En
un conversatorio sobre coaching, una facilitadora planteó algunos puntos de
vista que más allá del salón donde se realizó, deberían refrescar las ideas que
sobre la crisis y aún más importante, sobre cómo solucionarla. Si bien el tema
del conversatorio era el aprendizaje y, especialmente, los enemigos de éste; comprender
que la explicación de un fenómeno depende del sujeto que lo estudia y por ello,
su valoración depende del locus en el que cada sujeto ubique la autoridad para
valorarlo. Dicho de otro modo, cada sujeto ve y entiende un fenómeno desde su
propia experiencia. Supone esto que no entendemos las cosas desde un punto de
vista matemático o, si se quiere, objetivo; sino desde puntos de vista preñados
de valores, de experiencias, que inciden sobre la percepción de datos, de lo
que en coaching se reconoce como quiebre, que depende de variables diversas,
porque no somos solo nosotros, también somos nuestras circunstancias, como
afirmaba José Ortega y Gasset.
Hay
en Venezuela un fenómeno, que, coloquialmente llamamos crisis. Ésta se traduce
en datos concretos, como el reciente incremento de la pobreza en casi 30%
(según el INE), o la escasez de productos, la inseguridad y muchos otros
hechos, cuya percepción puede variar de acuerdo al sujeto. Dependiendo de sus
creencias políticas, que se basan más en un locus emocional que lógico, un
sujeto podrá entender las crisis como consecuencia de una guerra económica librada
por enemigos del proyecto revolucionario, si reconoce como autoridad a los
voceros oficiales. Pero, si por el contrario, admite como válida las posturas
opositoras, entonces la crisis ser el resultado de una pésima gestión de
gobierno.
El
fenómeno, no obstante, sigue siendo el mismo: hay una crisis. Y ésta debe
resolverse en un plazo razonablemente breve, porque, de otro modo, unos y otros,
en ese constante proceso de aprendizaje colectivo, podrían conferir la autoridad sobre el conocimiento acerca de su
solución a otras voces, que no necesariamente conocen la solución. Atribuirse
ese conocimiento es de hecho un acto de soberbia imperdonable. El fenómeno no
puede ser explicado pues, desde una única perspectiva porque en el proceso de
solución convergen variadas realidades, puntos de vista disímiles, construidos
desde experiencias vitales distintas. La explicación del fenómeno no puede pues,
constituirse en el aprendizaje. Éste debe surgir de la búsqueda de las
preguntas pertinentes, que no justifiquen una postura sino que, ayuden a
construir soluciones a la crisis.
Entender
que los puntos de vista son necesariamente diferentes resulta esencial para el
proceso de aprendizaje. Como colectivo, los venezolanos no hemos logrado
concebirnos pluralmente, desde la diversidad de ideas, de puntos de vista y
pareceres. Hemos crecido como una sociedad acostumbrada al mandamás, al caudillo
que invoca verdades, cual profeta político. Eso fue Chávez. Un chillón más,
que, dominado por la soberbia, creyó ser un iluminado, poseedor de la verdad.
Nuestro aprendizaje ha estado caracterizado por esa premisa.
La
crisis puede ser comprendida de muchas maneras, aunque sus elementos definitorios
sean los mismos. Como dije, para un militante del chavismo, la carestía e
inflación son la consecuencia de una guerra económica. Para un opositor, son el
resultado de una pésima gestión de gobierno. Hay en ellos una motivación
emocional – origen de la mayoría de las militancias políticas e ideológicas – que
circunscribe el fenómeno a un determinado razonamiento. Por mucho que la MUD
explique sus razones, el pueblo chavista no va a creerle hasta tanto no se
produzca la experiencia que lo cambie emocionalmente. Solo entonces escuchará otras
razones, otras ofertas. Asimismo, no importa cuánto machaquen los medios las bondades revolucionarias, el
pueblo opositor no desea escucharlas.
La
crisis, no obstante, persiste. Y mientras unos y otros debaten por probar que están
en lo cierto, la calidad de vida de las personas, indistintamente de su credo
político, continúa desmejorando. El aprendizaje, que en este caso parece ser la
visualización de soluciones a los múltiples problemas, no procede de una razón lógica.
Dimana de experiencias, que en uno y otro caso, definen emocionalmente sus
puntos de vista y, por ello, la forma como asimilan las soluciones. No es lo
mismo plantearle una reducción de sueldos al propietario del banco que al
cajero, porque, indistintamente de ser ésa una posible solución, la falta de
dinero afecta al cajero integralmente, en todo su ser, y por ello, no la va a
aceptar.
El
diálogo debe ser pues, un encuentro de pareceres, donde unos y otros planteen
sus problemas y sus posibles soluciones, porque, definitivamente, en una
sociedad gregaria es imposible resolver las dificultades sin el concurso de
todos. No puede haber soluciones a esta profunda y grave crisis si no se
convocan voluntades, intereses y pareceres, de modo que la solución afecte a
todos, no solo en los sacrificios, sino también en las bondades.