lunes, 21 de mayo de 2012

¿Oscurantismo?


             ¿Qué derecho tiene la pseudo-izquierda a arrogarse el amor al prójimo como si los demás mortales fuésemos unos coñosdemadre? ¿Acaso la derecha no presta atención al tema de la pobreza? Quienes hoy se dicen hombres y mujeres de izquierda – ufanándose por ser ellos mejores – ignoran que de hecho tanto monta Isabel como Fernando, si es que se permite decirlo así. Esa visión que de la derecha han hecho los izquierdistas es falsa y sobre todo, pueril. Es una visión que divide al mundo en buenos (los izquierdistas) y malos (la derecha). Y la verdad es que esa distinción es anacrónica. Pero eso ya lo he dicho en este blog infinidad de veces.
            Hoy por hoy, si vemos los niveles de desarrollo entre los países que se rigen por principios democráticos-representativos versus los de aquellas naciones que han seguido modelos socialistas, encontramos que la vida en éstas es pobre y harto menos cómoda que en las otras. Se podría decir que es dura. Y es que el socialismo – no ése que propugnan los partidos de izquierda europeos, sino el verdadero, ése que confisca la propiedad privada de los bienes de producción – no ha solventado las grandes necesidades humanas. Por el contrario, las ha agravado.
            El socialismo ofende la esencia humana y si bien se dice “humanista”, no hay modelo menos consistente con la humanidad que el socialismo. Para este modelo, la gente no es gente, es sólo parte de una maquinaria. ¡Eso es horrendo! Y por ello, esa hermosa parodia de Charles Chaplin en “Tiempos modernos”. En la Europa liberal y demócrata de hoy, la gente trabaja para vivir, en la Cuba socialista de los hermanos Castro, la gente apenas sobrevive. Me permito comparar pues, el socialismo viene a ser como esa era oscura que en español llamamos oscurantismo, donde las personas apenas sobrevivían trabajando de más y descansando de menos.
            No hay nada más inhumano que el socialismo, cuyos principios básicos niegan el derecho a la individualidad y a la superación por el esfuerzo. Niegan el derecho a ser el dueño del fruto del esfuerzo personal. En el socialismo, la gente termina esclavizada por un Estado negrero. Eso no ocurre en las democracias representativas, aunque los izquierdistas se paren de cabeza.
            El socialismo pues, niega una verdad humana desde tiempos ancestrales: cada quien trabaja para sí y su prole y por ese esfuerzo individual se beneficia el resto del grupo social.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado

Mea culpa


          “Caracas, ciudad de despedida” ha sido uno de esos fenómenos que de vez en cuando surgen en los medios. Con un lenguaje llano, sin la pulcritud académica, aún con un vocabulario ofensivo al buen castellano, así como argumentos pobres e incluso banales para exponer sus ideas, estos muchachos reclaman una queja válida: no hay un futuro prometedor para ellos. Y si a ellos los culpan por decir que de querer irse, se “irían demasiado”, recordemos que la culpa no es de ellos, que en su mayoría sólo han visto este desgobierno desatinado que la mayoría de nosotros, responsables de legarles un país mejor, elegimos, no una sino repetidas veces.
            Muchos inmigrantes han venido a esta tierra a dar lo mejor de ellos. Y muchos de ellos, venidos de Europa, han contribuido a engrandecer estos países del Nuevo Mundo. Incluso aquellos que han llegado de naciones hermanas, como Cuba, Argentina y Chile han hecho de éste, su país. Y yo les pregunto, ¿eran ellos cobardes o sólo huían de los horrores del nazismo-fascismo, de las tragedias que imponen las dictaduras, sean de derecha o izquierda? Esos inmigrantes eran apenas hombres y mujeres desesperados por la ceguera - ¿o idiotez? – colectiva en sus países de origen. Hoy por hoy, nuestros hijos salen de las universidades y escuelas tecnológicas, graduados no para forjarse ellos un destino y por aditamento, contribuir al desarrollo de la nación, sino para vender un falso triunfo político, y, por ello, en vez de trabajar en eso para lo cual se prepararon, deben granjearse el pan de cada día con cualquier empleo mal pagado. Cabe preguntarse entonces, ¿podemos culparlos por legarles este país depauperado? ¿Podemos exigirles que se queden cuando les negamos el futuro que se merecían?
            No culpemos al que culpa no tiene. Ése ha sido una de los defectos que como sociedad más daño nos ha causado. Ese mal hábito de desentendernos de lo que nos atañe para endilgárselo a otros y luego, cuando no obtenemos nada, quejarnos como un camión de cochinos. Somos responsables nosotros, la generación sándwich, que imbecilizados por un discurso antipartido y por aquello de que todos son responsables de nuestros errores menos nosotros mismos, empoderamos a un tirano hasta darle la soga con la cual nos ahorca.
            Y para quienes se burlan del lenguaje pobre, pues les digo, no hagan chistes que eso también es culpa nuestra.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado


jueves, 10 de mayo de 2012

¿De qué derecha hablan?


Hablar hoy de izquierda y derecha es un anacronismo, pero eso es Chávez y su movimiento, un anacronismo

            Escucho hablar a los voceros del oficialismo sobre la derecha y siento pena. Ésa que mi abuelo tildaba de ajena. Y siento pena porque quienes nos gobiernan hoy, que son los conductores de nuestras vidas al progreso y al desarrollo, demuestran ignorancia acerca de la historia política de este país y del desarrollo de los partidos políticos a lo largo del curso del siglo veinte, que bien puede decirse, empezó para este país con la muerte del general Juan Vicente Gómez. Muestran ignorancia también porque hace rato ya que los términos derecha e izquierda están en desuso.
            El partido venezolano más longevo ha sido, sin lugar a dudas, el PCV, fundado por los opositores a la dictadura del general Gómez y legalizado durante el gobierno del general Isaías Medina Angarita. Y el comunismo venezolano – haya militado o no en el PCV – procede de dos corrientes. Los que se formaron en el extranjero, con lecturas metódicas acerca del ideario de Marx, y los que recibieron una instrucción panfletaria y simplista de la mano de don Pío Tamayo, durante sus estancias en el Castillo de Puerto Cabello, una de las prisiones más horrendas del gomecismo. De estas dos corrientes de jóvenes comunistas surgieron los variopintos partidos que hoy hacen del tarjetón electoral un auténtico carnaval. Y es por ello que en estas tierras venezolanas, tropicales y calenturientas, no ha crecido un genuino movimiento de derecha como lo hay en el Cono Sur.
            Antes de proseguir, aclaro que nunca fui adeco. Siempre fui y me considero hoy, un fiel copeyano, uno que comprende que otras corrientes políticas han insurgido en la tómbola política nacional y que siguiendo el refranero popular siciliano, todo tiene que cambiar para que permanezca igual. Sin embargo, desde su fundación en 1941, AD fue el partido de mayor ascendencia popular, reuniendo en su seno a gente de todas las raleas. Y fue justamente eso lo que hizo de AD un partido grande, uno que, de paso, trascendió a su fundador, don Rómulo Betancourt. Y fue AD, desde sus inicios, un partido de izquierda. Pero no esa izquierda subversiva e irreductible, que no aceptó los términos propuestos por la pacificación de 1969, ni siquiera la del viejo maestro Luís Beltrán Prieto Figueroa (retardataria y sectaria), sino una izquierda moderada. AD se inspiró en la vanguardia escindida del marxismo-leninismo, defendida por Karl Kautzky y Eduard Bernstein. AD es eso que hoy, de tiempo en tiempo, gobierna en las naciones de Europa (a veces, acertadamente): la socialdemocracia.
            Y si bien puede decirse que los partidos europeos se definen entre la izquierda y la derecha (el PP y el PSOE españoles, por ejemplo), a pesar de ser un anacronismo, comparar las izquierdas europeas (francesa o sueca) con este tinglado comunistoide que propone el chavismo es una demostración de ignorancia tal que sólo puede equipararse con la estupidez. Suecia no es socialista. Es una monarquía constitucional que, por eso mismo, por tener un rey, ni siquiera intenta proclamarse como una genuina democracia al estilo americano (quienes, muy a pesar de los izquierdistas extremistas, dieron forma a las ideas de La Ilustración francesa). Y bien sabemos, los principios democráticos se respetan mucho más en esas sociedades “monárquicas” que en éstas de por estos lares, que se ufanan – inmerecidamente – de ser valuartes democráticos.
            El socialismo de Chávez (ése, llamado por Alexander Buzgalin (aunque se le endilgue este término al filósofo germano-mexicano Heinz Dieterich)  como del siglo XXI) execra de la vida social la propiedad privada de los bienes de producción (esto es lo que precisamente define en esencia un auténtico modelo socialista). En Suecia no existe esa confiscación abusiva de la propiedad privada para beneficio de unos pocos burócratas. Ésa es pues, la diferencia. Suecia aplica – con más rigor, posiblemente – lo que se conoce como socialdemocracia. Y es esa “izquierda” moderada la que desde siempre ha regido en el ideario político venezolano, sin importar si se era adeco (representantes nacionales de la socialdemocracia), copeyano (social-cristianismo) o cualquiera de las corrientes surgidas precisamente de los incipientes partidos que comenzaron a hacer vida pública en la década de los ‘40, porque, quiérase o no, todos las organizaciones políticas de este país proceden de cuatro grandes vertientes: el PCV, AD, COPEI y, por la escasa trascendencia que pudo tener durante la dictadura militar, URD (que a pesar de ello y de ser su abanderado el presidente de la Junta de Gobierno, no logró la victoria electoral de 1958). Y no lo dude, unos con más énfasis que otros, todos militaron en la izquierda del espectro político.
            Entonces, ¿de qué derecha hablan? ¡Por Dios! La Cruzada Cívica Nacionalista (partido perezjimenista) era un dinosaurio extinto, que, junto con el minúsculo Partido Laboral Venezolano (PLV), no pueden siquiera considerarse una fuerza política real.
            Podremos ser opositores, aún viscerales, de este desaguisado revolucionario (lo somos precisamente por esa razón) y podremos defender valores liberales (que los chavistas tildan de burgueses y elitescos), pero salvo contadas excepciones – sin menoscabo de su derecho a serlo – eso que llama ultraderecha no ha existido en el ideario político venezolano los últimos cien años.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra
10 de mayo de 2012