Expresión inglesa de origen
incierto, usada para significar un esfuerzo que amerita hacer uso de todo lo
necesario, posible y apropiado para lograr un fin. En Estados Unidos se utiliza
la expresión «The whole nine yards» (todas las nueve yardas). Suele emplearse
en partidas de póquer, cuando se apuesta todo.
En estos días, un vocero del régimen arguyó que solo las elecciones presidenciales eran
obligatorias. «No me ayudes, compadre», parece decirle algún viejo compañero
del partido, porque ayudas como esa no son ayudas. Sobre todo, cuando el hedor a
dictadura rezuma como el agua de un albañal obstruido.
La represión parece buscar lo que en
otras ocasiones le ha servido a la causa revolucionaria: endosar la violencia a
quienes son víctimas de una élite, cuyo único propósito es aferrarse al poder
para imponer un modelo absurdo que empobrece a las mayorías y enriquece a unos
cuantos. La violencia tuvo su origen en la negación del referendo revocatorio,
de la omisión de unas elecciones que ya debieron haberle entregado la mayoría
de las gobernaciones a la MUD y desde luego, del uso de las instituciones para
desconocer al Poder Legislativo y desde luego, los 14 millones de votos que la
eligieron en diciembre de 2015.
La violencia tuvo su origen en la
conducta que ha perpetrado – sí, perpetrado – la élite chavista desde que
Chávez llegó al poder en 1999: lo ancho para la élite, lo estrecho para los
demás.
Hoy por hoy, cuando la OEA acusa, el
régimen muestra su talante verdadero. Tal vez crean que pueden pagar el precio,
y que como Cuba, pueden aislarse; pero obvian que Venezuela no es una isla y
Cuba, sí. Quizá no le quede de otra. Por variadas razones, unas menos
confesables que otras, perder el poder es un lujo que no pueden pagar. Y desde
luego, porque ya lo dijo un diputado en el parlamento, reconocido a medias y
solo formalmente, ellos no negocian. Y yo lo sé. Para un revolucionario,
negociar, transigir y dialogar resulta herético. Un pecado mortal.
Si me preguntan, creo que la élite
se está jugando el full monty, el
todo o nada. Y si es nada, al menos salen victimizados. Nadie recuerda el
desastre que impuso Allende a los chilenos. Solo la amarga consecuencia y su
muerte; un suicidio, que hizo del médico un mártir del comunismo.
No creo que sean estúpidos. Su
análisis de la realidad les ha forzado a correr más allá de la legalidad. Saben
que son minoría y recurren al embuste, a la lástima y muchas otras falacias
para disfrazar sus argumentos. Juegan rudo, porque saben que están contra la
pared y la espada de su enemigo aprieta su garganta. Como las ratas, que no
ceden ni al verse acorraladas, tiran dentelladas… y puede que les funcione.
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