La
transición no está planteada únicamente entre la mesa de diálogo y caerse a
tiros. Existen otras vías para el cambio. Muchas. Todo depende de cómo se
planteen las necesidades de los grupos de poder y su fortaleza real para
imponerse. Es una verdad de Perogrullo que si llegan a unirse varios de esos
factores, la presión sobre los otros puede excitar un punto crítico que impulse
las transformaciones. Sobre todo en uno que ha sido protagonista en los giros
políticos de Venezuela y América Latina: el ejército.
Algún
grupo radical dentro del chavismo podría dar un golpe de palacio e imponerse
sobre los demás. O una alianza de distintos grupos de poder podría dar cauce a
una transición consensuada… Hay, sin lugar a dudas, un amplio espectro de
posibilidades para el futuro. Es cierto que en el proceso puede generarse
violencia. Sin embargo, no sería necesariamente la forma como se concretaría
una eventual transición. Aún más, me atrevería a afirmar que un estallido
social podría presionar lo suficiente para impulsar cambios, pero en sí mismo
no es garantía de que estos sucedan. Por el contrario, podría degenerar en una
masacre inútil.
En
medio de esta amplitud de escenarios, existen dos elementos trascendentes: la
severa crisis y la necesidad de encontrarle una solución estructural. No hablo
de lo que debe ser, sino de lo que normalmente ocurre en estas circunstancias.
Sobre todo porque este próximo 10 de enero Nicolás Maduro pasa ser una ficha
prescindible. La élite no perdería el poder en caso de renunciar el presidente,
que pareciera ser incómodo aun para su propio partido. Y podría compartirlo eventualmente
con la oposición como una forma de alcanzar un mínimo de gobernabilidad. No
luce descabellado.
Así
como la MUD es una alianza de partidos con agendas diversas, dentro del Gran
Polo Patriótico también convergen distintos intereses. Creer que son un calco
del proyecto cubano me luce desacertado. Prueba de ello es la creciente
disidencia de factores que hasta recién apoyaban al proyecto chavista.
No
sé cómo habrá de plantearse la transición. Ni siquiera si esta llegue a materializarse
este año. Resulta obvio, no obstante, que la nación exige cambios; por lo
demás, urgentes. Con la actual dirigencia estos son improbables. Pero, en medio
de todo, resulta muy posible, sin embargo, que el próximo 10 de enero, sea el
propio Psuv el que impulse la renuncia de Maduro. Quién lo suceda en el cargo dependerá
en gran medida de cómo se planteen las correlaciones de fuerzas.
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