martes, 17 de noviembre de 2015

¿Y después del 6 de diciembre?

Todas las encuestas, aun ésas vinculadas con el oficialismo, apuntan a una derrota semejante a la sufrida por el régimen militar polaco del general Wojciech Jaruzelski en 1989. Hay razones suficientes para creer que por primera vez, el chavismo está contra la pared y encara una derrota que sin dudas, puede costarle el poder.
Sabemos que la vía democrática al socialismo planteada por Salvador Allende en Chile fue una estafa. Lo único democrático fue la victoria electoral. Lo dice bien Carlos Alberto Montaner en un artículo sobre Maduro y sus conmilitones, la revolución no será entregada jamás. Dicho de otro modo, el poder no será cedido y las elecciones son solo una fachada para ocultar la verdad sobre esta revolución: es una dictadura socialista. Sí, ¡una dictadura socialista como ésa que rige en Cuba!
Hay además, mucho miedo sobre el porvenir. Las noticias que logran difundirse a pesar de la censura no auguran tranquilidad para quienes podrían verse sometidos a procesos penales por la comisión de delitos de lesa humanidad e incluso, de delitos comunes. Necesitan mantener el poder, aunque visto el grave deterioro económico y el creciente descontento popular, eso ya no parece posible. 
Supongo que el alto gobierno conoce su precariedad. Su discurso retórico es aun lógico. Desean animar a la gente que alguna vez creyó en ellos. Maduro carece no obstante del carisma de su predecesor y sobre todo, de la descomunal renta petrolera que favoreció a Chávez. Maduro en todo caso, recoge las consecuencias de tamaño despilfarro.
El gobierno parece tener dos planes, al menos por lo que puede recogerse en los medios. Uno sería hacer trampas para sumar votos. Desde el uso abusivo de los bienes del Estado para fines proselitistas y la cedulación de extranjeros, hasta la ubicación de centros electorales en los edificios de la Misión Vivienda (que dicho sea de paso, sus habitantes no poseen la titularidad sobre el inmueble) y el reacomodo de los circuitos electorales para lograr más diputados con menos votos (gerrymandering). El otro ya lo confesó Maduro: desconocer los resultados y gobernar con una junta cívico-militar, supuestamente con el apoyo popular, aunque debería decir con el reducto popular que aún les cree. 
¿Pueden ellos pagar el precio? Pueden creerlo posible pero no supone ello, que lo sea. Quien acude a un brujo para curar sus males cree que en efecto, sanará. Otra cosa es que en verdad sane.
No avizoro un venturoso año 2016. Por el contrario, los indicadores económicos apuntan a la profundización de la crisis mientras no se adopten los correctivos necesarios y éstos ejerzan sus efectos. Digamos, en todo caso, que ése es un trago amargo inevitable. Esto incide no obstante en la conflictividad planteada para el año entrante.
El gobierno enfrentaría una catástrofe si la oposición obtiene mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Los actuales reacomodos en el TSJ parecen obedecer a una estrategia post-electoral. La Sala Constitucional podría ser el comodín del gobierno para anular las iniciativas opositoras en la Asamblea. Este escenario luce muy probable. No obstante, el reacomodo de fuerzas, sobre todo ante un colapso al parecer inevitable, puede anular las aspiraciones totalitarias del régimen. Los diversos factores de poder pueden aliarse con una eventual nueva élite. Y no podemos descartar al sector militar, desde luego. Huelga decir las razones y lo que esto implica.
El año entrante promete ser catastrófico para el gobierno de todos modos. La gente comenzará a inquietarse cada vez más por la escasez y carestía de productos y servicios, como consecuencia de políticas económicamente inviables. Los conflictos entre los poderes públicos no van a resolver la crisis. Por el contrario, la van a empeorar. Es muy probable que cierren empresas y se destruyan empleos. Las manifestaciones van a colmar las calles, y, no lo dudo, el gobierno usará las fuerzas del orden público para reprimirlas. Pero cabe preguntarse, ¿están los militares y los jueces dispuestos a obedecer ciegamente? Queda claro algo, la carta del secretario general de la OEA y las investigaciones adelantadas por organismos extranjeros en contra de funcionarios venezolanos se ciernen como una espada de Damocles sobre los más débiles en una estructura de poder cada vez más frágil. 
¿Qué le queda al gobierno entonces? Depurar sus cuadros y luego, concertar con la oposición una transición del modelo económico, de modo que se recupere el mercado interno, mejorar la capacidad adquisitiva de la gente y lo más importante, crear un clima favorable para las inversiones, que es, sin dudas, la vía más expedita para repuntar la economía.
La rectificación política y económica luce inevitable. Puede ser un camino arduo y doloroso, si la tozudez se impone. No obstante, sin falsas promesas, puede ser mucho más llevadera si todos los factores de poder deciden actuar ahora. No propongo un golpe de Estado. Suelen ser atajos muy peligrosos. La idea es anticiparse a la complejidad política y económica del año entrante y desde ya dialogar con el mayor número de actores posibles, incluso con la disidencia dentro del PSUV, que de su existencia no tengo la menor duda.
Una mesa de diálogo en la cual se concilien soluciones podría ofrecer soluciones viables en el corto, mediano y largo plazo. Desde luego, hay que decirlo, los principios liberales son la piedra angular de esas negociaciones. Pero eso es tema de otro texto.