martes, 2 de febrero de 2016

El «Plan de la patria» atenta contra la Constitución

           
Maduro, que parece ajeno a lo que ocurre en este país, ha dicho que el modelo económico está en el «Plan de la patria». Por lo que sé, algún pasquín gubernamental afirma que este fue aprobado por el pueblo en el 2006, al reelegir al presidente Chávez. Esto último, que ha servido de excusa para torcer el derecho, es, desde luego, falso.  
Entre sus objetivos está la «construcción del socialismo bolivariano». Si bien es verdad que ningún texto serio lo define, podemos entender, en todo caso, que se trata de un proyecto socialista y, por ello, plantea entre sus metas la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Más aún cuando los voceros del régimen pregonan sin pudor la transición al socialismo, han expropiado infinidad de empresas y en días recientes, han rechazado la entrega de títulos de propiedad a los beneficiarios de la Gran Misión Vivienda. Lo que salta a la vista no necesita anteojos: su socialismo es ese que fracasó hace más de veinte años.   
Ese plan es, sin dudas, inconstitucional. Ese plan propone un modelo que no está en la constitución y que además, se opone a sus principios. Chávez sobrestimó a buena parte de su equipo y a sí mismo, que con una soberbia injustificada e intragable creyeron aportar nuevas definiciones. En la doctrina política (no olvidemos que la doctrina es una de las fuente para la interpretar el derecho) está muy bien determinado qué es democracia y qué es socialismo. Sin adentrarme en explicaciones extensas, puedo afirmar que el socialismo resulta contrario a la democracia y que por ello, sus principios esenciales se excluyen. Son pues, opuestos.
No puede haber socialismo si hay democracia. Y viceversa.
La constitución prevé un orden democrático. A pesar de haber incluido el constituyente la denominación «bolivariana» (lo cual no deja de ser mal intencionado, además de un bodrio), sus artículos, e incluso su exposición de motivos, no dan lugar a equívocos (o interpretaciones forzadas). Venezuela es un Estado democrático. El socialismo, por ello, no tiene cabida. Y no la tiene porque desde la década de los ’30, cuando empezaron a consolidarse los partidos políticos, no logró calar en el ideario venezolano. Sobran las evidencias ciertas de ese rechazo, y por el contrario, ese anhelo socialista del pueblo venezolano no deja de ser una fábula inventada por la izquierda radical.   

Maduro no solo insiste con un modelo fracasado, sino que de paso, contraría la constitución y la voluntad popular, que reiteradas veces ha demostrado su profundo rechazo al socialismo.  

lunes, 1 de febrero de 2016

La salsa que es buena para el pavo, también lo es para la pava


Para no perder ese mal hábito de los socialistas, quien hoy ejerce el cargo de defensor del pueblo (con minúsculas, no porque haya desdén hacia él, sino porque las normas de la lengua española señalan que así se escribe) se detiene únicamente en las formas y obvia la esencia de las cosas. En primer lugar, omite el garante de los derechos populares, que de seguir Maduro transgrediendo la constitución y las leyes, podría plantearse un juicio político y sin dudas, el procedimiento sería mucho más breve. Si no, indague pues, el juicio a Carlos Andrés Pérez. Pero impone recordarle a ese señor, el meollo  de lo que sucede en este país: la crisis ya ha hartado suficientemente al pueblo; ese, cuya defensa es su oficio. Esa gente necesita una respuesta que ni Maduro ni el PSUV están dispuestos a darles. Ellos solo prolongan machaconamente el legado del comandante, que, según los expertos, es la verdadera causa de este desastre.
Resulta interesante, ¿o debería decir hipócrita?, que los militantes de un modelo político y un régimen que tienen sus orígenes remotos en un acto sedicioso, ignoren impúdicamente el discurso de los rebeldes luego de las intentonas del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992 ¿No reivindicaban ellos, esos golpes de Estado? No avalo ese delito (el de rebelión militar). Sin embargo, ¿no hay razones ahora para proponer el mismo discurso? Debe refrescárseles a ellos pues, la vieja conseja popular: la salsa que es buena para el pavo, también lo es para la pava.
Insisto, yo no avalo golpes de Estado. No creo en ellos porque liberan demonios, que deben permanecer encadenados en sus infiernos. Sin embargo, lo que diga yo, que soy apenas un «opinador», importa muy poco. Significa sí, la desesperación del pueblo, que podrá escuchar otras soluciones; y, urge detenerse a pensar mucho más, en los pescadores en río revuelto, que verán en esas personas, una oportunidad de oro para medrar. No me culpen a mí solo por recordar vicios del pasado.
Maduro podría plantear una solución apegada a la ley, que le salvaría de la apostasía revolucionaria y le lavaría el rostro frente a la historia: su renuncia. Entiendo que no desee claudicar su credo, que imagino, está consustanciado con su ser. Según entiendo, ha sido un militante de la izquierda radical desde hace mucho. Pero, como ya dije, a la gente, esa que no consigue papel higiénico ni comida ni medicinas ni empleo, le importa un bledo su consustanciación con el socialismo, como en su momento, tampoco le importaban las buenas intenciones de Pérez. Además, podría salvar la memoria y legado políticos del comandante (aunque sea un zurrón de necedades), porque sus seguidores ya empiezan a olvidarlo, ocupados como están en la búsqueda de pollos, latas de atún y desde luego, que no les maten para robarles.

La verdad es que la renuncia de Maduro podría ahorrarnos muchos problemas a todos.