sábado, 20 de septiembre de 2008

El discurso de los necios

Un necio arengó. Voceó simplezas, majaderías carentes de fundamento académico, propias de la vieja ralea comunistoide, indigestada con frases manidas y sofismas. Cual verdulero, iracundo, echó chocarreramente al embajador de quien a pesar de todo, aún compra alrededor del 80% de nuestro petróleo, mandándolo a un lugar que sólo conocemos los hispanoparlantes, acusándolo de yanqui sin mayores atributos que sus semejanzas con el excremento humano.
El país escuchó de ese necio, que hoy ejerce un cargo para el cual carece de las habilidades requeridas, palabrotas, tacos, maldiciones y, sobre todo, amenazas que seguramente no podrá concretar, aun si quisiera. El país quedo atónito, ante la vulgaridad de quien ejerce la primera magistratura nacional. Algunos podrán creer que simplemente enloqueció, aunque nadie le vio comer de aquello que según las doñas de antaño, sólo los locos comen.
Puede que esté enardecido, en parte porque de verdad se creyó esa fábula imbécil de la izquierda revolucionaria (que loa a Cuba pero vive en París) acerca de los Estados Unidos, pero lo está en mayor parte porque el futuro, como lo refiere Argelia Ríos, le apuró al paso. Cual Pedro, gritando que viene el lobo, descubre que sus necedades son desoídas por las masas que en vez de creerle sus clamores de auxilio, claman soluciones efectivas.
Como todo aquél que miente oficiosamente, se encuentra enmarañado en un embrollo de embustes, discursos maniqueos, perspectivas distorsionadas o convenientes de la realidad. Y como todo aquél que miente oficiosamente, termina por encontrarse desnudo, incapacitado para ocultar las partes pudendas de su proyecto político. Y lo que el pueblo ve resulta en verdad grotesco.
Ahora se desespera. Como los necios, aprendió sólo a medias y hoy, cuando su discurso ya resulta tedioso, se desespera ante la imposibilidad para convencer a sus congéneres, porque hace rato que muchos ya no le creen y ni hablar de quienes jamás le creímos. Mira con horror el porvenir inmediato: la derrota plebiscitaria de noviembre próximo y especialmente, la consecuencia irremediable de su desdén hacia los temas económicos.
Su proyecto se va por el desaguadero como las aguas puercas.
El entorno radical perderá más de lo que parece. Una corriente creciente de críticos del gobierno, procedentes de la revolución, puede ganar espacios junto con los candidatos opositores, reduciendo formidablemente la radicalidad. Una vez ocurra esto, la revolución y los extremistas, seguidores de esa idiotez de “patria, socialismo o muerte”, sufrirán derrotas semejantes a la que ya ellos mismos padecieron en 1962, 1963, 1967 y, mundialmente, en 1991.
Cuando estalle el caos económico, inevitable a estas alturas, la radicalidad enfrentará la realidad cruda. Ese populacho, timado (como lo ha sido el pueblo de Cuba durante medio siglo), se echará al medio de la calle, frenético, anárquico, tal como lo hizo en febrero de 1989. No sabemos si el ejército se atreva a echarse al hombro, otra vez, ese bacalao podrido.
La radicalidad ya suma dos períodos constitucionales de los anteriores, desgobernando, destruyendo… A estas alturas, ya se le acabaron las excusas y los chivos expiatorios. ¿Qué hará entonces?
A los radicales ya se le hizo tarde.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra

Juegos riesgosos

Ignoro si un panfleto cuartelario citaso por Noticiero Digital existe o no, pero podría ser cierto. Por lo menos, cabría la posibilidad de que en efecto, un número desconocido de nuestros soldados estén descontentos. Siempre he creído que las Fuerzas Armadas no difieren gran cosa del resto del país y, al igual que muchos, rechazan la idea de Estado que esta “revolución” pretende crear, aun a espaldas de la voluntad popular.
Infiero que antes los oficiales, suboficiales y tropa profesional mantuvieron una postura neutra mientras el gobierno no hizo alardes tan burdos de saltarse a la torera la constitución y las leyes, como viene haciéndolo desde su derrota el 2 de diciembre pasado. Tal vez en el pasado creyeron que en el peor de los casos, se trataba tan sólo de un gobierno malo más. Probablemente ahora temen que eso sea mucho más grave, si el panfleto es verdadero, claro.
El líder de esta revolución perdió el norte después del fracaso de su “proyecto de reforma constitucional”, instrumento perfecto para conferirle poder absoluto sobre todos nosotros. Desconozco las causas del jefe de este tinglado deplorable para comportarse tan torpemente. Pero, sea cual fuere la razón de su error, Chávez luce desesperado. No dudo, desde luego, que integrantes de las Fuerzas Armadas se opongan a la idea de ser fantoches de un hombre, cuya conducta emula peligrosamente al führer, sobre todo en sus aspiraciones totalitarias.
A pocos días del triunfo opositor frente al proyecto de reforma constitucional el 2 de diciembre, Chávez lo llamó “victoria de mierda” y amenazó con una ofensiva para adelantar el proyecto, como lo dijo Miguel Henrique Otero durante la presentación del Movimiento 2D. Veamos un instante de qué se trata todo esto.
En 1793, los jacobinos franceses encontraron un escollo enorme para el triunfo de la revolución. Cinco ejércitos extranjeros ocupaban Francia y confluían hacia París. 60 de los 84 departamentos se encontraban en rebelión contra el poder central. Al oeste se desarrollaba una cruenta guerra civil campesina. Por último, aparece la presencia poderosa de los contrarrevolucionarios. El barón de Montesquieu había previsto este peligro medio siglo antes. Los jacobinos enfrentaban el reto de crear al “nuevo hombre” y el terror parecía ser la única manera de instituir “la virtud”. A partir de entonces, los soviéticos rusos, los fascistas italianos y los nacionalsocialistas alemanes, así como las otras formas totalitarias (en su mayoría comunistas), repitieron la misma fórmula. Ésta redunda en ese modelo que no sólo acabó con los jefes jacobinos – en su mayoría guillotinados -, sino con los otros regímenes que han empeñado el odio y la inquina para imponerse.
El afán de Chávez por reformar el currículo educativo desde el inicio de su mandato en 1999 persigue “crear al nuevo ciudadano” y, de haber logrado la imposición del decreto 1.011 entonces, otro hubiese sido el resultado del referéndum del pasado 2 de diciembre. Su inefable maestro lo hizo en Cuba. El apoyo soviético, traicionando así los “ideales” revolucionarios, apuntaló al régimen castro-comunista. Y ése es el escollo que su pupilo no ha logrado superar. El jefecito de este tinglado carece de una potencia desarrollada que le ayude a apuntalar su proyecto.
¿Qué le queda? ¿Cómo actuar? Sus alianzas suramericanas no lucen fiables. Los gobiernos de Chile, Uruguay, Brasil y Argentina responden a sus conveniencias más que a un compromiso con el credo de Chávez. Ecuador, Nicaragua y sobre todo Bolivia carecen de la fuerza suficiente. Bolivia se encuentra al borde del caos por el referéndum del próximo 4 de mayo. El país andino ha experimentado en el curso de su historia republicana alrededor de 200 golpes de Estado. Dudo que Daniel Ortega o Rafael Correa puedan ayudar mucho. Su gran aliado chino tampoco parece muy interesado en seguir su discurso ideológico, menos después que aprobara la propiedad privada de los bienes a fines del año pasado.
Casi todos los gobernantes suramericanos proceden de la izquierda. Pero la gran mayoría responden a esa visión inteligente, incompatible con la borbónica que propone Chávez. Y, para colmo de males, Castro, enfermo, ve como su propio hermano echa la revolución al desaguadero. Entonces, ¿qué puede hacer? Acaso, ¿suceder a Fidel Castro como adalid antiimperialista? Seguramente.
En el ámbito doméstico, Chávez enfrente crisis harto peligrosas. Una de ellas, la corrupción galopante, descompone la idea que sus seguidores tienen de él y desde luego, de su proyecto. Quizás no tanto por la corrupción de los funcionarios, sino por la ostentación de personajes muy cercanos a él e incluso, la suya propia. Otra de las amenazas que este tinglado enfrenta es el deterioro económico y la incapacidad de los jefes revolucionarios para ofrecer soluciones reales al decaimiento de la calidad de vida de la clase media. Por último, la fragmentación del PSUV, engendro neonato del MVR tratando de sobrevivir, puede extinguir la hegemonía presidencial sobre los gobiernos regionales y su “geometría del poder”. Sobre todo, si la oposición respeta su acuerdo de ofrecer candidaturas unitarias.
El caudillo, que no ha tenido pudor para mostrarnos sus miedos paranoicos, debe estar aterrado frente al escenario por venir. Seguramente cree a pie juntillas que Estados Unidos orquesta su defenestración. En especial porque en sus delirios escucha a gente que aprovecha sus miedos irracionales para venderle teorías conspirativas absurdas. Por eso, su jugada en los próximos meses puede ser peligrosísima.

Ensillando al burro

No soy experto comunicacional. Sin embargo, descubro o, ¿intuyo?, una diferencia formidable en el lenguaje cotidiano de los medios. No me refiero al verbo inteligente y siempre corajudo de Milagros Socorro o de otros, que como ella, se resisten a doblegar su voz. Me refiero al cronista medio, ése que desde el 2004 hasta hoy, se limitaba a un discurso políticamente correcto. Leo la prensa caraqueña y provincial y encuentro un discurso mucho más contundente. Más pugnaz.
Los desvaríos del presidente son enunciados sin tapujos ni reservas por los cronistas políticos. Cada vez con mayor desparpajo se expresan no sólo las quejas, sino además la necesidad de contener esto e incluso, de la inminencia del fin. Como ocurre en esas películas trilladas, donde uno intuye el momento de inflexión hacia el desenlace.
Chávez se apuesta todo. Apura un modelo rechazado por un 80% de los venezolanos, que, de ser ciertas las encuestas, arroparía a los que aún creen las pendejadas del dueño de este circo. Quizás por eso, las voces opositoras hayan entendido cuál es el juego verdadero del comandante. Aunque lo hayan hecho tardíamente.
El lenguaje de los medios dejó de ser taimado. Las críticas surgen sin pudor ni piedad. Se le ataca sin misericordia… me recuerda mucho la víspera del 11 de abril de 2002.
No creo que se reedite del mismo modo. Sin embargo, de aquel momento, ceo que dos cosas pueden repetirse: la actuación reactiva de la oposición y la salida de Chávez… Si vuelve o no, no lo sé.
Creo que Chávez desea un golpe de Estado. Infiero varias razones para jugarse esa carta tan riesgosa. En primer lugar, la crisis económica que se avecina y que, después de una década gobernando, mal puede adjudicársela a otros. Si lo destituyen del cargo, no sólo lo victimizan, sino que además, le ahorran tener que enfrentar a un pueblo arrebatado. Otra razón puede ser que, de ocurrir un golpe de Estado malogrado, podría instituir un estado de excepción indefinido. Más que imponer su reforma, burlaría así la fecha cierta de salida que hoy gravita sobre él.
Claro, una cosa dice el burro y otra quien ha de ensillarlo.

Unas palabras por la paz

No quiero hablar de Chávez. Prefiero reflexionar sobre la paz necesaria para impulsar el desarrollo nacional. Leyendo una biografía de San Francisco de Asís, de quien mi madre tomo el nombre para mí, encontré algo bien interesante – y hermoso – acerca de la paz. Ésta no se limita a la ausencia de conflictos. La paz comprende además de una relación cercana y cotidiana con Dios, una sociedad justa y misericorde. Quienes no profesan credo alguno, al menos podrán coincidir sobre esto último.
Sobran los voceros que pregonan la paz y la justicia social. Sin embargo, no escatiman las agresiones. Y, sin llegar a la idiotez de banalizar la necesidad de una sociedad justa y pacífica, creo que, como colectivo, debemos poner aparte las diferencias entre aquéllos que siguen al presidente, quienes, como yo, le adversamos, y los que son indiferentes al tema político, y esforzarnos por construir una patria y un mundo mejor.
En uno y otro bando debemos perdonar, de corazón y realmente, las agresiones. Éstas no conducen a nada. Los indiferentes deben asumir una posición más responsable. Sólo así podremos dar el paso necesario: pasar la página y seguir adelante. Sin embargo, la paz empieza con el ejemplo. E insisto, no hablo de la banalización del discurso pacifista. Me refiero a la convicción interior de cada quien sobre lo que queremos como sociedad y actuar, cada uno, dentro sus posibilidades para que es sea realidad. La paz y la justicia social no son un fin. Son un tránsito interminable en el que siempre surgirán obstáculos. Una vez que asumamos eso, podremos sobrellevar la carga que comporta la construcción de una sociedad justa.
No creo que se trate de seguir modelos impuestos, endiosando a seres humanos, cuyo comportamiento resulta por lo menos, dudoso. No se trata tampoco de imponer éste o aquel modelo político, sino de asumir el desarrollo como algo íntimo. El desarrollo nacional vendrá por añadidura. Dudo que sacrificarse, como los ascetas, ayude a hacer de éste un país mejor. Gozar de bienes materiales no ofende a Dios - y por ende, no debe ofender al hombre – si su origen es honesto. Así mismo, carecer de ellos tampoco debería insultar al Señor, si no se debe a la pereza. La verdad es que cada cual es amo de sus decisiones y lo que importa – al Creador, para quienes creemos, y a los hombres, para los ateos – es que esas decisiones sean honestas.
Quiero un país y un mundo mejores. Creo que para lograrlo, no urgen revoluciones y mucho menos, eventos violentos. Anhelo que en efecto, lo logremos como resultado del amor, sincero y desinteresado, y, obviamente, de la decisión responsable y honesta de hacer lo que se desea y poseer lo que se causa.

Contragolpe

Los defensores de Chávez nuevamente nos relatan fábulas. José Vicente Rangel asegura que se está reactivando el proyecto de magnicidio. El propio Chávez ha salido al ruedo y en su show dominical ha “amenazado” a “quienes siguen preparando golpes de Estado” y que “él no es el mismo del 2002”. Incluso, botó una perla más y les advirtió que “cuidado y no llegan a viejos”.
Debió decir, en todo caso, que él no es el mismo de 1992 y del 2002. En las dos oportunidades se asustó. Hoy, dudo que el coraje del cual carece aflore para mantener la calma a la hora de enfrentar un golpe de Estado. Sin embargo, puede estar quieto. Tal vez haya alguno que otro atarantado que desee salir de esto cuanto antes y a cualquier precio. Ésos, creo, son minorías tan torpes como lo es este gobierno.
Al parecer, la oposición no está dispuesta a jugarle el juego a Chávez. Al único que le conviene un golpe de Estado es al propio Chávez. Así le salvarían el cuero a la hora de enfrentar la ira popular venidera. La situación económica es tan desastrosa que deberán adoptarse medidas agrias para paliar lo que resulta previsible cuando se gasta más de lo que se gana.
Impuestos, devaluación de la moneda y liberación de las tasas de interés son sólo las primeras medidas previsibles. El plan socialista de Chávez necesita mucho dinero y ya se lo gastó, comprando besos de putas por aquí y por allá para que le resguarden en la OEA. El muy bruto, además, lo dijo. ¿Qué hará el pueblo cuando le pidan que apriete la correa?
Este gobierno ha despilfarrado 700 mil millones de dólares. Los ingresos recibidos por éste superan con creces los que haya recibido cualquiera antes. Y sus obras son paupérrimas. Un puente de poco más de un kilómetro, más caro que la represa de las Tres Gargantas en China. Un trencito de juguete que según los malhablados, le arrebata la luz a Charallave cada vez que arranca. Y las misiones, punta de lanza del gobierno. Pero éstas empiezan a mostrar sus fallas estructurales, propias del que pretende curar un cáncer con agüita del papelón y emplastos de ruda.
Chávez anhela un golpe de Estado. Quizás no espere que prospere, por aquello de no perder el poder. Pero sí que le dé carta abierta para decretar un estado de excepción y gobernar por decreto, solo. Como él quiere. Así no sólo acaba por controlar e imponer el socialismo, sino que además, burla el cerco que hoy le asfixia: el fin inexorable de su mandato en enero del 2013.
Puede fracasar en su empeño. Claro. Puede que una insurrección – quizá forzada por su afán de provocarla – acabe con su mandato… y, ¿quién sabe si algún atrabiliario, con su vida? Ojalá tal despropósito no ocurra. Y no lo digo porque valore la vida de un hombre al que le importa muy poco la vida de los demás. Lo digo porque rechazo la violencia y porque creo que Chávez debe encarar el fracaso de su gobierno y, una vez que le dé la cara al pueblo, tenga la decencia de renunciar al cargo que tan deficientemente ha ejercido.
Tal vez decida huir. Claro, como último recurso. Puede que confíe en la buena voluntad de los sediciosos, quienes, forzados por sus extravagancias y provocaciones de guapetón de barrio, negocien una rendición. Así transfiere el testigo, caliente como un brasero, a su sucesor. Sin embargo, desde el extranjero, revelará su propia naturaleza y aprovechará el desastre económico que nos ha legado para azuzar la situación doméstica. Entonces, él piense que seguramente podría reeditar una entrada triunfante en Caracas…

Un después

Estoy asustado. Claro, soy un hombre sensato que intuye pesadez en el ambiente. Una pesadez fétida. La conducta oficial es retadora. Tal vez propia del que busca pelea. Chávez y sus conmilitones parecen fieras agazapadas. Aguardan el momento perfecto para dar el zarpazo.
Al caudillo parece importarle poco que dirán las naciones. Quizás crea que las compró con su petrochequera. Tal vez y sea cierto, incluso. Emulando otras veces, se apresta a crear zozobra y violencia. Se juega a Rosalinda. Tranca el dominó porque en esa jugada es hábil. Y tengo razones para creer que le interesa poco la vida de propios y extraños. A estas alturas, seis años después, nadie ha logrado borrar las primeras palabras del general en jefe Lucas Rincón Romero: por los hechos acaecidos en la ciudad capital el día de ayer. Tampoco la consumación de ese fraseo, confesión de parte: la cual aceptó.
Imagino a Chávez urdiendo un enfrentamiento que le permita decretar un estado de excepción. Porque éste luce como el único camino hacia el principal propósito de su malhadada reforma: reelegirse indefinidamente. Por eso regala lo que ni es suyo ni le pertenece. Busca comprar conciencias. Persigue alquilar amistades. Claro, omite que es de tontos creer en besos de puta. Pero por ahora las meretrices le juran amor eterno. Y quizás sea eso lo único que le interesa… por ahora.
Sanciona leyes inconstitucionales y, sobre todo, propias de un dictador. Como aquéllas que se inventó el Tercer Reich para ejecutar “la solución final”, amprados en la teoría positivista del derecho. Amenaza como guapetón de barrio. Ya sabemos que él desea ser el mandamás. Impone decisiones maniqueas destinadas a cercenarle posibilidades a todo aquél que asemeje una sombra de líder. Abusa del poder. Impone candidaturas contranaturales en las regiones y localidades. Confisca bienes… ¿Y qué es todo esto?
Huelo a pólvora. Sé que las masas opositoras intentan evitar caerle en el juego al guapetón de barrio. Pero, ¿es posible a largo plazo? Creo que no. Chávez tiene a las instituciones domadas y comprados una parte importante de los votos en la OEA. Así es aunque suene feo. Ojalá y los líderes opositores superen sus comportamientos básicos y por un momento antepongan un interés superior y común a sus rencillas personales para construir un “después”.

sábado, 6 de septiembre de 2008

¿Hasta cuándo?

Chávez surgió del reducto douglista. Anacrónico entonces. Hoy, una criatura antediluviana. Ignoro si compró esas ideas antes o después de su ingreso a la Academia Militar. Como suele ocurrir con estos personajes, él y el imaginario popular han inventado fábulas. Pero poco importa esto. Él es de todos modos, comprador de esa baratija ideológica vendida por Douglas Bravo desde el Frente Guerrillero José Leonardo Chirino en las sierras de Falcón. Y la verdad me interesa poco o nada si les agradan estas palabras mías. Esa oferta es probadamente infeliz. Sólo siembra pobreza y cosecha violencia.
Basta leer la entrevista que le hiciera Agustín Blanco Muñoz entre 1994 y 1998 para comprender que pese a llamarle socialismo del siglo veintiuno, este tinglado no es más que una versión del mismo comunismo nacionalista camboyano de Pol Pot. Así de simple. Así de horrendo.
Chávez no ingresó a la Academia Militar por una vocación castrense. Ni sus amigos de entonces le creyeron. Y es comprensible. Su personalidad dista de las cualidades propias del líder verdadero. El 4 de febrero de 1992 se escondió en su otrora escuela mientras sus compañeros de armas hacían lo suyo. Se excusó en la falta de comunicación con sus tropas… aunque desde la Planicie hasta Miraflores no hay más que una carrerita apurada. El 27 de noviembre de ese mismo año, en lugar de apoyar el golpe de los oficiales de mayor rango, fracturó el movimiento y con ello, su posibilidad de triunfo. El 11 de abril de 2002, mientras otros daban la vida por él y su proyecto, se escondió detrás del Cardenal Velasco, y al decir de los deslenguados, enjugó sus lágrimas y limpió sus mocos en la sotana del prelado.
No enfrenta las adversidades. Al contrario, huye. Se amilana. Esas no son cualidades marciales.
Una vez adentro, trató de vender su mercancía. Nadie compró su discurso demodé y sus clichés. Lo intentó, claro. Sólo que sus tentativas fueron pueriles. Cuando mucho, zoquetadas de un teniente, dos sargentos y tres soldados trasnochados, como aquel Ejército de Liberación del Pueblo de Venezuela. Quizás le escuchaban sus arengas, por aquello de que el tuerto es rey entre ciegos. Pero ese movimiento sedicioso mal podía crecer más allá de una habladera de pendejadas.
Se unió luego a conspiradores de oficio. William Izarra y la gente de ARMA. Al grupo de Ramón Guillermo Santeliz. Pero éstos conspiraban por otras causas. Injustificables, desde luego, pero ajenas al credo comunista. Tal vez reivindicaciones castrenses o, lo más probable, el mismo militarismo chorrillero de siempre que desgraciadamente despierta de tiempo en tiempo en los cuarteles venezolanos.
Hubo desencuentros, ¿delaciones?, ¿traiciones? La gente de ARMA con los Bolivarianos. Entre éstos, sobre todo Chávez… con Arias Cárdenas. Al extremo de plantearse el asesinato de ambos. Sin embargo, el golpe se dio. Tal vez voceado, al menos en los pasillos de la UCV. Claro, por culpa de Chávez y su afán – entonces – por involucrar civiles. Pero siempre delatados, ¿por René Gimón Álvarez? Chávez afirma eso.
El golpe no prosperó. Tampoco su réplica. Metieron la pata. Dos veces. El primero, porque estuvo mal planificado. Sobre todo las acciones de Caracas, tal vez porque su comandante prestaba más atención al proselitismo que a las clases. El segundo, porque Chávez fracturó el movimiento. En lugar de oficiales uniformados, vimos por la TV a un patán malhablado, vestido con una franelita rosada. Todos acabaron presos, salvo unos pocos que huyeron al Perú.
Chávez se olvidó de sus camaradas. Otros nuevos amigos se pasearon por las celdas de Yare. Domingo Alberto Rangel y sus anacrónicas posturas abstencionistas. Sus amores fueron breves. Más tarde llegarían José Vicente Rangel y don Luis Miquilena. Ellos sí podían llevarlo a la presidencia. ¡Y lo hicieron! Malhaya. Como otras veces, ¿los usó? Puede ser. Atrás quedaban sus amigos, camaradas, obligados, dadas las circunstancias, a unírsele. Como muchos, hoy se le han apartado antiguos compañeros. Le acompañan sólo los desvergonzados.
Carlos Melo, Jorge Olavarría y Luis Miquilena son sólo tres de los otrora camaradas del comandante. Sus verdaderos propósitos han decantado a los que quizás depositaron alguna esperanza en él. ¿Ingenuos? Tal vez. Pero sin lugar a dudas, estafados. Y eso es Chávez. Un gran estafador. Claro, buen mentor le enseñó las artes de la engañifa y el embeleco. Su moribundo amigo antillano.
Chávez siempre ha jugado su propio juego. Los demás han sido – y serán – monigotes de su tinglado.
Por eso, después de su triunfo, arengó mentiras en las puertas del Ateneo de Caracas. Clamaba por la unidad nacional. Su popularidad se disparó. Juró sembrar la armonía y la paz en Venezuela. Una vez asumió su cargo, sin embargo, fracturó al país en dos bloques: los que estaban con él y, por argumento en contrario, los que estaban contra él. Vinieron los sucesos del 11 de abril. Se acobardó. Renunció. Reconoció su responsabilidad en la masacre del Silencio… ¿O no? ¿Acaso el general en jefe Lucas Rincón Romero no dijo que por los hechos acaecidos en la ciudad de Caracas esa tarde se le solicitó al presidente su renuncia y que él había aceptado? ¿Entonces?
Perdió el poder. Pero, por suerte para él y desgracia de nosotros, Raúl Baduel lo trajo de vuelta. Hoy, este general trisoleado jura enemistad hacia Chávez pero por algún conjuro, nadie le cree.
Aterrorizado, Chávez prometió, de nuevo, paz y amor. Pero vimos donde acabaron sus promesas… 25 mil personas despedidas, millones más segregadas por una lista inmunda que uno de sus acólitos (sumado ahora a la lista de nuevos enemigos) creó para acusar a quienes pedíamos un referendo para revocarle un mandato al que renunció el 12 de abril… Mejor dejamos de contar.

martes, 2 de septiembre de 2008

La salsa del pavo…

No soy amigo del refranero, pero reconozco que en éste hay implícita una sabiduría ancestral. Y ésta bien dice que la salsa del pavo es también buena para la pava. Pero los refranes expresan la sabiduría que emana de la gente llana (me resisto a decir que pueblo es sólo la parte de la población de menores recursos) y esa gente no está ideologizada. Por eso, en el caso de Chávez y sus acólitos, la salsa que bien sirve para unos (nosotros), obviamente no es útil para otros (ellos).
Hoy Patricia Poleo dedica parte de su columna a la cólera del jefe porque se meten con su hija (de la cual sólo se dijo que era preparada para sucederle, lo que no luce ofensivo salvo que existan oscuras intenciones de quien se siente ofendido) mientras Mario Silva y otras cloacas del régimen celebran la murete del hijo de Leopoldo Castillo, por ejemplo.
¿Acaso Leopoldo Castillo no merece el mismo respeto ante algo tan desgarrador como la muerte de un hijo? O, ¿no les conmueve el dolor de Mohamed Merhi? O… ¿será que la vida del bedel de VTV, asesinado a mansalva por las tropas de Jesse Chacón durante el 27 de noviembre, importa un rábano?
No traje ese caso, deleznable, por casualidad. El ministro Izarra ha dicho sin pudor alguno que en este país no hay presos políticos sino reos de delito por el golpe de Estado del 11 de abril. Cito, nuevamente, al refranero popular: por la boca muere el pez.
Si mal no recuerdo, el TSJ, éste TSJ, dictaminó que el 11 de abril no hubo un golpe de Estado. Recuérdese la manifestación oficialista de rigor, liderada por Juan Barreto, cuya figura no puede ocultarse bajo chamarras y capuchas propias de los ñángraras ucevistas (de décadas pasadas). Si no hubo el acto sedicioso, ¿cómo puede haber reos por un delito que no se perpetró? Lo digo de un modo llano: si no hay asesinado, no puede haber asesinato y por lo tanto, tampoco asesino, ¿no? Sin embargo, el jefe de este tinglado triste e infeliz sí cometió ese delito, el de sedición y, como resultado de éste, también el de asesinato. ¿O no? ¿O los 15 muertos que hubo por la toma de VTV no cuentan?
Digamos que a ellos se les sobreseyó la causa (por amenazas militares que en vez de hacer su trabajo, están husmeando en los asuntos civiles). Y que sobre ellos sólo gravita la sanción moral que deberíamos haberles impuesto en su momento… o lo que es lo mismo, haberse abstenido de votar por Chávez y su oferta engañosa.
Pero, a los fines de este artículo, el asunto, visto desde la óptica del gobierno (régimen), funciona así: la salsa del pavo es buena sólo para éste y para la pava será aquélla que el “líder” decida.
Chávez es un ignorante dogmatizado. Lamento tener que ser tan diáfano pero a la edad de nosotros, las sutilezas son excusables. Su visión del mundo pasa primero por el cristal de su anacronismo (sin mencionar la estrechez de su formación académica). Su idea de la realidad se basa en que él es amo de la verdad y, fuera de ésta, todo lo demás es falso. La sinrazón por la que se empeñó tanta majadería para cambiarle el nombre al república estriba precisamente en esto. Chávez es el oráculo del bolivarianismo y lo que él diga que es, es. Así de simple. Aunque sea una idiotez mayúscula (huelga decir que normalmente lo es).
Su alzamiento, injustificado (y prueba de ello es que luego accedió al poder por medios democráticos que quienes hoy son objeto de su ira respetaron cabalmente), fue bueno y, de tiempo en tiempo, no deja de ensalzarlo durante sus arengas. En cambio, uno contra él es sinónimo de traición al pueblo. Claro, porque su idea ególatra de la realidad le hace confundir al pueblo (o sea todos, aun los ricos y poderosos y todos los que le son adversos) consigo mismo.
Por eso su hija es más importante que los hijos muertos, asesinados por la violencia de su discurso. Como lo fue Keyla Guerra en la Plaza Francia de Altamira. Por eso, los muertos de VTV durante la toma el 27 de noviembre de 1992 son excusables… Pero marchar con pitos y banderas, pidiendo dentro del marco legal la renuncia del presidente es un hecho imperdonable. O acudir a la plaza Francia de Altamira a saludar unos militares que actuaban pacíficamente fue motivo de ejecución sumaria. Jesse Chacón rogó por la presencia de un fiscal del Ministerio Público en las instalaciones de VTV, para entregarse el 27 de noviembre (y en efecto, su captura se hizo conforme al procedimiento), pero el 11 de abril por la tarde, Chávez ordenó activar el Plan Ávila contra una muchedumbre indefensa. Chacón (y los demás responsables de las muertes en VTV) pagó un par de años en Yare. Sin embargo, 25 mil familias fueron echadas de sus casas y los niños de sus colegios por una maniobra política que, según el propio presidente, fue pensada con antelación con un objetivo político.
Claro, todo lo que Chávez haga es correcto. Él es el líder infalible. Todo lo que la oposición haga es delito (porque somos una banda apátrida que preferimos ser maltratados y dar la lucha que irnos a cobrar el supuesto cheque que la CIA paga a no sé cuantos). Desde luego, sus amistades (de Chávez) van reduciéndose a Mugabe, Evo, Correa y alguno que otro pichón de dictador que la pusilanimidad mundial ha permitido florecer.
No crea usted que la salsa que guarnece al pavo opositor es la misma que ensalza a la pava gobiernera…

Del contrato del mandato…

El vocablo mandatario, del que procede el término “primer mandatario”, pertenece al léxico jurídico. Refiere al que obra por cuenta y en nombre de otro. Basta una lectura fugaz sobre el concepto de ese contrato para comprender que el “mandatario” no es jefe. No manda. Éste obra por cuenta y en nombre de otro que le manda (el mandante). El jefe del Estado y del gobierno venezolanos no es un mandamás (al menos, constitucionalmente). Es un mandatario del pueblo. Ése y no otro es el que manda. Chávez debe en consecuencia obedecerle, aunque no le guste como pensamos y aunque crea que merecemos lo peor.
Pueblo, no obstante, somos todos. No sólo aquéllos que confiaron su voto en el actual presidente. Aunque al caudillo le cause cólicos, yo y toda la oposición también somos pueblo. Ergo, parte de sus mandantes. Y de antemano lo digo, yo no me siento representado por el presidente. Creo además que la mayoría siente lo mismo. El 2 de diciembre pasado, el pueblo fue diáfano acerca de este tema. ¿O no?
Hugo Chávez cree que ser presidente equivale a ser el mandamás de un matacán. Cree que Venezuela es un cuartel y los venezolanos, un montón de soldados rasos, obligados a obedecerle sus majaderías. Muy a su pesar, así no son las cosas y su militarismo me importa un bledo. Soy civil y por lo tanto, no me subordino ante ningún sargento.
El presidente está obligado por la ley a cumplir un mandato popular que, dicho sea de paso, es por tiempo limitado. El presidente no manda, ¡obedece! Al pueblo y a la ley. Aquél ya le dijo que su propuesta socialista de diciembre no va. Y no va. Fin de la discusión. Si no le gusta la decisión del jefe, pues es libre de renunciar al cargo. De hecho, de haber tenido dignidad y compromiso verdadero, el 3 de diciembre hubiese renunciado, como lo hizo Vicente de Emparan aquel Jueves Santo.

¡Basta de ofensas!

Chávez amenazó con otra Ley Habilitante para meternos 26 leyes más y que dejemos de ser ridículos. En primer lugar, debo recordarle al señor Chávez que mientras ejerza el cargo, yo también soy su jefe. Puede que me considere un apátrida (aunque yo no les he regalado el país a los Castro, a Evo Morales, a los esposos Kirchner y cuánto adulón se le acerca para sacarle nuestro dinero), que me tilde de pitiyanqui (aunque él es quien insulta a diario al “Imperio” pero puede hacer las barbaridades que hace gracias a la factura petrolera gringa que ronda el 80% de la producción), que me considere incluso, un traidor (que no lo soy, porque sigo dando la lucha en ésta y por esta tierra). Pero yo soy un ciudadano y él se debe a personas como yo, opositoras, que demandan del presidente una actitud responsable. Y aunque así lo desee, no puede borrarme. Por eso, ¡ridícula su pretensión de imponer un modelo rechazado por el 80% de los venezolanos! ¡Ridículo su afán por quedarse en el poder a perpetuidad!
Basta de ofensas. Chávez usa una vieja conseja de Hollywood: Que la gente hable, aunque sea mal… pero que hablen. No le demos el gusto. Seamos serios y constriñamos al presidente a hacer su trabajo. El trabajo por el cual le pagamos su sueldo. Porque así es. Él no es mi jefe. Yo lo soy suyo. Él es el primer SERVIDOR PÚBLICO. Y como tal se debe a sus funciones. El país ya fue bastante claro. El 2 de diciembre pasado el electorado le negó su reforma y, pese a que la calificó de excremento, nuestra victoria logró su cometido: contener las barbaridades planteadas en la reforma (aunque Carlos Escarrá se afane por decir que eso era “bueno”). A diferencia de él y sus acólitos, la oposición no apostaba por su popularidad. Apostaba por lo que era mejor para el país. O, incluso más, por lo que quiere como país. Y ciertamente, no se parece a lo que Chávez quiere. En otro país, el “líder” habría dimitido al cargo, siguiendo el ejemplo de Vicente de Emparan… ¿no?
Cada lunes, el país amanece conmocionado. Un hombre que no está sano mentalmente vocifera cuanta idea descabellada se le antoja mientras alivia alguno que otro cólico (¿quizás por eso que alguna vez supe: meterse unos frijoles con frescolita a las dos de la mañana?). ¿Tal desatino de hombre puede gobernar un país? (y no lo digo por sus hábitos alimenticios, mientras tenga el decoro de guardarse los temas escatológicos). Por Dios, dejemos de lado tanta frivolidad y veamos la gravedad del problema: Venezuela se nos va por el caño y de ser una de las naciones más prósperas, va camino de cubanizarse. Y ello, aunque les duela a muchos, equivale a decir que en el futuro inmediato, nos habremos prostituido para sobrevivir. De eso se trata esta lucha incansable. De salvar a Venezuela del desbarrancadero por el cual nos pretende arrojar este espécimen anacrónico que desgraciadamente ocupa la casona de la esquina de Bolero.

Así actúan los cobardes

Los expertos aseguran que la economía venezolana está muy mal. La escasez de productos básicos no puede ocultarse y la tensión sobre la moneda nueva es tal que ya ha perdido 15%. La balanza de pagos es negativa. El Banco Central de Venezuela está técnicamente quebrado… y paremos de contar. Se cree que el año venidero, la crisis será semejante a la de 1989.
Sin embargo, Chávez no inaugura un gobierno, como sí Pérez entonces, ni el barril se encuentra por debajo de los 10 dólares. Al contrario, Chávez lleva dos períodos de los anteriores y el barril supera con creces lo presupuestado por el gobierno. La gente ha de preguntarse pues, ¿qué pasó? La razón es muy simple, Chávez arruinó al país.
Él lo sabe. Está al tanto de las medidas impopulares que deberá adoptar en enero próximo, con o sin gobernadores compinches. O acepta adoptar un paquete – al estilo Miguelito Rodríguez – o enfrenta el estallido del colapso de la economía. Vaya paradoja.
Nadie ignora la falta de coraje del comandante, que en dos oportunidades, que sepamos, se ha acobardado. Por eso, respondiendo a su talante poco corajudo, creo que prefiere ser víctima de un golpe de Estado que decirle al país que la nación está en bancarrota a pesar de que el precio del barril se ha mantenido exorbitantemente caro.
¿Cómo le explica al país que las arcas están exhaustas? Si nos han dicho que todo está boyante. ¿Cómo le pide (más) sacrificios al pueblo si ha regalado lo que no es suyo? Tiene miedo, desde luego, a ese monstruo enfurecido, una vez que se corra el velo. Prefiere por ello, que otro asuma esa responsabilidad mientras él espera quieto detrás de las talanqueras, a ver si él sale y se lleva los laureles ajenos.
Chávez no es valiente. Como el empleado mediocre que esconde el error y corre la arruga a ver si “algo” le salva el pellejo, prefiere perder el poder “por ahora” que enfrentar la ira del pueblo. Así actúan los cobardes.