domingo, 20 de julio de 2008

Un primer paso

Hugo Chávez, aparentemente, enfrenta un reto muy difícil. Quizás, eso que los angloparlantes llaman “turning point”. Su imbatibilidad fue profanada el 2 de diciembre pasado, luego de casi una década de triunfos consecutivos. Desde entonces, el jefe de este tinglado viene dando tumbos de despechado borracho. Su comportamiento ha sido errático y, pese a las recomendaciones de sus mentores, deja aflorar, irremediablemente, eso que en los pueblos mientan el síndrome del escorpión. Aunque, a ratos, intenta huir hacia delante y hacer lo indecible por pasar agachado, como Luis Vicente León sugiere[1], su naturaleza emerge, mostrando ese semblante que, si bien antes le resultaba atractivo al pueblo, ya parece empacharle. Por eso, su éxito en el proceso electoral de noviembre próximo, necesario para redefinir su “geometría del poder”, luce turbio.
Chávez urge por ahora de un objetivo primario, indispensable para avanzar en su proyecto revolucionario. Al comandante sólo le importa – por ahora - coronar sus aspiraciones de reelegirse en el 2.012. Después, ya verá. Alberto Garrido lo dijo: la revolución bolivariana degeneró en la revolución de Chávez[2]. Por eso, su permanencia en la otrora casona de misia Jacinta Crespo es esencial para la salud revolucionaria. A Castro le ocurrió lo mismo y, por ello, ante las diferencias conceptuales con Manuel Urrutia Lleó, presidente del gobierno cubano después del derrocamiento de Fulgencio Baptista en enero de 1959, maniobras non-sanctas de su entorno le allanaron el camino hacia la jefatura de facto del naciente régimen comunista cubano. Desde entonces hasta inicios de este año, el autoproclamado comandante Fidel Alejandro Castro Ruz ejerció el poder absoluto en la isla caribeña. El PSUV, a través del alcalde de Caracas, anunció la presentación de una nueva reforma constitucional que permita al presidente reelegirse indefinidamente[3].
El meollo de este asunto, distinto de lo que muchos parecen creer (dado el modo como actúan públicamente), orbita sobre la noción que Chávez y sus acólitos tienen del ejercicio del poder y, sobre todo, de la forma del Estado, porque no es lo mismo un gobierno socialista que un Estado socialista. Otra consideración diferente a este hecho es secundaria.
Resulta interesante advertir por qué Chávez insiste con el socialismo, si más del 70% lo rechaza. Sobre todo, porque, si fuese astuto – y sé que, por lo menos, no es bruto – haría lo que Luis Vicente León ha sugerido debería hacer en condiciones racionales: actuar de bajo perfil. Al menos, hasta que pasen los comicios y su posición política sea más favorable. Claro, en caso de que, en efecto, el electorado le favorezca y vote por sus abanderados. Sin embargo, aturde con su oferta obsoleta y, por ello, arriesga el triunfo de sus candidatos. Cabe preguntarse por qué. A mi juicio, la salud precaria del gran caudillo antillano y, de paso, mentor suyo, Fidel Castro, sugiere al nuestro de la pronta partida al otro mundo del gran héroe del Cuartel Moncada y que, muerto el fetiche del socialismo, la revolución cubana se irá por el caño, una vez que Raúl Castro prefiera imitar al comunismo chino y, consecuentemente, su proyecto se desmorone ante la carencia de un líder, realmente carismático, que vigorice el proyecto neocomunista mundial. Por ello, supongo, no sólo aspira a elegirse a perpetuidad en la presidencia venezolana sino que además, acelera su modelo socialista. Sencillamente, porque una cosa depende de la otra.
El líder de la revolución bolivariana todavía conserva niveles importantes de popularidad y, por lo tanto, luce obvio que debe actuar antes de que éstos prosigan su descenso acelerado, como Luis Vicente León ha dicho[4]. Miraflores, seguramente, está al tanto de los números reales y del creciente descontento, sobre todo entre aquéllos que apoyaban al mandatario venezolano hasta recién. Algunas encuestas afirman que alrededor del 58% le endilga las culpas por la gestión deficiente de su gobierno[5], algo que, ciertamente, no sucedía años atrás. Su discurso, artero, permitía escurrir su irresponsabilidad e ineficiencia hacia sus colaboradores. Al parecer, le urge correr. Y debe huir hacia delante, como Luis Vicente León dice. Esta carrera puede, sin embargo, nublarle la racionalidad y, por ende, apartarlo de la sensatez. Y en este momento, su comportamiento debe ser particularmente racional. Sin embargo, dudo mucho de su capacidad para comprender la realidad y, sobre todo, la inviabilidad de su proyecto, que, a la postre, es la causa fundamental del desencanto popular.
La coyuntura no le es favorable. Al contrario, le apremia. No sólo porque Castro puede fallecer pronto – algo que luce muy probable - y acrecentarse el rumoreado distanciamiento con Raúl Castro, sino porque además, su propio patio comienza a dar muestras de rechazos y reclamos. Los números acusan al gobierno de deficiencias muy serias. 76% le reclama la inseguridad. 59% se queja de la inflación. 53% reivindica la casita prometida que no le conceden. Pero, mucho más significativo, porque atañe personalmente al jefe de este tinglado, es que 58% le responsabiliza por todo lo anterior y 68% duda que haya cambiado[6]. Emulando a un profesor mío en la facultad de derecho, me atrevo a decir acerca de las elecciones venideras, que Chávez está yendo al baile con los zapatos apretados.
Supongo que su propia gente lo sabe. Por eso, aquel portaviones que Chávez fue en el pasado, luce deteriorado, ciertamente torpedeado, aun por debajo de la línea de la flotación. Hoy, distinto a otras oportunidades, candidatos díscolos quiebran la solidez monolítica del movimiento revolucionario. Hombres que hasta recién acompañaron al mandatario, le oponen sus propias candidaturas a los “ungidos”. A simple vista enseña eventos innegables: su dedo dejó de ser determinante. Pero en el fondo, detrás de lo obvio, hay una fractura interna que bien puede resultarle fatal al comandante. Chávez puede que encare la “adequización” de buena parte del PSUV, aparentemente destinado a morir por la ceguera dogmática de su amo y señor. La líder popular Lina Ron no cesa su empeño por acusar un plan dentro del chavismo para deponer a Chávez. Eso que ella y otros llaman “chavismo sin Chávez”, aunque tal cosa sea un absurdo. Hoy, como el diario zuliano Versión Final lo reseña[7], cada vez son más quienes abandonan al jefe de este tinglado.
Heinz Dieterich lo asomó, luego de la derrota del referendo de diciembre. Según el neocomunista germano-mexicano, la nueva clase dirigente, encabezada por Diosdado Cabello, podría erigirse en los idus de noviembre y, tomando al presidente desprevenido o debilitado, apuñalarlo arteramente[8]. Creo, al contrario, que esa nueva clase política buscará salvar el propio cuero y, de ese modo, la representación de una importante parte del electorado venezolano. Se trata de cuidar cuotas de poder, porque, dada la tozudez dogmática del caudillo barinés, todo el movimiento podría defenestrarse por las admoniciones de militares retirados y, todavía más peligroso, activos, que llamen a esas salidas indeseadas. Se trata pues, de mera supervivencia. Quizás, la pelea verdadera de Chávez no sea contra la oposición – que ciertamente no luce muy organizada a pesar de los esfuerzos innegables por lograr la unidad -, sino contra su propia gente, convencida de su incapacidad para conducir la revolución exitosamente.
Chávez ha logrado, en otras oportunidades, superar escollos similares. Antes, sin embargo, gozaba de posibilidades mucho mejores para maniobrar. Esta vez, al parecer, se encuentra estrechado por una popularidad decadente, resultante de una actitud mucho más crítica de sus propios seguidores. Sólo así se explica que, a pesar de que el presidente aún goce de un 50-55% de afecto popular[9], 58% le endilgue la culpa de una gestión de gobierno deficiente y más de la mitad del electorado califique a su gobierno como tal[10]. Claro, pero ya lo he dicho, no se trata de otro gobierno deficiente más, como otros del pasado, sino de conceptos respecto del Estado y su relación con sus ciudadanos. Quizás la gente empiece a notarlo y sea ésa precisamente la razón por la que su popularidad cae abrumadoramente.
La oposición – o buena parte de ella – se ha comportado ingenuamente. O, por lo menos, eso parece. Algunos de sus voceros parecen ignorar que, desgraciadamente, no se trata de otro gobierno malo. ¡Ojalá y fuese sólo eso! Pero, infortunadamente, Chávez y no sé cuántos de sus acólitos persiguen un derrotero que ciertamente tiros y troyanos rechazan. Como he dicho, se trata pues, de un problema conceptual. Algunos programas del actual gobierno son provechosos, pero, por ejemplo, los programas económicos adoptados por Augusto Pinochet en Chile enmendaron el desastre económico legado por Allende. El caos era tal que una gallina y un huevo costaban lo mismo. Supongo, no obstante, que la mayoría coincidirá conmigo acerca de la monstruosidad del régimen de Pinochet. Con Chávez y este desconcierto político sucede lo mismo. Mis discrepancias con este régimen son conceptuales y, por ende, irreconciliables. Creo que otros millones más piensan igual que este humilde escriba. Y como lo señaló el general Raúl Baduel ante los medios, mientras antes pongamos coto a este circo trágico, contendremos daños mayores. Argelia Ríos sugirió que esas salidas violentas parecen opuestas al sentimiento general de los venezolanos[11]. Por eso, el tema es, entonces, como contener los daños.
Los comicios de noviembre constituyen una excelente ocasión para concretar un movimiento opositor que, sin perder su pluralidad de ideas, alce un muro de contención a las aspiraciones socialistas del presidente. Sobre todo porque existe una diferencia conceptual entre un gobierno y un Estado socialista. Chávez persigue lo segundo y, por ello, al igual que sus predecesores, urge su perpetración en el poder. Sólo así salvará su proyecto del fracaso, Eso lo aprendió muy bien de sus sujetos de admiración: Robert Mugabe, Saddam Hussein y, desde luego, Fidel Castro. La conformación de un piso político robusto, disidente, ya ayuda bastante en ese cometido. Las elecciones del 23 de noviembre – si las hay – son un excelente punto de partida. La oposición no debe ser un espejo del chavismo, asumiendo su mismo proceder autocrático y totalitario, sino una fuente de ideas plurales, que no se limiten a criticar los errores de este gobierno, que ya conocemos sobradamente, sino oponer un proyecto alterno que entusiasme a las masas en vez de atemorizarlas con el lenguaje del miedo, como en efecto hace el presidente, amenazando con un caos horrendo si los vendepatrias – léase todo aquél que disienta de él - llegan al poder, construyendo su permanencia en Miraflores sobre el miedo y no sobre logros concretos.
Al igual que el régimen de terror señalado en la película de los hermanos Andy y Larry Wachowsky, “V for vendetta”, Chávez ya no promete obras espectaculares, como hacia Pérez Jiménez. Emulando a su homólogo estadounidense, el caudillo aprovecha el miedo para legitimar su gobierno. Abusa de frases cargadas de amenazas para justificar su estancia en Miraflores, mientras su gestión puede calificarse como pésima y, aun más importante, sus intenciones, inaceptables. Una oposición fuerte, inteligente y realmente democrática bien puede desmantelar esta tramoya sin necesidad de apelar a la violencia y los asaltos a la institucionalidad. En lugar de eso, hay que rescatar la institucionalidad.
La historia no ha sido pichirre, no obstante, a la hora de mostrar adulones y alabarderos de oficio, dispuestos a vender al tirano la soga con que ha de ahorcarlos. Y Venezuela ha sido prolija pariendo hijos de esa ralea infame. Tampoco han sido escasos, en este tanto como en otro país, los tontos útiles, que confunden la sensatez y la civilidad con la pusilanimidad. La cobardía de las potencias democráticas durante los años siguientes a la I Guerra Mundial permitió el rearme alemán y, consecuentemente, la II Guerra Mundial. La buena voluntad de Arthur Neville Chamberlain costó seis años de guerra y 55 millones de muertos. Quizás hubiesen sido menos si dejaban de lado el discurso políticamente correcto y asumían que Adolfo Hitler y el régimen nazi eran una banda de criminales, embrutecidos por dogmas, a los que no podía creérseles.
El liderazgo opositor debe considerar pues, en primer lugar, que este régimen es totalitario y, consecuentemente, autocrático, y que esta acusación trasciende la mera retórica. Su discurso debe orbitar por ello en torno a este hecho. Sobre todo porque las masas apáticas, ésas que prefieren mantenerse al margen del debate político, comienzan a discrepar de medidas abiertamente contrarias al orden democrático, como lo son las inhabilitaciones, rechazadas por un 80%. Cualquier proyecto de reconstrucción nacional pasa necesariamente – y a priori – por la contención absoluta y eficaz del presidente Chávez y de sus aspiraciones. Esto no es posible sin el concurso de todos, incluso aquéllos que ayer, y aun hoy, compartieron convite con el caudillo barinés. Las palabras del general Baduel dejaron en claro un hecho significativo, consecuente con el proyecto bolivariano: éste está destruyendo toda posibilidad de desarrollo. Por eso, cuanto antes contengamos este caos, disminuiremos el daño, que ya es grande y, por lo tanto, doloroso de reparar.
Si Chávez se sentara a conversar realmente acerca de los problemas genuinos de los venezolanos, sin aferrarse a sus obsoletas posturas dogmáticas, daríamos un paso gigante, pero, infortunadamente, ya es muy tarde y, como enseña el cuento de Pedro y el lobo, ya nadie le cree. Aun más, hacerlo sería demasiado riesgoso para las instituciones democráticas y el desarrollo nacional. Ya bien lo dijo Gloria Gaitán: A Chávez no se le pueden dar consejos porque no le interesa escucharlos[12]. Entonces, ¿para qué molestar a Dios, que, como la hija de Gaitán dice, no perdona los esfuerzos inútiles?
La oposición – y con ella cada de uno de nosotros, que tuvimos el privilegio de obtener un título profesional – está obligada a asumir una postura inteligente, que, por supuesto, no incluye la imposición de candidaturas unitarias, que, al parecer, no va a materializarse en un cien por ciento, y mucho menos, pareceres y puntos de vista particulares. Se trata de convencer, en primer lugar, a las masas decepcionadas que desoyen a unos y otros, alimento rico en nutrientes para fortalecer a los dictadores. Y hay que comprender, como Oscar Schemel y José Antonio Gil Yépez han señalado, que el venezolano ha madurado y, por ello, ha abandonado posturas polarizadas. De hecho, aparentemente, la opción más difundida sería la de “no me gusta ninguno”, según las encuestas. Creo, no obstante, que la unidad en las elecciones del noviembre venidero y, por supuesto, después de éstas, es necesaria para contener las aspiraciones del jefe de la revolución y su régimen. Ésta comienza desde luego por una posición diáfana e incuestionable y, obviamente inteligente, acerca de la concepción que Chávez y su gente poseen sobre el Estado y las consecuencias potencialmente perniciosas e irreversibles en sus vidas. No se trata pues de meras críticas a uno que otro programa gubernamental o de todos, sino de conceptos políticos sobre el Estado y la relación de éste con sus ciudadanos.
Sin embargo, no basta oponerse, aun cuando se trate de asuntos conceptuales tan delicados como esenciales. Ya lo dije, no podemos construir sociedades sobre la base del miedo. Hay que ofrecer, además, una opción alterna. Un programa realizable, instituido sobre creencias mínimas comunes a todas las posiciones y pareceres políticos existentes en el país. Aunque se encuentra sumamente desprestigiado, más que nada por la ignorancia popular, el pacto de Puntofijo versaba sobre eso. Dada la imposibilidad de concertar candidaturas unitarias para las elecciones generales de diciembre de 1958, los principales partidos de entonces, AD, COPEI y URD, suscribieron en octubre de ese año un compromiso para la convivencia política antes, durante y después de ese primer festín democrático. La hegemonía adeca durante el trienio populista dio al traste con sus intenciones democráticas. Betancourt quiso, junto con Caldera y otros líderes políticos, aun independientes e izquierdistas, impedir que amenazas diversas cercenasen de nuevo la aspiración democrática venezolana.
Otras causas, vinculadas más con errores repetidos por esta gente que hoy rige al país, arruinaron el orden democrático. El pacto de Puntofijo, no obstante, sí satisfizo sus cometidos. Y hoy, a pesar de la des-responsabilidad natural del venezolano y que los dictadores y caudillos han explotado groseramente, las encuestas y la conducta del ciudadano de a pie demuestran que éste cree en las instituciones democráticas, aunque en efecto, sea necesario fortalecer otros valores republicanos, requeridos para erradicar la odiosa figura del caudillo y así responsabilizar al venezolano de su propio destino, a través del cual se conseguirá entonces el desarrollo nacional.
Pueden dibujarse diversos escenarios. Algunos funestos. Tal vez, como Argelia Ríos sugiere, esas soluciones mágicas, por lo demás iatrogénicas, de las que muchos ya estamos más que hartos[13]. Otros, más felices y, por ende, convenientes. Éstos, sin embargo, dependen en gran medida de la visión que tengamos acerca del futuro que queremos y, obviamente, de un análisis concienzudo y objetivo de la realidad y de cómo lograrlo y, por supuesto, reconociendo humildemente nuestros propios errores. Siempre lo he afirmado, el fin no es deponer a Chávez, sino construir una patria económicamente saludable, donde la mayoría pueda responsabilizarse por su propio destino, explotando libremente sus vocaciones y potencialidades. Contener a Chávez o, de ser ése el caso ineludiblemente, eventualmente separarlo del poder, constituyen únicamente el primero y necesario paso para tal cometido. Sé que el trabajo es arduo y harto difícil. Pero nuestros hijos y nietos nos exigen afrontarlo cuanto antes. ¿Quién me acompaña?

Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado

fmpiog@cantv.net
fmartinezpocaterra@hotmail.com

[1] Luis Vicente León. Sea como sea. El Universal. 22 de junio de 2008.
[2] Alberto Garrido. De la revolución bolivariana a la revolución de Chávez. Venezuela: la crisis de abril. IESA. Caracas. 2002.
[3] Noticia aparecida en www.noticias24.com. 18 de julio de 2008.
[4] Luis Vicente León. Ob Cit.
[5] Véase: Marta Colomina. ¿Con qué se come la popularidad? El Universal. 22 de junio de 2008.
[6] Véase: Marta Colomina. Ob Cit.
[7] Versión Final. Política. 18 de julio de 2008. Tomado de www.noticias24.com.
[8] Véase: Heinz Dieterich. La estrategia de sobrevivencia de Hugo Chávez para el 2008 y su problemática simbiosis con la derecha bolivariana. Rebelión.org.
[9] Luis Vicente León. Ob Cit.
[10] Véase: Marta Colomina. Ob Cit.
[11] Argelia Ríos. ¿Qué será lo que quiere el general? El Universal. 18 de julio de 2008.
[12] Véase: Entrevista de Sandy Ulacio a Gloria Gaitán. Versión final. 18-24 de julio de 2008. Tomado de www.noticias24.com. 18-07-08.
[13] Véase: Argelia Ríos. Ob Cit.

jueves, 10 de julio de 2008

Los vapores del buffet.

Al parecer, Chávez sí va a recular. Y esta vez, a diferencia de las otras, podría ser en serio. Claro, su permanencia en Miraflores estaría gravemente amenazada si el país sigue su curso hacia un desastre mayor, lo cual es posible, aunque usted no lo crea. El artículo de Nelson Bocaranda en El Universal (10/07/09), ratificando datos ofrecidos por Patricia Poleo, ofrecen un panorama harto complejo para quien ya cumple nueve años y tantos desoyendo a todo mundo.
La razón de este recule es muy simple. La economía venezolana está en quiebra o, para expresarlo en un lenguaje mucho más sórdido, está hecha una mierda. A pesar del ingreso récord registrado por este gobierno, 700 millardos de dólares, la gente, ésa que votó por Chávez en 1998 y 2000, está peor que en los vituperados días de la “Cuarta”. Y hoy, casi una década después de un festín de promesas de cambios realizado en las afueras del Ateneo de Caracas, los vapores de aquel convite se evaporaron y los ciudadanos de a pie ni siquiera vieron el buffet. De hecho, así paga al diablo al que bien le sirve, este gobierno, rencoroso hacia aquéllos que transfirieron a otros sus afectos, esa institución que albergó la celebración por el triunfo “revolucionario”, fue desalojada de sus instalaciones.
Siempre he creído que, lo mismo que su mentor cubano, Chávez requiere en primer lugar, permanecer en el poder todo el tiempo que sea necesario, y, como bien sabemos, no ha sido tímido a la hora de confesarlo con esa desfachatez propia del ignorante. Así puede, como lo afirma el vocero de Datanálisis, huir hacia delante. Pero, ¿qué tanto? O, por lo menos, eso se pregunta Nelson Bocaranda. Porque de ser ciertos sus runrunes de una o dos semanas atrás, los hermanos Castro, urgidos del sustento económico que les provee este país y no del triunfo revolucionario-ideológico, le habrían recomendado - ¿o exigido? – cambiar su gabinete, al parecer dominado por incompetentes cuya lealtad tampoco es confiable, y recurrir, de ser necesario, a hombres de la oposición. Entonces no tuvo el coraje de hacerlo… pero hoy, vista la precariedad de su gobierno, basado en su popularidad enorme que ahora corre libremente por el desaguadero, podría actuar radicalmente, huir o, mejor dicho, pegar una carrera rauda hacia el futuro, y, mientras tanto, permanecer en el poder, que es su objetivo primario. Y no sería de extrañar que quienes hasta ahora le han sido adversos, sean luego sus más leales servidores, cuando sus cuentas mejoren sustancialmente.
Creo, no obstante, que su recule, posiblemente radical, será sólo pan para hoy y hambre para mañana. Chávez tiene dos opciones. Se adequiza y modera su discurso, emulando a Betancourt, renunciando a sus aspiraciones revolucionarias. O, en cambio, permanece terco en sus ideas anacrónicas y obsoletas, y, más temprano que tarde, termine derrotado e incluso, preso. Así son las cosas, como diría don Oscar Yánez.

miércoles, 9 de julio de 2008

¿Inhabilitaciones?

Las inhabilitaciones políticas, que por ahora suman unas 400, no lucen abiertamente inconstitucionales, como lo juran voceros opositores. Sin embargo, el hecho de que el contralor anuncie otras 100, encabezadas por Henrique Salas Feo, abanderado con mejor opción de triunfo en Carabobo, evidencia el uso político de las inhabilitaciones de la Contraloría General de la República.
Sobre la inconstitucionalidad de las inhabilitaciones puedo decir que, mientras no se solicite la nulidad por inconstitucionalidad del artículo 105 de la Ley de la Contraloría General de la República – que ciertamente luce contrario a las normas de texto fundamental -, éste es ley y, por ende, aplicable. Otra cosa es que el gobierno haga uso de este mecanismo administrativo para impedir que algunas candidaturas, como la del “Pollo” Salas Feo en Carabobo, materialicen el triunfo opositor en algunas gobernaciones y alcaldías, desdibujando la “geometría del poder” que el presidente tanto empeño le puso durante la campaña electoral del pasado referendo.
Quizás, si ése fue el caso, algunos inhabilitados no hayan ejercido en tiempo útil su derecho al control posterior, por parte del poder judicial. Y, por ello, el acto de la Contraloría sería ejecutoriable, hasta tanto no se decrete, judicialmente, la nulidad absoluta del artículo 105 y, consecuentemente, de las inhabilitaciones. Pero, insisto, el uso de estas argucias jurídicas con el único propósito de barrer a los enemigos políticos no dista mucho de lo que recién hizo Robert Mugabe con su contendor. Claro, sin la brutalidad obscena del mandatario de Zimbabwe, por ahora.
Pero, si seguimos en esto de las listas, en las que nos encontramos millones de venezolanos, razón por la cual adquirimos la condición de refugiados políticos, creo que la Contraloría General de la República debe investigar al presidente, al mismo jefe del Estado, para que explique, como responsable de la administración de los dineros públicos, el destino de 700 mil millones de dólares. Sobre todo porque con mucho menos, la China “dizque comunista” sacó a 100 millones de chinos - ¡cuatro veces la población de Venezuela! - de la miseria extrema. Y, para que tenga una idea de cuanto es ese caudal de dinero, con menos se construyeron la Estación Espacial Internacional (100 millardos de dólares), la Presa de las Tres Gargantas en China (21.700 millones de dólares), el aeropuerto de Hong Kong, construido sobre una isla artificial (30 mil millones de dólares), el puente sobre la bahía Hangzhou – el más largo del mundo - (1.500 millones de dólares) y, de paso, el proyecto Genoma Humano, dotado con 3 millardos de dólares. ¡Y aún restarían 543.800 millones de dólares!
No soy, obviamente, tan ingenuo para creer que el Contralor vaya a investigar al presidente, aunque ése es su deber. Por supuesto, sabemos que, en efecto, las inhabilitaciones son en realidad una forma eficiente – y “aparentemente” democrática – de barrer opositores que, de acuerdo a las encuestas, arrebatarán al proyecto revolucionario entre 6 y 14 gobernaciones y un número considerable de alcaldías, y no un instrumento para exigir de los administradores del Estado, el uso transparente de los dineros públicos.