lunes, 28 de julio de 2014

El efecto boomerang

Hoy, reunidos ante el cenotafio del caudillo, Maduro y su gente, luego de celebrar una victoria insignificante, se verán de nuevo frente a la dura realidad: la revolución fracasó estrepitosamente. Las expectativas que irresponsablemente sembró en la población han ido degenerando en una ira contenida que, les guste o no, podrá regresárseles como un boomerang.
Calixto Ortega regresó triunfante, con su hombre liberado de las garras del imperio, pero al ciudadano de a pie, eso realmente le importa poco. Su cotidianidad se ha vuelto tan triste y complicada que dicho en términos muy coloquiales, ese señor les importa un carajo. Ya lo dijo Oscar Schemel hoy, el chavismo no ganaría unas elecciones. Y hasta donde sé, al director de Hinterlaces, cuya seriedad no cuestiono, no puede vinculársele con el sector opositor. Ése es el verdadero tema del chavismo devenido en madurismo, y ellos lo saben.
Nos desgarramos las vestiduras porque el Reino de Holanda “ordenó” la liberación del general Carvajal. Sin embargo, no nos detenemos a pensar un instante en que, en primer lugar, su detención no iba a degenerar en una caída del gobierno. En segundo lugar, las razones de su detención se han visto reforzadas por la decisión del gobierno holandés de declararlo persona non grata en los territorios del reino, con lo que, lograron su liberación pero no lavarse la cara. Esto último es mucho más grave para ellos que las razones que pudo tener Holanda para acordar su liberación.
No seamos ingenuos. Por supuesto que en el ámbito internacional pesa – y mucho – el tema petrolero. Pero a mi juicio, aunque puedo estar equivocado; la política internacional puede favorecer alguna clase de salida (que ciertamente podría ser mucho peor para los venezolanos). Creer, sin embargo, que la comunidad internacional se vaya a encargar de nuestros problemas es una necedad pueril. Y he ahí donde reside el principal problema del chavismo (y puede que de todos nosotros). La liberación del general Carvajal no abastece los mercados, no abate la inflación ni mejora la seguridad ciudadana y social. Esos problemas persisten tercamente, exasperando a una población que se siente estafada.

El gobierno de Nicolás Maduro está obligado (por fuerza de necesidad) a dejar de lado las maniobras efectistas y acometer seriamente un plan de reformas, que obviamente inicia con la tirada del Plan de la Patria al cesto de la basura. Maduro debe comprender que éste es su gobierno y que él no es Chávez (carece de su liderazgo y de su carisma). Las fuerzas vivas del país, incluyendo a buena parte del PSUV, no dudarán un instante para echarlo a patadas si las cosas no cambian. Por eso, no es un triunfo que haya “logrado” la libertad del Pollo Carvajal. Sus problemas domésticos, que son los que realmente amenazan la viabilidad de su gobierno, siguen incólumes.