ya lo hizo antes el general Lucas Rincón Romero, arrinconado por un ejército asqueado.  

lunes, 22 de mayo de 2017

Tiempos extraordinarios

El grave error de los líderes es confundir la necesaria guía con las odiosas órdenes. La sociedad no es un matacán ni son los ciudadanos, soldados.
Sé que muchos van a criticar estas palabras. Algunos incluso lo harán ofensivamente. Sin embargo, debo decirlo, no son estos tiempos ordinarios. Un importante número de personas, entre ellas intelectuales de renombre, plantean frases que más allá de ser estribillos sonoros, no responden a las necesidades de una ciudadanía desesperada. Para algunos analistas, cuyos ingresos mensuales les permiten campear la escasez con la comodidad que otros no, hay que seguir los lineamientos pautados por la MUD, «porque ellos lo están haciendo muy bien». No se trata del desempeño de un empleado. Soberbios y creídos de sí mismo, desdeñan las penurias de quienes el futuro se les ha reducido a la inmediatez. Obvian la desesperación del que se ve, muy pronto, compitiendo con otros por la basura. No son días ordinarios, y esa gente exasperada es la que ha sacrificado más: sus hijos han muerto o han sido apresados, el dinero ya no les alcanza para nada y en muchos casos, la muerte es un zamuro que revolotea cerca de sus casas por la falta de medicinas.
Comprendo perfectamente bien el trabajo desarrollado por el liderazgo opositor, y lo celebro; pero este no puede aspirar a guiar una manada de párvulos, a los que se les ordena qué hacer, dónde y cuándo. No, así no funciona. Así no va a funcionar. La razón es muy simple: esa gente va a ignorar a la MUD, al gobierno y a quien sea que se les atraviese. Como un toro rejoneado, embestirá con la brutalidad de quién ha sido la víctima principal de una masacre que ya cuenta dieciocho años. No olvidemos, no son solo los más de cincuenta ciudadanos asesinados recientemente. También suman los que ya ofrendaron sus vidas antes y los que anónimamente han ido engordando las cifras de muertes, bien sea por el hampa común o por el deterioro de la salud pública. La MUD debe comprender que esa gente no va a seguir instrucciones, ni va ser carne de cañón para acuñar las aspiraciones de este o aquel. Esa gente quiere respuestas. Y las quiere ahora. Su vida ya es tan hostil que su futuro se acorta al día de mañana. A saber si mañana podrá llevar comida a su mesa o si podrá hacerse el tratamiento médico que le mantiene vivo.
¡Carajo, no me jodan! La ciudadanía ha sido sodomizada por un gobierno espurio, por una élite que ha limitado toda la actividad política a una sola cosa: quedarse a como dé lugar en el poder, porque para algunos, lo que realmente está apostándose no es un proyecto político. Escuché a connotados hombres asegurar que el revocatorio estaba blindado, y sin embargo, naufragó como el invencible Titanic, que ni Dios podía hundir. Mientras el CNE asesina cualquier elección que no les asegure el triunfo y desde el TSJ se masacra a la Asamblea Nacional electa por el voto popular, cada vez más ciudadanos se reúnen junto a contenedores de basura para hurgar algo qué comer, o más personas ven a sus familiares morir porque el médico no puede hacer nada más que acompañarlas a orar, a ver si Dios obra el milagro. ¡No, carajo! No se trata de párvulos en una escuela. Se trata de gente que sufre a diario, que día tras día es ultrajada sin piedad por un gobierno tiránico, con lo que supone, desde luego, ser tal cosa. No son soldados en un matacán. ¡Son ciudadanos, coño, que no solo exigen respuestas del liderazgo, sino que además, tienen el derecho de hacerlo!
Sé que debe haber diálogo. Desde luego no con esta élite, que solo busca embelecar porque ya su apuesta sobre la mesa es impagable; pero sí con los demás factores de poder. Con los empresarios, con los sindicatos, con los gremios profesionales, con los gobiernos del hemisferio y del viejo continente, con la Iglesia y los demás credos, con la Fuerza Armada y aún con los sensatos dentro del Psuv. Sé que debe haber diálogo, pero no para asegurarle a Maduro su permanencia en el cargo hasta el 2019; porque de hacerlo, aun con las mejores intenciones, la MUD será juzgada como lo fue el gobierno de Vichy, que le entregó Francia a los nazis. El gobierno revolucionario debe cesar ya. Como a Pedro, el niño del cuento ruso, ya no es posible creerle sus embustes a la élite, que habla de paz solo para sojuzgar y domeñar. Que acusa a la oposición para endilgar a otros la violencia que su propia conducta ha forjado. Hoy por hoy, no hay otra discusión posible sino la terminación inmediata de la revolución y la transición de esta dictadura militar a una democracia civil.
El liderazgo opositor debe asumir que el gobierno va a hacer todo lo que necesite, legal o no, para sostenerse aún más allá del 2019, porque su proyecto contempla la hegemonía de una élite y la imposición de un pensamiento único. ¡Su proyecto es una dictadura socialista y comunista! Además, debe aceptar que por las razones que sean (errores pasados de los que ya solo queda aprender), la ciudadanía desconfía de los políticos, y, como el tigre herido, no distingue futuro en la niebla de todas las bombas descargadas para reprimirla. Es una fiera enardecida que embiste irracionalmente. El trabajo de la MUD es pues, guiarla – y no mangonearla – para que materialice sus aspiraciones.
La salida no es la que necesitan los líderes, sino la que la ciudadanía exige, porque, lo diga la Constitución o no, es esta la que en efecto manda.


lunes, 10 de abril de 2017

Full Monty

Resultado de imagen para grabados antiguos peleas Expresión inglesa de origen incierto, usada para significar un esfuerzo que amerita hacer uso de todo lo necesario, posible y apropiado para lograr un fin. En Estados Unidos se utiliza la expresión «The whole nine yards» (todas las nueve yardas). Suele emplearse en partidas de póquer, cuando se apuesta todo.

En estos días, un vocero del régimen arguyó que solo las elecciones presidenciales eran obligatorias. «No me ayudes, compadre», parece decirle algún viejo compañero del partido, porque ayudas como esa no son ayudas. Sobre todo, cuando el hedor a dictadura rezuma como el agua de un albañal obstruido.
            La represión parece buscar lo que en otras ocasiones le ha servido a la causa revolucionaria: endosar la violencia a quienes son víctimas de una élite, cuyo único propósito es aferrarse al poder para imponer un modelo absurdo que empobrece a las mayorías y enriquece a unos cuantos. La violencia tuvo su origen en la negación del referendo revocatorio, de la omisión de unas elecciones que ya debieron haberle entregado la mayoría de las gobernaciones a la MUD y desde luego, del uso de las instituciones para desconocer al Poder Legislativo y desde luego, los 14 millones de votos que la eligieron en diciembre de 2015.
            La violencia tuvo su origen en la conducta que ha perpetrado – sí, perpetrado – la élite chavista desde que Chávez llegó al poder en 1999: lo ancho para la élite, lo estrecho para los demás.
            Hoy por hoy, cuando la OEA acusa, el régimen muestra su talante verdadero. Tal vez crean que pueden pagar el precio, y que como Cuba, pueden aislarse; pero obvian que Venezuela no es una isla y Cuba, sí. Quizá no le quede de otra. Por variadas razones, unas menos confesables que otras, perder el poder es un lujo que no pueden pagar. Y desde luego, porque ya lo dijo un diputado en el parlamento, reconocido a medias y solo formalmente, ellos no negocian. Y yo lo sé. Para un revolucionario, negociar, transigir y dialogar resulta herético. Un pecado mortal.
            Si me preguntan, creo que la élite se está jugando el full monty, el todo o nada. Y si es nada, al menos salen victimizados. Nadie recuerda el desastre que impuso Allende a los chilenos. Solo la amarga consecuencia y su muerte; un suicidio, que hizo del médico un mártir del comunismo.
            No creo que sean estúpidos. Su análisis de la realidad les ha forzado a correr más allá de la legalidad. Saben que son minoría y recurren al embuste, a la lástima y muchas otras falacias para disfrazar sus argumentos. Juegan rudo, porque saben que están contra la pared y la espada de su enemigo aprieta su garganta. Como las ratas, que no ceden ni al verse acorraladas, tiran dentelladas… y puede que les funcione. 

Desazón

Resultado de imagen para grabados antiguos hombres atormentados Las moscas lo acosan. El hedor a su alrededor no cesa. Enciende sahumerios para aminorar la fetidez. Las sombras lo intimidan. Espectros aparecen. Lo atormentan. Su día empezó mal. Va para peor. Mucho peor. Quiere huir. Sin embargo, los demonios no le dejan. Lo azuzan y, a veces, lo fustigan con látigos. Hieren su carne para que entienda. Para que acepte que él ya no es libre. Que el poder es su cárcel. Y como todo preso, como todo esclavo, siente la soledad como un cepo, que además lacera su piel hasta abrir llagas purulentas.
            Sus carceleros lo humillan. Se mofan de él. Y puede que, mirando la ciudad desde el ventanal de su palacio, desnudo, porque no hay ropajes que puedan cubrirlo; se vea tal cual es, deforme, contrahecho, como lo es también su alma. Como lo es el alma de quien se la vende al diablo. Tal vez llegue a llorar, y, acaso, a maldecir su suerte. Mientras, desde las tinieblas de la muerte, emergen voces para acusarlo, para imponerle, y ya no sabe cómo huir de esas palabras fantasmales.
            Sonríe porque es más fácil mentir. Reconoce en ese recoveco íntimo, donde no hay modo de engañar, que su infierno es suyo y que él lo compró. El lujo no mitiga las punzadas penetrantes del arpón ni las laceraciones profundas de la guadaña. Hinchado por el lujo, no logra saciar su hambre. Solo engulle, más por hábito que por deseo. Y a ratos, vomita sus miserias y en el alfombrado, deja a sus pies emplastos gusanosos. En su boca rezuma el sabor acre y en arcadas dolorosas, sus tripas intentan arrojar lo que pudre su alma.
            Deambula por los corredores de su palacio, arrastrando sus culpas, sus pecados; que pese a negarlos y negárselos, le aguijonean sin piedad ni descanso. Deambula por los cuartos abandonados de su palacio, y pese al boato que le envuelve, solo ve niños hambrientos que en la basura buscan comida. No, no domeña su mente a ese intenso vacío que le recuerdan quién es… o qué es. 

jueves, 6 de abril de 2017

¿Traidores?

Resultado de imagen para imagenes OEAEl gobierno, por medio de palangristas de diversas profesiones, pretende crear una matriz de opinión para exponer a los diputados y a voceros opositores como traidores, por exigir la aplicación de la Carta Democrática Interamericana. Sobre esto, señalo algunas cosas:
1.      La CDI no implica invasión alguna al territorio nacional. Es un instrumento que prevé pasos para superar alteraciones del orden democrático por vías diplomáticas y en todo caso, jamás por medio de la intervención militar.  
2.      La CDI es un acuerdo suscrito y ratificado por Venezuela y por lo tanto, es ley de la República y de aplicación directa por los jueces venezolanos (Art. 23 CRBV).
3.      La CDI es el primer instrumento internacional que reconoce a la democracia como un derecho humano.
4.      Los diputados y los voceros opositores han acusado ante el ente hemisférico, del cual Venezuela es parte; que el gobierno se aparta cada vez más de las instituciones democráticas, y que ha llegado, incluso, a la ruptura del orden democrático, como ha quedado en evidencia no solo con las sentencias 155, 156, 157 y 158 de la Sala Constitucional del TSJ, sino todas aquellas que a lo largo del 2016 despojaron a la Asamblea Nacional de sus funciones, reduciéndola a un mero formalismo.
5.      La conducta antidemocrática y la ruptura del orden constitucional ha sido acusada por diferentes actores tanto dentro como fuera del país. Entre ellos, la jefa del Ministerio Público e integrante del Consejo Moral Republicano, la Fiscal General Luisa Ortega Díaz; Luis Almagro, Secretario General de la OEA; así como un numeroso grupo de presidentes y expresidentes, preocupados por la situación venezolana.
Entonces, ¿cómo pueden ser acusados de traidores quienes solo exigen la aplicación de un instrumento ideado para la defensa de las alteraciones del orden democrático que de paso, es ley de la República? ¿Cómo puede señalarse con tal imputación a quienes solo exigen el acatamiento de las leyes y de los principios democráticos que Venezuela se comprometió a cumplir y defender?  
Cabe recordarles a los autócratas que el triunfo electoral no concede una patente de corso a los jefes de gobierno, para que lleguen a extremos como los que hoy se patentizan en Venezuela. Las reglas democráticas no deben usarse para asegurarle a la élite su permanencia en el poder. Y sí, la legitimidad de origen puede perderse por el desempeño ilegítimo del mandato. 

jueves, 23 de marzo de 2017

Todos a una

Resultado de imagen para grabado de licantropoAcuclillada sobre un periódico, mira y no ve. Sus ojos no expresan la candidez de quien no podría llamarse mujer. Su mirada busca culpables. Sus ojos acusan. Ella es víctima y victimaria. Ella es solo una niña a la que le robaron su niñez.
Nunca conoció algo diferente. Algo mejor. Su vida ha sido corta y sus desgracias, un largo rosario. Tiznado todo su cuerpo por el hollín callejero, aguarda su destino sobre periódicos viejos, plagado de relatos trágicos que para ella son cotidianos. Y al llegar la primavera, el destino la encontró tendida sobre esos periódicos como un perro realengo. Sus manos hincaron el puñal que los falsos le hincaron a ella con saña. Si ella mató para robar bagatelas a algún desventurado, a ella le despojaron su vida… y no la mataron.  
Sus greñas enmarañadas dejan ver el hedor de la calle. Un tufo a letrina sucia. La mugre maquilla el rostro de esta mujer que hasta ayer solo era una niña. Una niña que no jugó con muñecas. Una niña que tal vez tuvo por juego la lascivia conducta del padrastro de turno, que en la fragilidad de su cuerpo sació deseos atávicos. En sus ojos no hay lágrimas. Solo odio. Solo rencor. En sus ojos se ve el resentimiento que corroe su alma. Y su alma es hoy, solo el hueso agusanado que ruñen perros hambrientos.
Irá a un reformatorio. O peor, tal vez la encierren en una cárcel. Su saña contra quien sea amenaza. Y el miedo, libre es. Irá al infierno a pesar de su niñez. Y en el infierno no purgará penas… avivará su odio. Y si algún día sale, ya no será una niña y sí un demonio al qué temer.   
Ella es hechura del error, del fracaso, de la mentira. No ha conocido otra cosa que odio, rencor, resentimiento… patadas. Sin importarles, crían cuervos los falsos, mientras celebran su dicha en sus cómodas casonas. Ella en cambio, creció en las cloacas donde el ser humano defeca todas sus mefíticas miserias.  
Y si hoy me preguntan quién mató a quién, solo queda responder: Venezuela señor, todos a una.  

martes, 21 de marzo de 2017

Impudicia

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            La mentira se viste de verdad. Hablan y repiten estribillos pero sus ropajes ya no convencen. Desgastados y sucios, las hilachas van mostrando la impudicia de su desnudez. Enseñan rasgos grotescos, rasgos ofensivos. Nadie cree, todos dudan. ¿Cómo creer, si la realidad hinca sus dientes agudos en las tripas? Arde, duele, agobia. Ya nadie cree porque la verdad está desnuda. Y su desnudez no agrada. Por el contrario, repugna.
Fea y contrahecha, la verdad arrastra sus pasos deformes. Con su hedor, ofende al ciudadano, que tapa sus narices o, en el mejor de los casos, las protege con hojas de lavanda y menta. Plagada de bubones, la realidad deambula calle arriba y calle abajo, inspirando lástima… y provocando asco. Nadie cree, porque sufre. Y el sufrimiento es un clavo que atraviesa con aguda punzada hasta arrancar gritos.
Duele, la verdad. Y por eso, el disfraz se cae en jirones. También ofende, porque se sufre a diario, y no hay embuste o excusa que oculte las miserias. Pero el mentiroso insiste, porque adormece sus culpas creyéndose sus patrañas. Aunque por ganar con sus quimeras, no ganada nada. Solo pierde. Pierde porque enseña las mismas impudicias que sus mentiras.
Y al final a nadie engaña ese disfraz. La muerte no duerme jamás. Recorre arrabales y palacios sin reticencias. Y sus ojos, negros como lo desconocido, penetran en las honduras de las almas y extraen las verdades como el pus virulento de una llaga putrefacta y pestilente. 
Las mentiras no pueden disfrazarse, porque la muerte, por mucho que uno vista ropajes, siempre ve la desnudez, y vieja como es, ya nada le sorprende, ya nada le repugna

El legado del comandante

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            Un tinte cenizo pinta el rostro de un niño. Sus ropas hieden. Él también. No calza zapatos. Solo unas chanclas resguardan del asfalto sus pies roñosos. Sus hermanos igualan la estampa, que de lejos pierde los matices y se tiñe de un color opaco, terroso. Las manos tiernas penetran la fetidez de la bolsa negra y con la inocencia de quien aún no cumple dos lustros, extrae lo que puede. Sonríe, al ver a los transeúntes. Él no recuerda otros días mejores.  
            Más allá, bajo la luz exangüe del farol, un hombre profana otra bolsa. A pesar del hedor, no siente asco. El dinero jamás lo causa. Recolecta minuciosamente cosas: potes vacíos, zapatos y ropas, restos de equipos eléctricos… En esta Venezuela de hoy, hay un mercado para vender basura.
La noche va cayendo, pero su sayo apolillado no oculta. La luna mira y derrama una garúa de lágrimas sobre la ciudad. El sol se fue. Se esconde. No quiere ver.
Un viejo se tiende en la escalinata de un templo, a ver si los santos le ayudan. Se envuelve en frazadas mugrientas. Su piel la recubre una binza fétida. Fuma un cigarrillo. La calle no es lugar para dormir, y menos en Caracas, donde la muerte festeja cada noche, acompañada por sus diablos.
La mujer deja parte de su compra. No le alcanza. No comerá ella para que sus hijos sí. Y escasamente. Maldice, con rabia. No la culpo. En las madrugadas, cuando los retortijones le roben el sueño, pensará en su vida y en las promesas de los falsos. Pero su cuerpo débil ya no podrá siquiera gritar. Cuando mucho, sollozará y extenderá la mano para pedir, porque por robarle, los falsos le robaron los sueños y también la dignidad.
El hombre grita al fondo del autobús. Ofende su lenguaje soez y también su llanto desgarrado, porque nada entumece más el espíritu que ver a un hombre llorar, y confesar que no ha comido siquiera un mendrugo de pan duro. Pero su incertidumbre, que aguijonea su alma y su estómago, ofende mucho más; aunque lo nieguen y en sus mesas opulentas, los falsos harten sus tripas con avidez.
Comen basura y, como perros realengos, se disputan restos malolientes. Otros hacen negocio con la bazofia de una ciudad putrefacta. El hedor nauseabundo impregna el ambiente, con su tufo ácido, con ese olor penetrante que emana de la boñiga amontonada. Como perros hambreados se lanzan dentelladas, porque en la miseria no florece la solidaridad… solo prosperan la cizaña y el odio.
El niño color ceniza juega y sonríe, porque no ha vivido otra cosa. La mujer llora por su hijos, porque se mueren de mengua; y por las noches, a ella la muerden por igual el hambre y el resentimiento. El hombre grita en el fondo del autobús, mientras las sombras lastimeras de sus conciudadanos ocultan sus caras en un silencio atronador, porque saben que tarde o temprano, esos gritos serán suyos.
Y los falsos ríen en sus casonas. 

Vergüenza

La imagen puede contener: exteriorLa noche cae en Caracas como una sombra. La oscuridad ahuyenta a los habitantes que se refugian en sus casas. Aún temprano, cuando en otras épocas todavía restaban las últimas lumbres del tráfico diario, la ciudad luce abandonada. Ha envejecido Caracas y ya por las tardes, se cuida del sereno. La emoción decae y el vigor de otros años da lugar a rapiñadores que hurgan basureros en le negrura de unas tinieblas que empezaron hace más de tres lustros.
            Caracas se acuesta con el sol. Le huye a la luna. Se esconde de su mirada triste, que sin juzgar, observa avergonzada lo que va quedando: recuerdos, solo recuerdos. Todos se resguardan en sus cubiles. Todos se esconden porque la noche caraqueña depreda. Y la luna llora por los hijos que ya no estarán.
            Hincan los depredadores sus uñas pestilentes y del bubón exuda fetidez. Un hedor que impregna aun el alma de los pobladores de una urbe agónica. Nadie se salva de su pestilencia. Enferma y repugna. Caracas yace en esta grieta estrecha como yace el leproso, abandonado en un hoyo para que encuentre su destino, para que muera sin ofender. Caracas yace estertorosa a los pies de un sultán decepcionado al que incluso su nombre le fue robado.
            Sucursal del Cielo, antes. Hoy un sumidero, en el que las desgracias y las miserias se amontonan como el estiércol. Hiede Caracas, a dolor, a sangre putrefacta y a vicios inconfesables. Y de su hedor, repulsivo y nauseabundo como el perfume de la muerte, no conseguimos librarnos, ni siquiera encerrados en las celdas que de nuestras casas han hecho esos demontres, que una madrugada de febrero emergieron de sus sentinas mefíticas para corromperlo todo. 

martes, 7 de marzo de 2017

Tic Tac… el toro muge


Mientras el régimen miente, millones de venezolanos sufren a diario los rigores de una vida hostilizada. Tal vez la élite, que come bien y poco se preocupa por esas menudencias mundanas, desee que en efecto, cada quien pase sus días andando su propio calvario. Así se aquietan las rabias. Así se amansa al caballo más brioso. Y sí, hasta ahora han domeñado a la gente. No nos mintamos, deambulamos quedos por las calle, soportando miserias a ver si pasamos agachados, y, aunque solo sea cosa de tiempo que terminemos hurgando basureros, nos engañamos; porque quizá la suerte nos sonría y aparezca pasta de diente, leche o papel para limpiarse el culo.
Unos y otros conversan. Unos y otros analizan números y cifras. Todos creen que hay tiempo, que se puede esperar. Unos para correr la arruga otro tanto más, otros para decidir qué hacer. Pero ocho de cada diez venezolanos somos pobres. Cinco de esos diez son más que pobres. Las respuestas no surgen. La gente va decepcionándose cada vez más. Y puede que se resigne a la miseria o, lo más probable, que compre espejismos.
La academia se aparta del hombre, de la mujer, de la persona que a diario batalla para sobrevivir no solo la inseguridad y las carencias, sino al murmullo seductor del mugido, que le tienta a rendirse o, acaso, a arremeter, como un toro frenético, que sin importar contra qué, embiste. La élite prefiere creer. Solo así exculpa sus propias miserias. Solo así soporta su tinglado barato. Solo así cree conservar sus prebendas. Pero no dudo que la verdad los asalte cuando la soledad taña como un campanario. Porque la verdad no duerme, no descansa. Siempre agobia.

El tiempo se agotó. La ciudadanía languidece y estertóreo se debate entre la lucha irracional o la transformación en un bicho repulsivo que apenas se toca con un palo. Pero una parte de la élite sigue sorda. Y la otra hace bufonadas que ya no provocan risas sino lágrimas… cuando no rabia. 

lunes, 23 de enero de 2017

Qué celebramos hoy


El 23 de enero de 1958, las Fuerzas Armadas depusieron al general Marcos Pérez Jiménez (en realidad a la dictadura militar que él encabezaba). Muchos imaginan que el golpe fue violento. Sin embargo, el acto de desconocimiento de su autoridad no lo fue. No hubo, de hecho, un solo tiro. Otra cosa fueron los saqueos posteriores, el asalto a la Seguridad Nacional y linchamiento de esbirros. Pero ese es otro tema. Volvamos a lo nuestro.
A partir de la Carta Pastoral de monseñor Arias Blanco, se iniciaron los encuentros entre los líderes políticos y los hombres de armas. Una realidad trágica había sido desnudada. Los diversos sectores de la nación comenzaron a considerar la necesidad de un cambio drástico de rumbo. Y si bien es cierto que soldados hurtaron las urnas el 30 de noviembre de 1957, también lo es que el 1° de enero siguiente hubo un alzamiento militar, otro el 11 de ese mismo mes y, por último, el golpe de Estado del 23, que puso fin a diez años de dictadura (de los cuales, solo cinco fueron dirigidos por Pérez Jiménez).
Hubo pues, un golpe de Estado militar, que, al igual que otras veces, convocó a los civiles para asumir la conducción nacional. La Junta de gobierno inicial devino en otra cívico-militar por objeciones del liderazgo político a dos de sus integrantes (Abel Romero Villate y Roberto Casanova), hombres muy vinculados al régimen depuesto. En octubre, vista imposibilidad de un candidato unitario, AD, Copei y URD suscribieron un acuerdo que todos conocimos como el Pacto de Puntofijo (llamado así porque ese era el nombre de la casa donde se firmó, la de Rafael Caldera), acuerdo que permitió no solo crear un programa común de gobierno, sino además, y acaso más importante, ofrecer un mínimo de gobernabilidad a la naciente democracia. En diciembre de ese mismo año, hubo elecciones directas, secretas y universales, que, como bien sabemos, ganó Rómulo Betancourt. Se daba inicio a nuestra democracia, celebrada en su tercer aniversario con la sanción de la Constitución de 1961, uno de las mejores que hayan regido en este país. Eso es lo que hoy celebramos: el avenimiento de la democracia en Venezuela.
El 4 de febrero de 1992, un grupo de militares se alzó en armas con el único propósito de adelantar una revolución socialista a espaldas del sentimiento popular de rechazo de los venezolanos, expresado claramente en las votaciones logradas por la izquierda radical y los grupos perezjimenistas desde 1958 hasta 1993. Herederos de otras sediciones anteriores, que sin  fundamentos de hecho comprobables que en efecto demostrasen la existencia de un régimen esencialmente injusto y contrario a los principios democráticos, intentaron deponer el régimen instituido en 1958. El golpe fracasó, y aunque Chávez venció en las elecciones de 1998, la nación no deseaba abandonar el modelo democrático, y mucho menos la involución de todo tipo que ha significado esta malhadada revolución. Otra cosa que es que demandaran transformaciones  para corregir vicios y errores. . Quería otro tipo de cambios. Cambios que sin dudas se estaban desarrollando desde el propio poder, como la elección directa de las autoridades regionales y locales, a pesar del profundo rechazo de AD (entonces partido de gobierno), aunque el discurso del establishment no los reconociese.

Hoy por hoy, plantear el desconocimiento de la autoridad es prácticamente un sacrilegio para los sectores opositores; y para el gobierno, un delito. Cabe señalar, no obstante, que sin las acciones del 23 de enero, no hubiese sido posible la transición hacia la democracia que en esta fecha celebramos. No se trató entonces del desconocimiento en sí mismo, sino de los hechos que lo justificaron moralmente, y que en efecto, desnudó en su momento la Carta Pastoral de monseñor Arias. Y si hoy volviesen a darse esas mismas condiciones, de nuevo la moral justificaría una acción semejante.  

sábado, 21 de enero de 2017

Unas breves consideraciones sobre el abandono del cargo declarado por la Asamblea Nacional


El pasado 9 de enero, la Asamblea Nacional declaró el abandono del cargo por parte del presidente Nicolás Maduro.
El artículo 233 de la CRBV prevé como faltas absolutas del presidente las siguientes:
1.      La muerte.
2.      La renuncia al cargo.
3.      La destitución.
4.      La incapacidad física o mental.
5.      El abandono del cargo.
6.      La revocatoria de su mandato.
Sobre las causales señaladas en los punto uno y dos no hay mucho que aclarar. Son obvias e indiscutibles. Tampoco sobre la revocatoria (salvo la concurrencia del CNE, que es el ente llamado a realizarlo, y una vez hecho el cómputo de las boletas, declarar si hubo o no revocatoria del mandato).
La destitución corresponde al TSJ. La incapacidad requiere el concurso de una junta médica designada por el TSJ y la aprobación de la Asamblea Nacional.
Sobre el abandono del cargo, el texto constitucional es muy claro: la declaratoria corresponde exclusivamente a la Asamblea Nacional. No requiere del concurso de ningún otro poder. La redacción no admite discusión alguna.
El tema no es pues, si la Asamblea Nacional puede o no decretar el abandono del cargo, sino qué puede calificarse como tal.
En este asunto convergen dos elementos: uno jurídico y otro político. Sobre el primero cabe decir que el quid se plantea sobre la definición de abandono del cargo, como ya se dijo. En cuanto al segundo, cabe decir que es una decisión otorgada exclusivamente al Poder Legislativo porque el constituyente quiso darle carácter político.
La Constitución no define qué puede entenderse por abandono del cargo. Abandonar un cargo o servicio no se limita sin embargo a la mera ausencia física del funcionario público, sino que implica la dejación voluntaria definitiva y no transitoria de los deberes y responsabilidades que exige el empleo del cual es titular el servidor público. Es pues, un asunto que debe probarse. ¿Ha dejado el presidente Maduro de ejercer sus deberes y responsabilidades en forma voluntaria definitiva? ¿Se corresponden los hechos con lo previsto en la norma?
Las atribuciones del presidente están previstas en el artículo 236 de la CRBV. Nos interesan sobremanera los numerales 1 y 2, que corresponden al debido acatamiento de la ley, propio de todo estado de derecho; y desde luego, al acto de gobernar. Sobre el primero, abundan las ilegalidades en el ejercicio de su mandato, como obviar la necesaria aprobación presupuestaria por parte de la Asamblea Nacional o ampararse en sentencias abiertamente contrarias a derecho para anular de facto al Poder Legislativo. En el segundo, la situación es ambigua.
Nos encontramos de nuevo ante una disyuntiva semántica: qué significa gobernar. Viene al caso entonces recordar el carácter político de la Asamblea Nacional y de por qué el constituyente le atribuyó exclusivamente a la Asamblea Nacional la potestad de decretar el abandono del cargo por parte del presidente de la República. La razón pareciera ser clara: el constituyente entendió el abandono del cargo como un tema político.
Si analizamos análogamente el derecho a rebelarse, entendemos, como bien lo señala el texto de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, que no deriva de una norma previamente sancionada por un cuerpo legislativo, sino de principios fundamentales e inherentes a todos los seres humanos, que no necesitan ser previamente reconocidos por ley alguna. Sin embargo, esas condiciones que justifican el derecho a desconocer la autoridad deben demostrarse, o, dicho de otro modo, deben señalarse los hechos que autorizan el ejercicio de ese derecho. Asimismo, el abandono del cargo, aunque sí está previsto normativamente, se deriva igualmente de  hechos concretos, y es la Asamblea Nacional la única competente para decretarlo, previa comprobación de los mismos.
Ahora bien, la crisis venezolana no es una opinión (que no son jamás verdaderas o falsas). Es un hecho palmario, cotidiano; que se manifiesta a diario en carestía y escasez de alimentos y medicinas, en la inseguridad campante, la mendicidad creciente, la ausencia de servicios básicos eficientes, y en algunos casos, hasta la inexistencia de una autoridad que asuma sus atribuciones conforme a la ley. Podría hablarse pues, de lo que periodistas y comentaristas políticos han denominado como Estado fallido.
El presidente Nicolás Maduro ha fallado claramente en la entrega de los servicios básicos que se espera de todo gobierno.   
La Asamblea Nacional no solo tiene su origen en el voto popular, al igual que el presidente; sino que, siendo un cuerpo colegiado que reúne a las diversas colectividades que conforman la nación, es el órgano político por excelencia, y por ello, distinto de las otras instancias (el TSJ, el CNE y los órganos que constituyen el Poder Moral), son sus integrantes responsables en lo que concierne a la toma de las decisiones políticas. Y como ya se dijo, la falta de control de los otros poderes sobre la declaratoria de abandono del cargo del presidente supone el reconocimiento  del carácter político de ese decreto.
Encuestas más, encuestas menos, la mayoría (se habla de un 90 %) desea cambios en la dirección del país. Los padecimientos cotidianos de la gente y la indolencia del gobierno para rectificar las políticas, que a juicio de la mayoría de los expertos es la génesis de los problemas; bien puede asemejarse al abandono del cargo. Su declaratoria constituye una salida conforme a derecho para solventar la crisis, vista la plausible negativa del gobierno a contarse en unas elecciones u ofrecer cualquier alternativa de cambio. Se evitaría de ese modo, una ruptura del orden institucional y constitucional (no hay cambio de instituciones ni violaciones al contrato social), siendo una medida encausada dentro de la institucionalidad y el Estado de derecho; y, permitiría garantizar un mínimo de gobernabilidad a Venezuela, que, como ya se dijo, hoy luce como un Estado fallido.  
Ahora bien, como toda decisión política, para que sea efectiva y realmente se traduzca en una transición, requiere el consenso de los factores de poder, y en estas tierras, especialmente el de los militares… cabe preguntarse entonces, ¿lo hay?


viernes, 13 de enero de 2017

Llamar al diablo

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Puedo decir, sin querer ofender a nadie, que en el pasado, muchos clamaron por una bota militar, creyendo en pajaritos preñados, o aun peor, añorando mentiras, y vino. Como el refranero popular sabe, sin embargo, no es lo mismo llamar al diablo, que verlo llegar. Y lo llamarón sí, y apareció, con su tufo, sus trampas. Lo llamaron, sí, y llegó. Pero dice el refranero popular, no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar.
Acusaron a quién no debían de los errores, y hoy, esos errores han crecido como el monte en los terrenos baldíos, que es lo que somos ahora. Uno montaraz, al que de paso, le cayó bachaco. Más por ego, por soberbia y afán de figurar, muchos ayer, vendieron su alma al diablo, porque ese es su pecado favorito, la soberbia. Y hoy, el diablo, que jamás olvida sus acreencias, cobra. Y nos cobra con saña.
Le creyeron a un felón. O lo que es más reprochable, quisieron creer en él o acaso, mucho más feo, que cual monigote, lo manejarían a su antojo. Y a un hombre con su poder, no lo mangonea nadie. Y el felón se rodeó de felones. Y aun así, les creyeron a todos y les siguen creyendo. Porque creer lo increíble a veces duele menos.
Nos quejamos, pero en lugar de actuar, nos quejamos. Y todos, creyéndose mesías de una nación depauperada espiritualmente, solo escuchan el ruido sordo de sus propias voces. Mientras, los demás, usted y yo, solo escuchamos el ruido del hambre, que como las trompetas de Jericó, puede que su estruendo derribe los muros de la tiranía. Pero, vista la idiotez reinante, no dudo que caigan para que en su lugar crezca hierba mala y monte, y en sus escondrijos, las alimañas aniden a sus críos.
No quiero ofender, pero llamaron al diablo, y el diablo vino. Ahora toca ver quién exorcizará a los demonches, que emergidos de sus sentinas malolientes, deambulan por nuestras calles y nuestras vidas, haciendo lo que hacer saben los demonches.


martes, 10 de enero de 2017

¿Hay con qué?

Ayer, la Asamblea Nacional declaró el abandono del cargo por parte del presidente Nicolás Maduro Moros. Alejandro Martínez Ubieda escribió en su muro de Facebook una crítica muy dura sobre esa «medida desesperada». Y sin estar del todo errado, dijo que una decisión como esa sería un pésimo precedente.
Ahora digo yo, no se trata del precedente, que podría ser fatal ciertamente, sino de las motivaciones de hecho – las pruebas – para justificar el derecho a desconocer la autoridad del presidente o de un gobierno; porque con ese argumento, el derrocamiento del general Pérez Jiménez sería igualmente un mal precedente (que en efecto emularon muchos después).
Existe ese derecho, desde luego, como lo expresa la Declaración de Independencia de los Estados Unidos; pero no cabe la menor duda de que ese acto de rebelión debe justificarse. Es por eso que esos llamamientos al artículo 350 de algunos extremistas son solo cajas sonoras.
La pregunta entonces no es si es conveniente jurídicamente, como si se tratara de una gestión gubernamental deficiente. Y bien sabemos todos que ese no es el caso. Se trata de si hay con qué tirarse esa parada. Yo no lo sé. Intuyo que no, pero no lo sé.
La mesa de diálogo es, sin lugar a dudas, una trampa caza-bobos. El gobierno jamás ha tenido intención de dialogar. Solo desea correr la arruga a ver si aumentando sueldos y buscando formas de endosar sus culpas a otros recupera la popularidad que Maduro ha perdido de forma pasmosa. Casi puede decirse que echó por el caño la popularidad de Chávez (que arropaba al proyecto, verdadera causa de esta desgracia). El diálogo debe ser constante con todas las llamadas «fuerzas vivas», para que colectivamente se decida la transición del actual intento de imponer ilegítima e ilegalmente un modelo socialista a nuestra tradicional democracia representativa.
No se busca esa transición porque Maduro y su régimen sean deficientes. Otros ya lo fueron antes y ciertamente, no se justificaba un golpe de Estado, como lo pretendió el movimiento del que Chávez era parte. Se busca recuperar la República y su institucionalidad democrática. Se pretende evitar que un grupo secuestre a la nación para impulsar un modelo que además de probadamente fallido, lo ha rechazado la mayoría de los venezolanos desde hace mucho, como en efecto lo advirtió Rómulo Betancourt en la década de los ’30 del siglo pasado.

Insisto, «el abandono del cargo» no sería menos robusto que las causas baladíes por las cuales destituyeron a Carlos Andrés Pérez en 1993. No obstante, una medida así requiere del apoyo de todos los sectores nacionales (incluida buena parte del Psuv). Me pregunto, ¿tienen con qué tirarse esa parada? 

martes, 3 de enero de 2017

Entre la mesa de diálogo y caerse a tiros

La transición es un tema complejo. No admite análisis simplistas. Saber, como sabemos, que la élite no entregará el poder fácilmente no define la forma como Venezuela transitará de este régimen a uno verdaderamente democrático. Ese viraje, por lo demás necesario, depende de las correlaciones de fuerza entre las diversas expresiones de poder. Los factores económico, militar, eclesiástico, político, sindical y otros que no alcanzó a enumerar son los que en definitiva podrán articular alguna alternativa.
La transición no está planteada únicamente entre la mesa de diálogo y caerse a tiros. Existen otras vías para el cambio. Muchas. Todo depende de cómo se planteen las necesidades de los grupos de poder y su fortaleza real para imponerse. Es una verdad de Perogrullo que si llegan a unirse varios de esos factores, la presión sobre los otros puede excitar un punto crítico que impulse las transformaciones. Sobre todo en uno que ha sido protagonista en los giros políticos de Venezuela y América Latina: el ejército.
Algún grupo radical dentro del chavismo podría dar un golpe de palacio e imponerse sobre los demás. O una alianza de distintos grupos de poder podría dar cauce a una transición consensuada… Hay, sin lugar a dudas, un amplio espectro de posibilidades para el futuro. Es cierto que en el proceso puede generarse violencia. Sin embargo, no sería necesariamente la forma como se concretaría una eventual transición. Aún más, me atrevería a afirmar que un estallido social podría presionar lo suficiente para impulsar cambios, pero en sí mismo no es garantía de que estos sucedan. Por el contrario, podría degenerar en una masacre inútil.
En medio de esta amplitud de escenarios, existen dos elementos trascendentes: la severa crisis y la necesidad de encontrarle una solución estructural. No hablo de lo que debe ser, sino de lo que normalmente ocurre en estas circunstancias. Sobre todo porque este próximo 10 de enero Nicolás Maduro pasa ser una ficha prescindible. La élite no perdería el poder en caso de renunciar el presidente, que pareciera ser incómodo aun para su propio partido. Y podría compartirlo eventualmente con la oposición como una forma de alcanzar un mínimo de gobernabilidad. No luce descabellado.
Así como la MUD es una alianza de partidos con agendas diversas, dentro del Gran Polo Patriótico también convergen distintos intereses. Creer que son un calco del proyecto cubano me luce desacertado. Prueba de ello es la creciente disidencia de factores que hasta recién apoyaban al proyecto chavista.
No sé cómo habrá de plantearse la transición. Ni siquiera si esta llegue a materializarse este año. Resulta obvio, no obstante, que la nación exige cambios; por lo demás, urgentes. Con la actual dirigencia estos son improbables. Pero, en medio de todo, resulta muy posible, sin embargo, que el próximo 10 de enero, sea el propio Psuv el que impulse la renuncia de Maduro. Quién lo suceda en el cargo dependerá en gran medida de cómo se planteen las correlaciones de fuerzas.