martes, 7 de marzo de 2017

Tic Tac… el toro muge


Mientras el régimen miente, millones de venezolanos sufren a diario los rigores de una vida hostilizada. Tal vez la élite, que come bien y poco se preocupa por esas menudencias mundanas, desee que en efecto, cada quien pase sus días andando su propio calvario. Así se aquietan las rabias. Así se amansa al caballo más brioso. Y sí, hasta ahora han domeñado a la gente. No nos mintamos, deambulamos quedos por las calle, soportando miserias a ver si pasamos agachados, y, aunque solo sea cosa de tiempo que terminemos hurgando basureros, nos engañamos; porque quizá la suerte nos sonría y aparezca pasta de diente, leche o papel para limpiarse el culo.
Unos y otros conversan. Unos y otros analizan números y cifras. Todos creen que hay tiempo, que se puede esperar. Unos para correr la arruga otro tanto más, otros para decidir qué hacer. Pero ocho de cada diez venezolanos somos pobres. Cinco de esos diez son más que pobres. Las respuestas no surgen. La gente va decepcionándose cada vez más. Y puede que se resigne a la miseria o, lo más probable, que compre espejismos.
La academia se aparta del hombre, de la mujer, de la persona que a diario batalla para sobrevivir no solo la inseguridad y las carencias, sino al murmullo seductor del mugido, que le tienta a rendirse o, acaso, a arremeter, como un toro frenético, que sin importar contra qué, embiste. La élite prefiere creer. Solo así exculpa sus propias miserias. Solo así soporta su tinglado barato. Solo así cree conservar sus prebendas. Pero no dudo que la verdad los asalte cuando la soledad taña como un campanario. Porque la verdad no duerme, no descansa. Siempre agobia.

El tiempo se agotó. La ciudadanía languidece y estertóreo se debate entre la lucha irracional o la transformación en un bicho repulsivo que apenas se toca con un palo. Pero una parte de la élite sigue sorda. Y la otra hace bufonadas que ya no provocan risas sino lágrimas… cuando no rabia. 

No hay comentarios: