martes, 30 de mayo de 2017

Del fatalismo y la racionalidad

… si no cometieran errores, no serían humanos y, por ende, hace rato que esta desgracia habría terminado.
Pareciera que en el universo opositor, que es amplio, algunas voces apuran su discurso para descalificar y, en todo caso, augurar fracasos de la MUD. Con tediosa tozudez, no ceden su empeño por comparar a Venezuela con Cuba y de repetir, hasta aburrir, que vamos hacia ese desatinado destino. Que no se avizora en el corto plazo una salida a este desacierto histórico.
No voy a afirmar que el liderazgo opositor no ha errado antes. Pero, vale decir, si no cometieran errores, no serían humanos y, por ende, hace rato que esta desgracia habría terminado. Sin embargo, son hijos de Dios, como cualquiera. Cabe indicar, no obstante, que innumerables analistas muy respetables concuerdan sobre la agonía del régimen de Maduro y del trabajo que ha venido realizando el liderazgo opositor en la defensa de la democracia venezolana.  
María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma tenían razón en el 2014. Su argumento, desde un punto de vista filosófico, era válido. Respondía a la esencia de un régimen autocrático. Sin embargo, en ese momento, resultó desacertado. No había entonces el apoyo internacional que hoy nutre y vigoriza a la MUD. Podría decirse que tuvieron razón en el fondo, e incluso en el medio; pero equivocaron el momento.
A partir del 2015, cuando la impopularidad de Maduro se robusteció, y el electorado prefirió apoyar con su voto a la MUD en las elecciones parlamentarias de ese año, la élite chavista no vaciló para manipular a las instituciones – a los hombres leales que había colocado ahí con ese perverso propósito – e ir desarticulando más allá del Poder Legislativo, a la democracia venezolana para transitar hacia un modelo comunista. Hoy por hoy, nadie duda para tildar de dictador a Nicolás Maduro.
El sucesor de Chávez destruyó la ceguera popular que sobre esta revolución logró crear el caudillo barinés. Según lo refieren las encuestas, 85 % de la ciudadanía rechaza a Nicolás Maduro y lo responsabiliza por la precariedad imperante. Del chavismo duro, ya apenas resta un 7 %, y otrora funcionarios chavistas se han ido sumando a las críticas que sobre la constituyente sectorial se han hecho desde diversos estrados, propuesta que, dicho sea de paso, cuenta con un rotundo 70 % de rechazo. Esos números son demoledores.
Fernando Mires escribió recién que los escenarios van construyéndose. Que la dinámica de los sucesos impide asegurar un curso determinado. En este momento, sin embargo, la MUD cuenta con mejores recursos para imponer su agenda. Al gobierno le va quedando tan solo reprimir e ir apartándose cada vez más – y con mayor descaro – del orden constitucional. Hay que decirlo, no lo hace porque puede hacerlo, sino porque carece de otras opciones. No obstante, la relación costo-beneficio se está haciendo insostenible para el Psuv, y es muy probable que más temprano que tarde, abandone a la élite, como en efecto, parece estar ocurriendo.

No voy a augurar caídas, porque, ya lo dijo Mires, la dinámica de los eventos puede dar un giro inesperado; pero la MUD luce fortalecida dentro y fuera del país. Además, el hastío popular es un combustible muy peligroso, que de estallar, obligaría a la Fuerza Armada a reprimir con mucho más saña de la que ya ha mostrado. Si Sebastiana Barráez no yerra en sus apreciaciones, ya el descontento dentro de los cuarteles sugiere la posibilidad cada vez más plausible de un pronunciamiento, que, no dudo, lo encabezaría el propio ministro Padrino, como ya lo hizo antes el general Lucas Rincón Romero, arrinconado por un ejército asqueado.  

lunes, 22 de mayo de 2017

Tiempos extraordinarios

El grave error de los líderes es confundir la necesaria guía con las odiosas órdenes. La sociedad no es un matacán ni son los ciudadanos, soldados.
Sé que muchos van a criticar estas palabras. Algunos incluso lo harán ofensivamente. Sin embargo, debo decirlo, no son estos tiempos ordinarios. Un importante número de personas, entre ellas intelectuales de renombre, plantean frases que más allá de ser estribillos sonoros, no responden a las necesidades de una ciudadanía desesperada. Para algunos analistas, cuyos ingresos mensuales les permiten campear la escasez con la comodidad que otros no, hay que seguir los lineamientos pautados por la MUD, «porque ellos lo están haciendo muy bien». No se trata del desempeño de un empleado. Soberbios y creídos de sí mismo, desdeñan las penurias de quienes el futuro se les ha reducido a la inmediatez. Obvian la desesperación del que se ve, muy pronto, compitiendo con otros por la basura. No son días ordinarios, y esa gente exasperada es la que ha sacrificado más: sus hijos han muerto o han sido apresados, el dinero ya no les alcanza para nada y en muchos casos, la muerte es un zamuro que revolotea cerca de sus casas por la falta de medicinas.
Comprendo perfectamente bien el trabajo desarrollado por el liderazgo opositor, y lo celebro; pero este no puede aspirar a guiar una manada de párvulos, a los que se les ordena qué hacer, dónde y cuándo. No, así no funciona. Así no va a funcionar. La razón es muy simple: esa gente va a ignorar a la MUD, al gobierno y a quien sea que se les atraviese. Como un toro rejoneado, embestirá con la brutalidad de quién ha sido la víctima principal de una masacre que ya cuenta dieciocho años. No olvidemos, no son solo los más de cincuenta ciudadanos asesinados recientemente. También suman los que ya ofrendaron sus vidas antes y los que anónimamente han ido engordando las cifras de muertes, bien sea por el hampa común o por el deterioro de la salud pública. La MUD debe comprender que esa gente no va a seguir instrucciones, ni va ser carne de cañón para acuñar las aspiraciones de este o aquel. Esa gente quiere respuestas. Y las quiere ahora. Su vida ya es tan hostil que su futuro se acorta al día de mañana. A saber si mañana podrá llevar comida a su mesa o si podrá hacerse el tratamiento médico que le mantiene vivo.
¡Carajo, no me jodan! La ciudadanía ha sido sodomizada por un gobierno espurio, por una élite que ha limitado toda la actividad política a una sola cosa: quedarse a como dé lugar en el poder, porque para algunos, lo que realmente está apostándose no es un proyecto político. Escuché a connotados hombres asegurar que el revocatorio estaba blindado, y sin embargo, naufragó como el invencible Titanic, que ni Dios podía hundir. Mientras el CNE asesina cualquier elección que no les asegure el triunfo y desde el TSJ se masacra a la Asamblea Nacional electa por el voto popular, cada vez más ciudadanos se reúnen junto a contenedores de basura para hurgar algo qué comer, o más personas ven a sus familiares morir porque el médico no puede hacer nada más que acompañarlas a orar, a ver si Dios obra el milagro. ¡No, carajo! No se trata de párvulos en una escuela. Se trata de gente que sufre a diario, que día tras día es ultrajada sin piedad por un gobierno tiránico, con lo que supone, desde luego, ser tal cosa. No son soldados en un matacán. ¡Son ciudadanos, coño, que no solo exigen respuestas del liderazgo, sino que además, tienen el derecho de hacerlo!
Sé que debe haber diálogo. Desde luego no con esta élite, que solo busca embelecar porque ya su apuesta sobre la mesa es impagable; pero sí con los demás factores de poder. Con los empresarios, con los sindicatos, con los gremios profesionales, con los gobiernos del hemisferio y del viejo continente, con la Iglesia y los demás credos, con la Fuerza Armada y aún con los sensatos dentro del Psuv. Sé que debe haber diálogo, pero no para asegurarle a Maduro su permanencia en el cargo hasta el 2019; porque de hacerlo, aun con las mejores intenciones, la MUD será juzgada como lo fue el gobierno de Vichy, que le entregó Francia a los nazis. El gobierno revolucionario debe cesar ya. Como a Pedro, el niño del cuento ruso, ya no es posible creerle sus embustes a la élite, que habla de paz solo para sojuzgar y domeñar. Que acusa a la oposición para endilgar a otros la violencia que su propia conducta ha forjado. Hoy por hoy, no hay otra discusión posible sino la terminación inmediata de la revolución y la transición de esta dictadura militar a una democracia civil.
El liderazgo opositor debe asumir que el gobierno va a hacer todo lo que necesite, legal o no, para sostenerse aún más allá del 2019, porque su proyecto contempla la hegemonía de una élite y la imposición de un pensamiento único. ¡Su proyecto es una dictadura socialista y comunista! Además, debe aceptar que por las razones que sean (errores pasados de los que ya solo queda aprender), la ciudadanía desconfía de los políticos, y, como el tigre herido, no distingue futuro en la niebla de todas las bombas descargadas para reprimirla. Es una fiera enardecida que embiste irracionalmente. El trabajo de la MUD es pues, guiarla – y no mangonearla – para que materialice sus aspiraciones.
La salida no es la que necesitan los líderes, sino la que la ciudadanía exige, porque, lo diga la Constitución o no, es esta la que en efecto manda.