Nicolás
Maduro está tan enredado que ni sé yo por dónde empezar este modesto análisis.
Se le amontonan crisis como trabajo en el escritorio del holgazán, consecuencia
de su absoluta incapacidad para entender la gravedad de la situación que heredó
de su padre (político). Se ufana en ese tono lastimero y aburrido, loando a
Chávez cada vez que puede, sin percatarse que fue él quien le echó la grana
vaina y no la oposición, que poco puede hacer, ahogada por un comportamiento reprochable
de unas instituciones súbditas de un caudillo incluso después de muerto, propio
de las huestes nazis. Y aún más grave, borracho con la idea de una inexistente
oposición subversiva, no advierte la precariedad de su propio gobierno. No
advierte que, cual chivo expiatorio, pagará él por las locuras de su comandante
eterno.
El
liderazgo chavista está fracturado. Puede decirse que, en medio de las
variopintas diferenciaciones, en general pueden todas reunirse en dos grupos otrora
unidos alrededor de un caudillo carismático que ya no está. Son estos grupos,
los radicales ideologizados, fieles creyentes del credo comunista, por una
parte. Por la otra, los pragmáticos, ajenos a las enseñanzas de Marx, Lenin y
Fidel Castro, pero plegados al caudillo como un vehículo para acceder al poder.
Unos se aferran a las tesis del jefe supremo, como si de una deidad del Olimpo se
tratara. Los otros, pragmáticos y ajenos a las doctrinas comunistas, obviamente
conscientes de la gravedad de la crisis, entienden que la economía no puede
seguir costeando el tinglado socialista.
La
crisis económica está haciendo estragos en el chavismo, que gastó más de lo que
podía en el descabellado mito de la gratuidad y, para colmo de males, desangró al
erario nacional en regalos y dádivas para comprar los votos necesarios y
asegurarle el triunfo a un hombre que a esas alturas de su enfermedad ya debía
estar al tanto de su realidad. Por supuesto, ya no hay dinero para pagar el dispendio
socialista. Así de simple. Las arcas están exhaustas, agobiadas por el derroche
insensato de los dineros públicos. Por eso, en lo que va de año la paridad del
bolívar se ha desplomado hasta casi 50 bolívares por dólar y el poder
adquisitivo del debilitado bolívar fuerte es cada vez menor. PDVSA está en
bancarrota y el poco dinero restante, lo rapiñan los corruptos.
Maduro
por su parte es poco carismático, aburrido, tedioso, cansino con esa plañidera
por el comandante galáctico. Se le van las horas, los días y hasta ahora los
meses, invocando a Chávez sin ocuparse de la miríada de problemas que le legó. Además,
torpe y mal asesorado, ha manejado sin aciertos las profundas y razonables dudas
que sobre su triunfo tiene la mitad del país. Su legitimidad de origen resulta por
lo menos dudosa y la de desempeño, inexistente. Apagones, escasez, inseguridad
y desempleo son las muestras más plausibles de su evidente fracaso, de tal
magnitud que ni luna de miel tuvo como presidente.
Este
cóctel es harto peligroso. Unos y otros pugnan por imponerse. Unos para avanzar
en el proyecto socialista (aunque se ha demostrado suficientemente la
inviabilidad dialéctica del socialismo). Otros, tan solo para no perder las
prebendas que les han permitido erigirse como una nueva élite. Y en medio de la
pugna interna, el descontento social crece y sectores oportunistas comienzan a
asechar.
Creer
que la FAN va a actuar en defensa del PSUV y del proyecto revolucionario parece
un tanto ingenuo, por mucho que intenten crear un mito del presidente Chávez y
vincular toda obra del gobierno con él. En el pasado, el general Marcos Pérez
Jiménez las usó como partido político y el 23 de enero de 1958, las fuerzas
armadas lo derrocaron. Hubo entonces consenso nacional para deponer un gobierno
tiránico, que había robado la libertad al pueblo venezolano, y las fuerzas
armadas se pusieron al lado de la gente y de la clase política democrática. Y
debe decirse que, al menos en medio de tantos males, aquel gobierno fue mucho
más eficiente que éste, cuyos males no son para nada inadvertidos. Algo semejante
puede decirse de los adecos, derrocados en 1948 por sus conmilitones castrenses,
sus socios en el golpe de Estado de 1945, contra e presidente Medina Angarita.
Ante
esta encrucijada, asechada por la posibilidad real de un estallido social y un
eventual golpe de Estado, ciertamente indeseable pero no por ello evitable, el
chavismo se ve en la necesidad de tomar decisiones trascendentes, aunque no las
quiera. Se encuentra pues, contra las cuerdas, y si no actúa pronto, va a perder
por KO. El modelo socialista fracasó (en el mundo entero hace más de veinte
años y en estas tierras rezagadas de la modernidad, últimamente). El país urge
de correctivos que enderecen las cargas, aunque éstos al principio serán irremediablemente
dolorosos por el grave deterioro causado a la economía los últimos 14 años. Puede
anticiparse que los ideologizados, esencialmente radicales y que consideran el
reformismo la peor de las claudicaciones, no van a dar el giro necesario. Es
más, es muy probable que radicalicen su postura ahora que creen tener el poder
otros seis años más. La actitud de Maduro así parece demostrarlo, quien parece
ser, por ahora, la tranca de toda posible negociación. Los pragmáticos en
cambio, deben estar conscientes de la necesidad de girar hacia la derecha del
espectro político, recurrir a medidas económicas liberales y de ese modo,
asegurar el poder, aunque eventualmente deban compartirlo con factores
opositores y, desde luego, aunque ello suponga sacrificar a algunos “camaradas”
que no quieren percatarse de lo que se plantea como una realidad inevitable. Eso
significaría el retorno a la democracia perdida.
La
FAN viene a ser, como siempre, el fiel de la balanza. Puede haber hombres de
armas, algunos o muchos, con vocación democrática que inspirados en el espíritu
del 23 de enero, encaucen al gobierno por un modelo liberal que asegure, en
primer lugar, la reorganización institucional y económica de la nación conforme
a reglas razonablemente claras, y, en segundo lugar, el desarrollo efectivo,
plausible para las masas. No obstante, puede haber también gorilas, que tal
como en otras oportunidades, se impongan por las malas. Dios no quiera este
último escenario.
Hablar
de unidad pues, trasciende a la MUD. Compromete a todos los venezolanos y en
especial a las llamadas fuerzas vivas, incluyendo al PSUV, para que se activen
correctivos, de modo que en efecto se impida otra ruptura del orden
institucional de las tantas que tanto daño han causado, pero que igualmente se
progrese real y eficazmente hacia una liberalización de la sociedad y la
economía venezolana. Esto último es fundamental si en verdad queremos superar
la crisis y retornar al camino democrático, del que un hombre arbitrario con un
inmenso carisma nos apartó hace 14 años.