martes, 27 de diciembre de 2016

El señor Polichinela y la élite chavista


Tal vez escriba estas palabras contagiado por la época navideña. Creo, sin embargo, que la élite chavista está tan enredada en sus propias trampas que difícilmente podrá librarse de lo que, a mi juicio, luce como inevitable: la pérdida del poder.
Si bien Hugo Chávez en principio trató de hibridar modelos políticos, Maduro y quienes ahora controlan el poder son comunistas convencidos. Estoy al tanto, claro, también lo era el caudillo barinés, pero, ¿más astuto?, advirtió que dar ese paso definitivo sería fatal. Murió y por ello nunca sabremos si pensaba darlo. Sin embargo, basta echar una mirada a la vocería imperante para descubrir quiénes son y qué buscan. Cabe preguntarse, empero, si pueden pagar el precio para dar ese paso. Quizás ellos crean que sí. Yo no. Ya Rómulo Betancourt lo entendió en la década de los ‘30 del siglo pasado: este país no cree en el socialismo.
Los más pesimistas auguran para Venezuela una sociedad similar a la de Cuba. A pesar de las medidas que en ese sentido parece tomar la élite dominante, las actuales condiciones internas y externas difieren lo suficiente para suponer que una aventura similar sería un suicidio. Ya no existe la bipolaridad de entonces y más importante, el socialismo (y sus variantes) dejaron de ser un referente válido hace más de veinte años. Si no, ¿por qué los regímenes populistas en América Latina están cayendo y están siendo sustituidos por causas conservadoras? Aun el gobierno «liberal» estadounidense cayó y en enero tomará posesión un hombre de línea muy conservadora.  
Hay, por supuesto, un condicionante propio de estas tierras: el factor militar. Nos guste o no, el ejército ha sido un factor político en Venezuela. Citando al padre Luis Ugalde, sin los militares, la transición se hace muy difícil. Estoy al tanto de las prebendas que Chávez ofreció y que Maduro sigue ofreciendo a los hombres de armas, ambos con la intención de ganárselos. Esa política (y razonamiento) es cortoplacista y sin dudas injusta con la mayoría de ellos. Además, vista la destrucción del país, esas prebendas son nimias comparadas con lo que eventualmente van a perder. Ellos lo saben. No son idiotas. Adicionalmente debo decir que Pérez Jiménez también las dio y, sin embargo, a él lo depusieron las Fuerzas Armadas en cuyo nombre decía gobernar.
El otro factor decisivo es el poder económico. Ese híbrido político del que hablé antes, que recuerda más al fascismo que al socialismo, le permitió a Chávez llevar la fiesta en paz con los empresarios. Aún más, muchos de ellos vieron crecer sus fortunas como nunca antes. Aunque con un poco más de recato, así fue con los gobiernos de AD y Copei. La relación entre empresarios y líderes también fue impúdica en esos años (1958-1999). Y a Carlos Andrés Pérez lo echaron a patadas cuando en su segundo gobierno pisó los callos de esos intereses.
¿Por qué creer que a Maduro no irá a sucederle lo mismo? Aun si la MUD no estuviese de acuerdo, los otros factores de poder le pasarán por encima y forzarán la transición. En todo caso, al liderazgo opositor no le quedará de otra que sumarse a ese movimiento. La anomia imperante – que por cierto, no la hay en Cuba – impondrá una agenda de cambio, porque gracias a ella los intereses individuales empiezan a confundirse con los colectivos.
Si alguien ha leído «Los intereses creados», comprenderá de qué hablo. Llega un punto en el que las distintas fuerzas se ven obligadas a unirse para resguardar cada una sus propias parcelas. Hoy por hoy, la élite dominante ya luce como el señor Polichinela en la obra de Jacinto Benavente. Y como ocurre con ese personaje, la mejor solución para todos es que sea esa élite la que se perjudique.

… y por cierto, ¡feliz Navidad!