martes, 26 de noviembre de 2013

¿Qué pasa en Venezuela?

Como quien está embotado, el pueblo venezolano parece aletargado por una droga potente. Quizá una llamada Chávez (o chavismo, lo mismo da). Como ese manso pueblo al que cantaba Alí Primera (que tristemente no deja de ser pendejo), los venezolanos aguantan el maltrato de una izquierda que, como suele ocurrir, una vez hecha gobierno, no ha sabido resolver los problemas pero se aferra al poder como la garrapata al cuero del ganado. No esperaba de ellos algo diferente, claro está. Todo lo contrario. Sé y supe desde siempre que su objetivo, lejos de buscar la máxima felicidad del pueblo venezolano, ha sido imponer un modelo rechazado por este pueblo, hoy, ayer y no dudo que al despertar de esta pesadilla, también en el futuro.
Resulta triste, aun trágico, atestiguar el adormecimiento de una nación que en otras épocas libertó a cinco países, y que, luego, modeló el ejemplo para que otras naciones hermanas se encausaran por la democracia representativa (que es la única posible hoy en día). Aguanta calladamente interminables colas para comprar un paquetico de harina y, si tiene suerte, un televisor. Cegado por su propia inmediatez (eufemismo para no llamarlo estupidez), no entiende que no habrá un mañana y que sus horas en esas colas serán solo una promesa de las que tendrá que soportar una vez se instaure el comunismo. Y puede que sea peor. Que entendiéndolo, se desentienda.
La jugada del gobierno no es ni remotamente precipitada e impensada. Todo lo contrario. Busca eso que en días más luminosos del movimiento subversivo (si es que los hubo), llamaban tierra arrasada. Y tal cosa no es más que la devastación para luego obviar la inconstitucionalidad de semejante atrocidad e imponer a troche y moche el comunismo retrógrado que ha inmerso a Cuba en una miseria degradante.
No son momentos para juegos electorales, que es solo parte del complejo proceso democrático. La crisis venezolana va más allá de las elecciones del 8 de diciembre (a las que debemos acudir imperiosa y masivamente). Urge una visión de país, que trascienda al año entrante. Una que defina las estructuras para reencausar a Venezuela en la senda del desarrollo y del primer mundo. Hoy por hoy urgen estadistas que tengan una visión clara de país, estadistas que sirvan de faro a las masas, sin desconocer, desde luego, los valores venezolanos.
No basta ganar elecciones (que luego puedan perderse). Hay que diseñar un país de todos y para todos. Una nación con visión de futuro y con un programa estructurado para crear progreso y prosperidad para la mayor suma posible de personas. Un programa de progreso y desarrollo que vaya más allá del siguiente período, de la inmediatez de las próximas elecciones.

Da vergüenza ver cómo la gente permite que se pierda la república en manos de incapaces, mientras espera para entrar a EPA (y para los que no comprenden el sarcasmo y el verbo figurativo, me refiero a quienes se desinteresan de todo, esperando ser ellos los afortunados para hacerse de dinero sin esfuerzo y sin importar mucho la forma). Desuela grandemente la apatía de una sociedad que no exige, que no le imponga al gobierno su voluntad (como el soberano que doctrinaria y constitucionalmente es) y que acepta servilmente las migajas que puedan – o quieran – darle. ¿Qué pasa en Venezuela? 

lunes, 25 de noviembre de 2013

Si uno supiera lo que el otro hace

Trato de comprender. Sin embargo, no me es fácil. Por un lado, el gobierno acusa a los sectores opositores de querer deponerlo (sin verdaderas acusaciones, salvo vagos señalamientos carentes de asidero). Asimismo, la oposición convoca a una reconciliación nacional (imposible en virtud de negarse una mitad del país de escuchar a la otra). Y fiel a mi credo, más bien ecléctico, supongo que la verdad se encuentra en algún lugar entre las dos versiones.
Cada uno entiende la realidad a su manera. O, como diría mi abuelo, cada quien mata pulgas a su modo. Y por ello, sea lo que haga la oposición, el gobierno siempre lo malentiende. Claro, su concepción de la realidad difiere mucho de lo que la otra mitad del país comprende, en especial sobre cómo debe gobernar. Y por ello, la oposición no tiene idea de lo que el gobierno pretende.
La verdad se encuentra entre una y otra idea de país, como ya lo dije. Y si bien pudo haber excluidos que resentían ciertas políticas erradas del pasado, no son las políticas del gobierno la mejor forma de solucionar los problemas de la gente pobre. Basta ver la terrible crisis económica para saber que así ciertamente no se gobierna. Hoy los pobres son más pobres y más dependientes del Estado. Y es que, de acuerdo al manual del buen revolucionario, a la gente aburguesada no le venden esa bazofia que es el socialismo.
Hay pues, una incapacidad de unos y otros para comprenderse. Y por ello, quienes gobiernan ven conspiraciones en una oposición que hace lo que ciertamente debe hacer, servir de muro de contención (cosa que ha hecho bastante mal). Y quienes se oponen a este gobierno no comprenden que para los revolucionarios no se trata de gobernar, sino de imponer el socialismo (a juro y por qué sí).
Al menos, si uno supiera lo que el otro hace, las cosas serían diferentes.


martes, 19 de noviembre de 2013

Mentalidad primermundista

Se dice, y puede que con razón, que los pueblos merecen los gobiernos que tienen. Y es así porque el liderazgo, de alguna forma, es reflejo de lo que cada pueblo es como sociedad. Ellos concentran el ideario colectivo. Por ello, durante catorce años, Chávez se mantuvo como un roble, a pesar de que su pésima gestión de gobierno es la causa de los males que estos causahabientes suyos han agravado exponencialmente.
En días recientes, el presidente, en un acto descaradamente irresponsable, llamó a bajar los precios a juro y por qué sí. Aún más, llamó veladamente a saquear, como una suerte de tribunal popular, ése que en tiempos de los jacobinos tomaba como prueba suficiente la mera acusación e impartía una falsa justicia, arbitraria y brutal. No dudo que la gente de a pie, que sale a diario a comprar leche, queso, huevos, azúcar y un sinfín de productos desaparecidos de los anaqueles por la estupidez económica de un gobierno anacrónico, se sienta satisfecha porque ahora sí le están dando duro al especulador, que no es otra cosa que una manifestación de la envidia: estoy jodido, pero ahora el rico también lo está.
Maduro es pues, el espejo en el que miles de resentidos se ven (como se veían también en Chávez y en otras épocas, en José Tomás Boves). Eso no dice nada halagüeño de nosotros, los venezolanos. Todo lo contrario, nos define como un pueblo envidioso, que agrede al exitoso y lo culpa del fracaso propio. Si bien hay cientos de miles de casos de jóvenes que aprovecharon las herramientas educativas ofrecidas por el Estado venezolano (no el gobierno) y son hoy por hoy, hombres y mujeres exitosos (muchos de ellos, exiliados por falta de trabajo e incluso, por agresiones contra ellos y sus familiares), asimismo lo es, sin embargo, que también abundan también los flojos, los irresponsables, que luego de crecer y percatarse del mundo tal como es, resienten el éxito ajeno, del que sí se esforzó por salir adelante, sin esperar al Estado benefactor que le resolviera hasta la más nimia necesidad.

Los países no se construyen con gente mediocre, que solo espera la dádiva del caudillo de turno. Con personas que se conforman con las limosnas que reciben de los líderes, sean los de antes o los socialistas de hoy. Un país se construye con gente crítica y responsable que busca su futuro, que lucha por él. Gente que exige sus derechos pero que también cumple sus deberes. Termino pues, estas palabras con una reflexión: tan privilegiado es el rico que compra prebendas, como el pobre, que por ese solo hecho cree merecer los privilegios y prebendas que demagógicamente le son obsequiados. Cuando entendamos esto, habremos dado el primer gran paso en la construcción de una Venezuela primermundista. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Gente de buena voluntad

La portada del diario El Tiempo, con un hombre sollozando escoltado por dos funcionarios del Estado, va presagiando lo que viene (y la respuesta del gobierno a este titular también presagia cosas por venir, nada halagüeñas). Lo que ha pasado con las tiendas de electrodomésticos (y que promete extenderse a todas los demás comercios sin importar el ramo) es una clara señal de lo que busca el gobierno. Nada bendito, dicho sea de paso. La perversidad del régimen no es producto de una economía impensada. Todo lo contrario. Si algo ha pensado el combo Giordani es eso precisamente, como destruir la economía para forzar al Estado a apropiarse de todo e imponer, de hecho, el comunismo. 
Los voceros nazis jamás iban a reconocer públicamente que planeaban exterminar a los judíos en los campos de concentración.  Asesinaron a más de 6 millones. Chávez no iba jamás a aceptar públicamente que su objetivo era quebrar la economía para adueñarse del país y entonces hacer de la gente una población menesterosa y dependiente del Estado (o sea del caudillo). Esta gente no da puntada sin dedal. Y no es, por cierto, ninguna novedad. Así se hizo en Chile, durante el pésimo gobierno del doctor Salvador Allende.
A Allende le salió al paso el establishment chileno, del cual Pinochet era solo uno más entre muchos. No veo razones para que, de seguir este proyecto arrasador, no le salga al paso a Maduro un demonio parecido (que desgraciadamente nos saldrá a todos por igual). La gente, sobre todo entre los ingenuos que creen que la inflación es producto de la especulación, podrá mirar con buenos ojos la inmediata baja de precios de algunos bienes (ajenos a la canasta básica). Sin embargo, repitiendo el refranero popular, eso es pan para hoy pero hambre para mañana. Y hablo de la forma más amplia posible.
Hay que votar. El 8 de diciembre podemos desmontar una de las grandes mentiras de este régimen: que ellos son una mayoría aplastante. Nunca ha sido verdad. Ni siquiera en el mejor momento del caudillo fallecido. Mucho menos luego de las elecciones del 14 de abril pasado. El país está dividido en dos. Y un país dividido en dos partes iguales tiene que dialogar, pero no en los términos propuesto por Chávez y ahora por Maduro, sino en términos reales. El gobierno ni debe ni puede silenciar a la otra mitad del país.

Sé que en el PSUV hay gente seria y de buena voluntad. También la hay en los sectores opositores. La oposición seria y esas voces sensatas dentro del oficialismo están en la obligación de hacerle frente común a los que cegados por un poder que solo parece absoluto, se han corrompido absolutamente y no ven el candelero que azuzan irresponsablemente, porque más allá de sus propios beneficios y de sus propias prebendas, no ven ni entienden nada. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Frankestein

Un amigo me refirió hace algunos que mientras sucedía el golpe de Estado que lo depuso, el presidente Allende preguntaba donde andaba Augusto (Pinochet), preocupado por su bienestar. Ignoro si la anécdota es real. Ilustra sin embargo como son las cosas en la política. Según he leído, a Pinochet lo involucraron en un alzamiento, organizado por otros militares, y él secuestró ese movimiento a su favor. Golpe de Estado, por cierto, que aplaudió, o cuando menos miró con buenos ojos, la mitad de Chile (porque ignoraban que una cosa es llamar al diablo y otra, verlo llegar).
Maduro puede que esté asesorado por los cubanos, como lo estuvo Allende (y no quiero comparar la calidad intelectual del expresidente chileno con la del heredero político de Chávez). Y por ello, viene bien recordar que el socialismo en Chile causó una distorsión catastrófica de la economía. Había dinero, pero no había qué comprar. La gente se apilaba en colas para comprar hasta una simple hogaza de pan. El modelo socialista quebró a Chile en solo tres años. La ofuscación del gobierno socialista de Allende, asesorado por cubanos, los condujo al golpe de Estado de 1973. Venezuela ha aguantado más tiempo porque tiene petróleo. Pero hasta semejante ingreso, como nunca antes tuvo este país, fue dilapidado por la estupidez socialista. Ni siquiera un ingreso billonario (más de un billón de dólares) pudo pagar una sociedad de zánganos. Hoy, esos zánganos roban las tiendas con la venia del gobierno.
Maduro juega con fuego, asesorado por unos dinosaurios incapaces de comprender la complejidad del mundo post-contemporáneo. Incentivar saqueos veladamente como válvula de escape a la presión que genera la escasez y la inflación puede volverse en su contra. Hasta ahora le ha sido útil. Ha calmado la arrechera popular. O, al menos, eso parece. Y puede que haya ganado algunos votos. Sobre todo entre muchos memos que aún creen que la inflación es producto de la especulación. Y puede que, a largo plazo (si es que acaso lo hay para este régimen), podrá imponer el comunismo, ayudado por la necesidad popular de encontrar lo que urge, aunque sea racionado.

Pero hay un viejo refrán popular y es que una cosa dice el burro y otra quién ha de arrearlo. Este “caos controlado” es como fumar en una fábrica de fuegos artificiales. Podrá creerse que se tiene control por un momento, pero basta una brizna encendida para prender el candelero.  Deberían recordar, si es que lo han leído, el relato de Mary Shelley sobre el doctor Frankestein y su horrenda criatura (“Frankestein”). Si no, léanla. Nunca se sabe que pueda ocurrir cuando se crea un monstruo. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

No entender a la boliburguesía

El gobierno no entiende. No se trata de una propaganda fascista destinada a crear una matriz de opinión (aunque ciertamente hacen uso del manual goebbeliano). Se trata de una creencia arraigada en buena parte del ideario venezolano. Una cosa es pues, que en un discurso prevaricador se hagan acusaciones infundadas y sobre todo, se cree la idea de un enemigo tan etéreo como lo es Samuel Goldstein en la excelente novela “1984”. Eso lo hacían Mussolini y Hitler como parte de su proyecto totalizante. Otra muy diferente que en verdad crean esas necedades. Y lo más grave es que en efecto, las creen.
Resulta una sandez hacer una cadena nacional para decirle al país que unos sitios en internet (tucarro.com, tuinmueble.com y mercadolibre.com) son responsables, junto con unos enemigos muy malucos en Estados Unidos (Miami), para causar la inflación agobiante y el exagerado precio del dólar (precio y no paridad porque, dada la política de soberanía impuesta por el comandante galáctico,  el dólar es hoy la principal materia prima en un país como éste, que todo lo importa). Y sin embargo, se hizo. Ya eso es muy grave.
El gobierno dista mucho de tener un programa coherente para impulsar mejoras en verdad perentorias. No cree en las medidas que inevitablemente deben tomarse, porque el comandante galáctico arruinó al país gracias a su proyecto delirante (y personalista). Basta ver el costo de la campaña electoral del 2012 (no creo posible que a esas alturas, Chávez no estuviese al tanto de su propia gravedad) como muestra de la magnitud de la irresponsabilidad de quienes hoy nos gobiernan.
El problema venezolano es sin embargo político. Aún más. Yo me atrevería a decir que se trata de una enfermedad social crónica de vieja data. Se trata de una concepción equívoca sobre el verdadero rol del gobierno y del Estado (que no son lo mismo, aunque nuestra herencia caudillista nos lo haga ver de ese modo). Por ello, la gente ha votado por caudillos, por líderes mesiánicos que les prometan (con la inevitable decepción posterior) una vida de confort y lujo sin mayores molestias que vocear por el líder de turno en plazas y romerías, como lo hacía Mussolini en la Piazza Venezia de Roma. 

Somos pues, un país distinto del que pudimos ser alguna vez. Nos domina una pueril idea izquierdista de una sociedad utópica (y por ello, imposible) y rechazamos cualquier oferta seria que nos ofrezca un genuino desarrollo, porque agrede nuestra idiosincrasia. Y he aquí el meollo de todo este asunto: no somos ese pueblo grandioso que fuimos alguna vez (y que independizó a cinco naciones). Somos los restos de un pueblo valiente, que ahora se ahoga en la ridiculez y la grotesca demostración de riqueza (que ni siquiera tenemos), que prefiere excusar su cobardía en un oportunismo triste, mediocre y carente de la ética que hace grande las naciones. Nos parecemos más a los boliburgueses que a los prohombres que en el pasado trataron de construir una nación independiente y próspera. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Héroes anónimos


Venezuela urge de gente comprometida. Hoy, leí un artículo de Carla Angola sobre una sobrina suya, víctima del cáncer. Su relato es inspirador, emotivo. Otro artículo publicado hoy, de Luis Vicente León, relata esa nueva ralea de oportunistas, jóvenes que han hecho de la vida fácil y del dinero mal habido un mal ejemplo, lamentablemente seguido por otros. Y la verdad es que uno y otro, invita a reflexionar sobre la clase de ciudadanos que queremos ser. O bien el joven motivo de burla en el artículo de León o la joven sobrina de Carla Angola, o, por el contrario, esos jovencitos que denigran del esfuerzo y del trabajo decente, cuya única ambición es demostrar descarnada y obscenamente cuánto dinero han amasado sin esfuerzo, aprovechando contactos y amigos y una insostenible diferencia entre el dólar oficial y el innombrable.
Espero que muchos elijan como ejemplos a la joven y valiente sobrina de Carla Angola. Ella es una heroína anónima que invita a reflexionar sobre nuestro genuino compromiso con nosotros mismos, con la comunidad a la que pertenecemos y, desde esa modesta y humilde posición de la intimidad doméstica, con nuestra nación y el planeta. Y digo como Luis Vicente León, no descansaré mientras pueda hacerle ver a las personas que Venezuela no necesita de oportunistas, sino de esos héroes anónimos que a diario dan todo lo que es posible dar, para ellos mismos, claro, pero también para otros.

Sé que Dios bendice a los que calladamente obran bien. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

La lógica ilógica

La izquierda no es seria. Al menos no ésa que acusa a Betancourt por los asesinatos de los jóvenes guerrilleros que se alzaron en armas contra la república (asumiendo el riesgo de morir por ello), pero omite las víctimas de sus acciones violentas. Se celebra así al llamado guerrillero heroico, olvidando que la salsa que es buena para la pava lo es también para el pavo. Y bien podría decirse en el futuro que Pedro Carmona Estanga fue un héroe bajo la misma lógica (no soy el que lo dice, desde luego).
Su afán por mitificar la guerrilla durante los años ’60, de la que procede el Comandante Galáctico como un resabio de líderes no pacificados (Douglas Bravo, Kléber Ramírez, otros más), les ha hecho incurrir en un error lógico. Una falacia pues. Y la razón que invalida su argumento es que la lucha armada no se justificaba. Y no se justificaba filosóficamente porque los cambios deseados entonces por la subversión podían realizarse dentro de las reglas democráticas. Su única razón para explicar un alzamiento cívico-militar (como el de Puerto Cabello en 1962) era la poca raigambre de su planteamiento en el ideario popular y el afán por conquistar el poder para imponer – y recalco este verbo, imponer – el modelo socialista (en su mayoría imbuidos  además por las enseñanzas bárbaras de Pol Pot).
El fracaso de los golpes de Estado desde 1959 hasta 1992 y el triunfo electoral de Hugo  Chávez en 1998 son prueba del profundo rechazo popular a las salidas no institucionales, como la planteada por la guerrilla venezolana en la década de los ’60. El rechazo al llamado Carmonazo en abril del 2002 es de hecho consecuencia de ese mismo repudio (más que un apoyo ciego al caudillo). La violencia planteada en los ’60 no era justificable, en primer lugar porque el modelo propuesto por la subversión carecía de aceptación popular, y en segundo lugar, porque su oferta podía realizarse dentro de la civilidad democrática (como lo previeron Teodoro Petkoff y otros líderes guerrilleros a fines de 1965).
Los delitos cometidos por los cuerpos de seguridad de entonces no son justificables. Todo lo contrario, son profundamente reprochables (y ciertamente enlodaron el intento real de construir una democracia). Sin embargo, el trato prodigado a los presos políticos de este régimen (Ivan Simonovis, María de Lourdes Afiuni y otros muchos más) no es menos bárbaro. La muerte del empresario Franklin Brito (sin excluir las infelices declaraciones del propio caudillo, así como de sus acólitos) resultó tan cruel como lo pudo ser la de Fabricio Ojeda o el profesor Lovera en los ’60.
No justifico la tortura bajo ninguna circunstancia. La repudio sea que se le aplique a presos políticos en las mazmorras de dictadores (sean de derecha o izquierda) o a terroristas en la base de Guantánamo (los genuinos hombres civilizados no hacen esas cosas). La tortura es ruin y envilece profundamente al esbirro (tanto al que la aplica como al que la ordena o permite). Sin embargo, volver sobre hechos que prácticamente cumplen medio siglo, como lo es el caso venezolano, carece de sentido. La mayoría de las víctimas y de los victimarios están muertos y, salvo reconocer la crueldad y la imposibilidad de justificar semejantes atrocidades, no resulta útil a la impostergable tarea de reunificar al país y encausarlo hacia el desarrollo y el progreso.
No hay héroes pues en las acciones subversivas de los años ’60. Hay resabios de esa herencia horrenda de caudillos y jefes de montoneras que hicieron uso de la violencia para hacerse del poder con fines inconfesables. Hay en los jefes de la subversión una convicción aunque sea muy íntima de que por las vías democráticas no había posibilidades de triunfo y solo la lucha armada (un golpe de Estado) aseguraría la victoria. Puede que lo nieguen hasta la muerte pero no hay otra explicación. Y en el fondo, esa verdad incuestionable confiesa lo que ninguno de ellos desea admitir: su modelo, el socialismo, no tiene cabida en la sociedad venezolana. 

Puntofijo: un acuerdo para la gobernabilidad

Ayer se cumplieron 55 años de la firma del Pacto de Puntofijo (se escribe así porque debe su nombre al punto más alto de la carretera entre Nirgua y San Felipe, nombre dado a la casa donde se suscribió el acuerdo por encontrarse indispuesto de salud su propietario y uno de sus firmantes, Rafael Caldera). Su único propósito era establecer unas bases mínimas para la campaña electoral y las elecciones a celebrarse el 7 de diciembre de ese año, dada la imposibilidad de una candidatura de consenso; así como crear un frente nacional de defensa de la democracia y proponer las bases de un programa mínimo de gobierno a cumplirse, indistintamente de quien resultase favorecido electoralmente (como lo fue Rómulo Betancourt, con el 49,18% de los votos).
Era una declaración institucional en defensa de la naciente democracia venezolana que bien puede resumirse en la aceptación de los resultados electorales por los candidatos, su compromiso – y el de sus partidos - con un gobierno de unidad (en el que las fuerzas políticas hacían un frente único ante las amenazas ciertas contra el nuevo orden democrático y reconocían a favor de la democracia todos los votos sufragados por cualquiera de los tres candidatos), así como la aceptación de unas bases comunes para fortalecer la naciente democracia por aquél que llegara a presidir ese primer gobierno democrático, incluyendo la redacción de un nuevo texto constitucional (el más longevo que hasta ahora hayamos tenido, 38 años), sancionada unánimemente por el Congreso Constituyente el 23 de enero de 1961 (incluido el PCV).
Si bien no fue suscrito por el PCV, mal puede decirse que el PCV quedó excluido del pacto de Puntofijo. Al cierre de la campaña electoral de 1958 fue complementado por una declaración de principios y un documento contentivo del programa mínimo común (esas bases mínimas aceptadas por todos los participantes como el programa de gobierno a seguirse indistintamente del resultado electoral), suscritos por los tres candidatos, Rómulo Betancourt por AD, Rafael Caldera por COPEI y el entonces presidente de la Junta de Gobierno Wolfgang Larrázabal (separado de la misma por su postulación y sustituido por Edgar Sanabria), por la alianza URD-PCV, por lo que el PCV aceptaba implícitamente los compromisos del pacto suscrito el 31 de octubre de 1958.
El Pacto de Puntofijo tenía previsto regir solo el primer período democrático (1959-1964), como en efecto sucedió. Luego cada organización fue asumiendo posturas más duras y desde luego, surgieron otras nuevas (como el MAS, el MEP, la Causa R y muchas más). Sin embargo, el III Congreso del PCV declara en 1961 que la lucha en Venezuela no puede ser pacífica y asume una postura beligerante, ratificada posteriormente por el Comité Ampliado del PCV en abril de 1964. Al suscribir la declaración de principios y el programa mínimo común complementarios, el PCV reconocía y aceptaba la idea esencial del pacto: crear un frente común para la defensa de la democracia y de la voluntad popular expresada electoralmente frente a salidas de facto, como la que ofreció de hecho el PCV con su propuesta de lucha prolongada de guerrillas. El PCV violó ese acuerdo de convivencia pacífica y justamente por esa razón terminaron excluidos. Solo el reconocimiento que hicieran primero algunos líderes subversivos militantes del PCV (como Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez) a fines de 1965 y luego el propio PCV, en 1967, sobre la imposibilidad de un triunfo militar de la guerrilla y la consecuente conveniencia de retomar la civilidad democrática permitió su reinserción plena en la política venezolana.
Sobre el pacto de Puntofijo se han creado muchos mitos. La verdad es que tan solo fue un acuerdo necesario para resguardar la democracia de amenazas violentas procedentes de la rancia casta perezjimenista (creyentes de las patrañas difundidas en estas tierras por la Escuela Militar de Chorrillos) y de la pequeña izquierda subversiva (influenciada por Marx y animada por el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959), como lo fueron las insurrecciones militares de los años siguientes (en las que podrían sumarse las de 1992). Cumplió su cometido, y por primera vez en el siglo pasado, un presidente popularmente electo entregaba el poder a otro electo bajo las mismas condiciones, y en 1969, AD aceptó el triunfo de Rafael Caldera a pesar de existir una mínima diferencia de votos (27 mil votos) con su contendor adeco, Gonzalo Barrios. Por primera vez un presidente electo por medio del voto directo, secreto y universal (Raúl Leoni) entregaba el poder a un presidente del partido opositor (Rafael Caldera), igualmente electo en las urnas.
Cabe señalar como conclusión y, sobre todo como enseñanza, que urge hoy un nuevo pacto para la gobernabilidad democrática de la República. Urge un consenso entre los factores democráticos dentro y fuera de la MUD, así como en el seno de la alianzas de partidos que conforman el gobierno, para dar cabida a un modelo verdaderamente democrático, que incluya a todas las corrientes del pensamiento comprometidas con los valores democráticos, pero no unos cualquiera que venga a ocurrírsele a alguien sino aquéllos aceptados por la doctrina.