martes, 10 de enero de 2017

¿Hay con qué?

Ayer, la Asamblea Nacional declaró el abandono del cargo por parte del presidente Nicolás Maduro Moros. Alejandro Martínez Ubieda escribió en su muro de Facebook una crítica muy dura sobre esa «medida desesperada». Y sin estar del todo errado, dijo que una decisión como esa sería un pésimo precedente.
Ahora digo yo, no se trata del precedente, que podría ser fatal ciertamente, sino de las motivaciones de hecho – las pruebas – para justificar el derecho a desconocer la autoridad del presidente o de un gobierno; porque con ese argumento, el derrocamiento del general Pérez Jiménez sería igualmente un mal precedente (que en efecto emularon muchos después).
Existe ese derecho, desde luego, como lo expresa la Declaración de Independencia de los Estados Unidos; pero no cabe la menor duda de que ese acto de rebelión debe justificarse. Es por eso que esos llamamientos al artículo 350 de algunos extremistas son solo cajas sonoras.
La pregunta entonces no es si es conveniente jurídicamente, como si se tratara de una gestión gubernamental deficiente. Y bien sabemos todos que ese no es el caso. Se trata de si hay con qué tirarse esa parada. Yo no lo sé. Intuyo que no, pero no lo sé.
La mesa de diálogo es, sin lugar a dudas, una trampa caza-bobos. El gobierno jamás ha tenido intención de dialogar. Solo desea correr la arruga a ver si aumentando sueldos y buscando formas de endosar sus culpas a otros recupera la popularidad que Maduro ha perdido de forma pasmosa. Casi puede decirse que echó por el caño la popularidad de Chávez (que arropaba al proyecto, verdadera causa de esta desgracia). El diálogo debe ser constante con todas las llamadas «fuerzas vivas», para que colectivamente se decida la transición del actual intento de imponer ilegítima e ilegalmente un modelo socialista a nuestra tradicional democracia representativa.
No se busca esa transición porque Maduro y su régimen sean deficientes. Otros ya lo fueron antes y ciertamente, no se justificaba un golpe de Estado, como lo pretendió el movimiento del que Chávez era parte. Se busca recuperar la República y su institucionalidad democrática. Se pretende evitar que un grupo secuestre a la nación para impulsar un modelo que además de probadamente fallido, lo ha rechazado la mayoría de los venezolanos desde hace mucho, como en efecto lo advirtió Rómulo Betancourt en la década de los ’30 del siglo pasado.

Insisto, «el abandono del cargo» no sería menos robusto que las causas baladíes por las cuales destituyeron a Carlos Andrés Pérez en 1993. No obstante, una medida así requiere del apoyo de todos los sectores nacionales (incluida buena parte del Psuv). Me pregunto, ¿tienen con qué tirarse esa parada? 

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