lunes, 14 de octubre de 2019

La marcha larga


      
      No toda lucha es fácil. Por lo contrario, la mayoría de ellas son azarosas, dolorosas, sacrificadas. Por ello, no critico que la oposición no haya concretado el cese de la usurpación y el inicio de una transición hacia modelos más felices. Sé que dicha empresa es complicada. Critico, sí, la sandez, la falsedad y sobre todo, la ominosa corrección política tan presente en la actualidad. Nuestra democracia no fue obra de un día ni robustecida lo suficiente para soportar los embates de un felón irremediable y su camarilla de demonches, ganados unos por la ceguera dogmática y otros, por la ambición.
      No podemos esperar milagros, sobre todo porque, necios, borregos aletargados por una nefasta sucesión de padrecitos, le ofrecimos un cheque en blanco a unos alevosos, y hoy, con imperdonable candidez, esperamos que nos sea devuelto. No podemos creer que slogans, frases… ¡que un sinfín de necedades abran un camino seguro hacia la democracia perdida! Pero sí podemos, desde luego, enseriarnos, asumir con coraje que no son las buenas intenciones las que van a allanar ese derrotero, sino las acciones eficientes ejecutadas para ese propósito.
      No se trata pues, de bonhomía. Se trata de brío, y, claro, también de buen juicio, de inteligencia. Distinto de lo que puedan creer sobre ese instante en el que se decida nuestro destino, viene bien señalar que no es tanto la larga marcha hacia ese futuro mejor, sino la certeza de que cada paso nos acerca más.
      Las frases publicitarias, los mensajes apaciguadores, las palabras agraciadas no son suficientes para transformar las ideas en acciones contundentes, para concretar logros, éxitos. Y si bien no creo que la extenuante jornada libertadora nos agobie y desanime, estoy convencido que las derrotas, sí. Y también la palabrería baladí. En este largo y horrendo tránsito revolucionario hacia la vaciedad material y espiritual del socialismo, tristemente, los demócratas han sido derrotados demasiadas veces, y lo peor, no por la eficacia de su enemigo, que es, cuando menos, igual de torpe, sino por sus propias mezquindades, y por sus propios errores, que no serían reprochables si no fuese por la tozuda voluntad de reeditarlos.  
        Creo firmemente que hoy, cuando el celaje oscuro y tempestuoso parece anunciar borrascas, urge meditar. La larga marcha puede ser un interminable viacrucis, un interminable camino, bajo las inclemencias de una resolana aplastante o del frío intolerable, sin que se avizore fondeadero alguno. Y lo puede ser, y ciertamente lo es, porque, borrachos como estamos por la mediocridad de nuestros tiempos, no asumimos que a veces, lo correcto exige de cada uno sacrificio, dolor, lágrimas, y que lo valioso, generalmente, exige esfuerzo, oblación personal. Sin embargo, la marcha puede ser larga e incluso, inclemente, pero siempre será llevadera si el destino está claro, si la ruta ha sido trazada.