sábado, 20 de septiembre de 2008

Un después

Estoy asustado. Claro, soy un hombre sensato que intuye pesadez en el ambiente. Una pesadez fétida. La conducta oficial es retadora. Tal vez propia del que busca pelea. Chávez y sus conmilitones parecen fieras agazapadas. Aguardan el momento perfecto para dar el zarpazo.
Al caudillo parece importarle poco que dirán las naciones. Quizás crea que las compró con su petrochequera. Tal vez y sea cierto, incluso. Emulando otras veces, se apresta a crear zozobra y violencia. Se juega a Rosalinda. Tranca el dominó porque en esa jugada es hábil. Y tengo razones para creer que le interesa poco la vida de propios y extraños. A estas alturas, seis años después, nadie ha logrado borrar las primeras palabras del general en jefe Lucas Rincón Romero: por los hechos acaecidos en la ciudad capital el día de ayer. Tampoco la consumación de ese fraseo, confesión de parte: la cual aceptó.
Imagino a Chávez urdiendo un enfrentamiento que le permita decretar un estado de excepción. Porque éste luce como el único camino hacia el principal propósito de su malhadada reforma: reelegirse indefinidamente. Por eso regala lo que ni es suyo ni le pertenece. Busca comprar conciencias. Persigue alquilar amistades. Claro, omite que es de tontos creer en besos de puta. Pero por ahora las meretrices le juran amor eterno. Y quizás sea eso lo único que le interesa… por ahora.
Sanciona leyes inconstitucionales y, sobre todo, propias de un dictador. Como aquéllas que se inventó el Tercer Reich para ejecutar “la solución final”, amprados en la teoría positivista del derecho. Amenaza como guapetón de barrio. Ya sabemos que él desea ser el mandamás. Impone decisiones maniqueas destinadas a cercenarle posibilidades a todo aquél que asemeje una sombra de líder. Abusa del poder. Impone candidaturas contranaturales en las regiones y localidades. Confisca bienes… ¿Y qué es todo esto?
Huelo a pólvora. Sé que las masas opositoras intentan evitar caerle en el juego al guapetón de barrio. Pero, ¿es posible a largo plazo? Creo que no. Chávez tiene a las instituciones domadas y comprados una parte importante de los votos en la OEA. Así es aunque suene feo. Ojalá y los líderes opositores superen sus comportamientos básicos y por un momento antepongan un interés superior y común a sus rencillas personales para construir un “después”.

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