martes, 3 de enero de 2017

Entre la mesa de diálogo y caerse a tiros

La transición es un tema complejo. No admite análisis simplistas. Saber, como sabemos, que la élite no entregará el poder fácilmente no define la forma como Venezuela transitará de este régimen a uno verdaderamente democrático. Ese viraje, por lo demás necesario, depende de las correlaciones de fuerza entre las diversas expresiones de poder. Los factores económico, militar, eclesiástico, político, sindical y otros que no alcanzó a enumerar son los que en definitiva podrán articular alguna alternativa.
La transición no está planteada únicamente entre la mesa de diálogo y caerse a tiros. Existen otras vías para el cambio. Muchas. Todo depende de cómo se planteen las necesidades de los grupos de poder y su fortaleza real para imponerse. Es una verdad de Perogrullo que si llegan a unirse varios de esos factores, la presión sobre los otros puede excitar un punto crítico que impulse las transformaciones. Sobre todo en uno que ha sido protagonista en los giros políticos de Venezuela y América Latina: el ejército.
Algún grupo radical dentro del chavismo podría dar un golpe de palacio e imponerse sobre los demás. O una alianza de distintos grupos de poder podría dar cauce a una transición consensuada… Hay, sin lugar a dudas, un amplio espectro de posibilidades para el futuro. Es cierto que en el proceso puede generarse violencia. Sin embargo, no sería necesariamente la forma como se concretaría una eventual transición. Aún más, me atrevería a afirmar que un estallido social podría presionar lo suficiente para impulsar cambios, pero en sí mismo no es garantía de que estos sucedan. Por el contrario, podría degenerar en una masacre inútil.
En medio de esta amplitud de escenarios, existen dos elementos trascendentes: la severa crisis y la necesidad de encontrarle una solución estructural. No hablo de lo que debe ser, sino de lo que normalmente ocurre en estas circunstancias. Sobre todo porque este próximo 10 de enero Nicolás Maduro pasa ser una ficha prescindible. La élite no perdería el poder en caso de renunciar el presidente, que pareciera ser incómodo aun para su propio partido. Y podría compartirlo eventualmente con la oposición como una forma de alcanzar un mínimo de gobernabilidad. No luce descabellado.
Así como la MUD es una alianza de partidos con agendas diversas, dentro del Gran Polo Patriótico también convergen distintos intereses. Creer que son un calco del proyecto cubano me luce desacertado. Prueba de ello es la creciente disidencia de factores que hasta recién apoyaban al proyecto chavista.
No sé cómo habrá de plantearse la transición. Ni siquiera si esta llegue a materializarse este año. Resulta obvio, no obstante, que la nación exige cambios; por lo demás, urgentes. Con la actual dirigencia estos son improbables. Pero, en medio de todo, resulta muy posible, sin embargo, que el próximo 10 de enero, sea el propio Psuv el que impulse la renuncia de Maduro. Quién lo suceda en el cargo dependerá en gran medida de cómo se planteen las correlaciones de fuerzas.


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