lunes, 22 de mayo de 2017

Tiempos extraordinarios

El grave error de los líderes es confundir la necesaria guía con las odiosas órdenes. La sociedad no es un matacán ni son los ciudadanos, soldados.
Sé que muchos van a criticar estas palabras. Algunos incluso lo harán ofensivamente. Sin embargo, debo decirlo, no son estos tiempos ordinarios. Un importante número de personas, entre ellas intelectuales de renombre, plantean frases que más allá de ser estribillos sonoros, no responden a las necesidades de una ciudadanía desesperada. Para algunos analistas, cuyos ingresos mensuales les permiten campear la escasez con la comodidad que otros no, hay que seguir los lineamientos pautados por la MUD, «porque ellos lo están haciendo muy bien». No se trata del desempeño de un empleado. Soberbios y creídos de sí mismo, desdeñan las penurias de quienes el futuro se les ha reducido a la inmediatez. Obvian la desesperación del que se ve, muy pronto, compitiendo con otros por la basura. No son días ordinarios, y esa gente exasperada es la que ha sacrificado más: sus hijos han muerto o han sido apresados, el dinero ya no les alcanza para nada y en muchos casos, la muerte es un zamuro que revolotea cerca de sus casas por la falta de medicinas.
Comprendo perfectamente bien el trabajo desarrollado por el liderazgo opositor, y lo celebro; pero este no puede aspirar a guiar una manada de párvulos, a los que se les ordena qué hacer, dónde y cuándo. No, así no funciona. Así no va a funcionar. La razón es muy simple: esa gente va a ignorar a la MUD, al gobierno y a quien sea que se les atraviese. Como un toro rejoneado, embestirá con la brutalidad de quién ha sido la víctima principal de una masacre que ya cuenta dieciocho años. No olvidemos, no son solo los más de cincuenta ciudadanos asesinados recientemente. También suman los que ya ofrendaron sus vidas antes y los que anónimamente han ido engordando las cifras de muertes, bien sea por el hampa común o por el deterioro de la salud pública. La MUD debe comprender que esa gente no va a seguir instrucciones, ni va ser carne de cañón para acuñar las aspiraciones de este o aquel. Esa gente quiere respuestas. Y las quiere ahora. Su vida ya es tan hostil que su futuro se acorta al día de mañana. A saber si mañana podrá llevar comida a su mesa o si podrá hacerse el tratamiento médico que le mantiene vivo.
¡Carajo, no me jodan! La ciudadanía ha sido sodomizada por un gobierno espurio, por una élite que ha limitado toda la actividad política a una sola cosa: quedarse a como dé lugar en el poder, porque para algunos, lo que realmente está apostándose no es un proyecto político. Escuché a connotados hombres asegurar que el revocatorio estaba blindado, y sin embargo, naufragó como el invencible Titanic, que ni Dios podía hundir. Mientras el CNE asesina cualquier elección que no les asegure el triunfo y desde el TSJ se masacra a la Asamblea Nacional electa por el voto popular, cada vez más ciudadanos se reúnen junto a contenedores de basura para hurgar algo qué comer, o más personas ven a sus familiares morir porque el médico no puede hacer nada más que acompañarlas a orar, a ver si Dios obra el milagro. ¡No, carajo! No se trata de párvulos en una escuela. Se trata de gente que sufre a diario, que día tras día es ultrajada sin piedad por un gobierno tiránico, con lo que supone, desde luego, ser tal cosa. No son soldados en un matacán. ¡Son ciudadanos, coño, que no solo exigen respuestas del liderazgo, sino que además, tienen el derecho de hacerlo!
Sé que debe haber diálogo. Desde luego no con esta élite, que solo busca embelecar porque ya su apuesta sobre la mesa es impagable; pero sí con los demás factores de poder. Con los empresarios, con los sindicatos, con los gremios profesionales, con los gobiernos del hemisferio y del viejo continente, con la Iglesia y los demás credos, con la Fuerza Armada y aún con los sensatos dentro del Psuv. Sé que debe haber diálogo, pero no para asegurarle a Maduro su permanencia en el cargo hasta el 2019; porque de hacerlo, aun con las mejores intenciones, la MUD será juzgada como lo fue el gobierno de Vichy, que le entregó Francia a los nazis. El gobierno revolucionario debe cesar ya. Como a Pedro, el niño del cuento ruso, ya no es posible creerle sus embustes a la élite, que habla de paz solo para sojuzgar y domeñar. Que acusa a la oposición para endilgar a otros la violencia que su propia conducta ha forjado. Hoy por hoy, no hay otra discusión posible sino la terminación inmediata de la revolución y la transición de esta dictadura militar a una democracia civil.
El liderazgo opositor debe asumir que el gobierno va a hacer todo lo que necesite, legal o no, para sostenerse aún más allá del 2019, porque su proyecto contempla la hegemonía de una élite y la imposición de un pensamiento único. ¡Su proyecto es una dictadura socialista y comunista! Además, debe aceptar que por las razones que sean (errores pasados de los que ya solo queda aprender), la ciudadanía desconfía de los políticos, y, como el tigre herido, no distingue futuro en la niebla de todas las bombas descargadas para reprimirla. Es una fiera enardecida que embiste irracionalmente. El trabajo de la MUD es pues, guiarla – y no mangonearla – para que materialice sus aspiraciones.
La salida no es la que necesitan los líderes, sino la que la ciudadanía exige, porque, lo diga la Constitución o no, es esta la que en efecto manda.


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