En
este país, hay muchos pobres y unos cuantos ricos. No hay una clase media. En
este país, poco importa si el salario equivale a 471 dólares (calculado en base
a un sueldo mínimo de 2.973 bolívares a la tasa de cambio oficial de 6,30
bolívares por dólar, lo cual ya es bastante idílico). Importa la relación entre
el salario mes a mes y el costo de la vida también mes a mes. Por eso, la
mayoría de los venezolanos somos pobres, porque vivimos en un constante estado
de insuficiencia. Creer que ganamos mucho porque al cambio oficial la supuesta
clase media devenga alrededor de 1.904 dólares es una ilusión.
En
el mundo desarrollado, digamos Estados Unidos, un ciudadano devenga un sueldo
promedio de 2.200 dólares al mes, que le permite pagar una hipoteca y sufragar
sus gastos mensuales, desde comida y servicios hasta diversión. Ese trabajador,
que devenga 2.200 dólares al mes, paga más o menos 200 dólares en víveres y
puede ir a un restaurante por unos 30 dólares (una pareja). Estamos hablando
que ese trabajador usa un 9% de su sueldo para comprar víveres y poco más de 1%
en una cena para dos. Un venezolano que devengue unos 12.000 bolívares (base de
cálculo para decir que gana 1.904 dólares al cambio oficial) al mes debe
disponer de más o menos 7.000 bolívares para pagar por sus víveres (el 50% de
su salario) y no le alcanza para pagar una canasta básica que ronda los 13.000
bolívares mensuales, salario que de paso no recibe al 100 %, dadas las
retenciones y tasas impuestas. Ese venezolano, si desea ir a un restaurante
regular, debe pagar entre 700 y 900 bolívares por una comida para dos, lo que
supone que en el mes, esa comida representó entre 7,2 % y 9,3 % de sus
ingresos. No hablemos de pagar un crédito por un auto y menos aún por una casa
(salvo que acceda a los préstamos subsidiados por el gobierno, que por lo
general le permiten adquirir un inmueble que no se corresponde con sus
aspiraciones).
Ésa
es la diferencia entre un mundo con una economía saludable y una debilitada y malsana.
El dólar es hoy por hoy una moneda fuerte, un referente mundial. La inflación en
Estados Unidos para el año 2013 fue de 1,5 %. El bolívar, en cambio, cada vez
es más débil y la inflación del año 2013 cerró en un indecente 57 %. En Estados
Unidos hay una economía saludable y una clase media robusta. En Venezuela hay
una economía ruinosa y no existe clase media alguna. Casi todos somos pobres,
porque a casi todos nos resulta insuficiente el salario. El reto del liderazgo
político, más allá del relevo de la dirigencia, es precisamente ése, sanear la
economía para crear una clase media fuerte. La idea es que la mayor cantidad de
personas posibles devengue un sueldo que le permita sufragar con holgura
razonable sus gastos mensuales, sin que viva siempre en estado deficitario.
Ese
compromiso trasciende desde luego al liderazgo político. Atañe a todos los
sectores de la sociedad. Desde el liderazgo, con políticas coherentes que
generen confianza (la base de toda economía próspera) y por ello, atractivas
para las inversiones, que generen empleos bien remunerados, hasta el trabajador,
sea un obrero en estricto sentido o un empleado en el sector servicio o
comercio, que cumpla sus deberes responsablemente, sin obviar, por supuesto, al
empresariado, que se vería beneficiado por una clase media con capacidad de
pago.
Amigos
lectores, de eso se trata. De mejorar la calidad de vida de la mayor cantidad
de gente posible, no de prometer felicidad a las personas, que al fin de
cuentas, es un asunto íntimo de cada quien. No confundamos pues, comodidad (que
es lo que puede dar el gobierno como administrador del Estado) con felicidad
(que es íntima y solo puede proveérsela el individuo mismo). Por eso, seguir
creyendo en el socialismo solo traerá desdicha y miseria mientras esperamos por
la felicidad. En lugar de eso, defendamos los verdaderos valores democráticos y
generemos lo que colectivamente podemos crear: prosperidad y calidad de vida.