sábado, 20 de septiembre de 2008

Contragolpe

Los defensores de Chávez nuevamente nos relatan fábulas. José Vicente Rangel asegura que se está reactivando el proyecto de magnicidio. El propio Chávez ha salido al ruedo y en su show dominical ha “amenazado” a “quienes siguen preparando golpes de Estado” y que “él no es el mismo del 2002”. Incluso, botó una perla más y les advirtió que “cuidado y no llegan a viejos”.
Debió decir, en todo caso, que él no es el mismo de 1992 y del 2002. En las dos oportunidades se asustó. Hoy, dudo que el coraje del cual carece aflore para mantener la calma a la hora de enfrentar un golpe de Estado. Sin embargo, puede estar quieto. Tal vez haya alguno que otro atarantado que desee salir de esto cuanto antes y a cualquier precio. Ésos, creo, son minorías tan torpes como lo es este gobierno.
Al parecer, la oposición no está dispuesta a jugarle el juego a Chávez. Al único que le conviene un golpe de Estado es al propio Chávez. Así le salvarían el cuero a la hora de enfrentar la ira popular venidera. La situación económica es tan desastrosa que deberán adoptarse medidas agrias para paliar lo que resulta previsible cuando se gasta más de lo que se gana.
Impuestos, devaluación de la moneda y liberación de las tasas de interés son sólo las primeras medidas previsibles. El plan socialista de Chávez necesita mucho dinero y ya se lo gastó, comprando besos de putas por aquí y por allá para que le resguarden en la OEA. El muy bruto, además, lo dijo. ¿Qué hará el pueblo cuando le pidan que apriete la correa?
Este gobierno ha despilfarrado 700 mil millones de dólares. Los ingresos recibidos por éste superan con creces los que haya recibido cualquiera antes. Y sus obras son paupérrimas. Un puente de poco más de un kilómetro, más caro que la represa de las Tres Gargantas en China. Un trencito de juguete que según los malhablados, le arrebata la luz a Charallave cada vez que arranca. Y las misiones, punta de lanza del gobierno. Pero éstas empiezan a mostrar sus fallas estructurales, propias del que pretende curar un cáncer con agüita del papelón y emplastos de ruda.
Chávez anhela un golpe de Estado. Quizás no espere que prospere, por aquello de no perder el poder. Pero sí que le dé carta abierta para decretar un estado de excepción y gobernar por decreto, solo. Como él quiere. Así no sólo acaba por controlar e imponer el socialismo, sino que además, burla el cerco que hoy le asfixia: el fin inexorable de su mandato en enero del 2013.
Puede fracasar en su empeño. Claro. Puede que una insurrección – quizá forzada por su afán de provocarla – acabe con su mandato… y, ¿quién sabe si algún atrabiliario, con su vida? Ojalá tal despropósito no ocurra. Y no lo digo porque valore la vida de un hombre al que le importa muy poco la vida de los demás. Lo digo porque rechazo la violencia y porque creo que Chávez debe encarar el fracaso de su gobierno y, una vez que le dé la cara al pueblo, tenga la decencia de renunciar al cargo que tan deficientemente ha ejercido.
Tal vez decida huir. Claro, como último recurso. Puede que confíe en la buena voluntad de los sediciosos, quienes, forzados por sus extravagancias y provocaciones de guapetón de barrio, negocien una rendición. Así transfiere el testigo, caliente como un brasero, a su sucesor. Sin embargo, desde el extranjero, revelará su propia naturaleza y aprovechará el desastre económico que nos ha legado para azuzar la situación doméstica. Entonces, él piense que seguramente podría reeditar una entrada triunfante en Caracas…

No hay comentarios: