martes, 26 de noviembre de 2013

¿Qué pasa en Venezuela?

Como quien está embotado, el pueblo venezolano parece aletargado por una droga potente. Quizá una llamada Chávez (o chavismo, lo mismo da). Como ese manso pueblo al que cantaba Alí Primera (que tristemente no deja de ser pendejo), los venezolanos aguantan el maltrato de una izquierda que, como suele ocurrir, una vez hecha gobierno, no ha sabido resolver los problemas pero se aferra al poder como la garrapata al cuero del ganado. No esperaba de ellos algo diferente, claro está. Todo lo contrario. Sé y supe desde siempre que su objetivo, lejos de buscar la máxima felicidad del pueblo venezolano, ha sido imponer un modelo rechazado por este pueblo, hoy, ayer y no dudo que al despertar de esta pesadilla, también en el futuro.
Resulta triste, aun trágico, atestiguar el adormecimiento de una nación que en otras épocas libertó a cinco países, y que, luego, modeló el ejemplo para que otras naciones hermanas se encausaran por la democracia representativa (que es la única posible hoy en día). Aguanta calladamente interminables colas para comprar un paquetico de harina y, si tiene suerte, un televisor. Cegado por su propia inmediatez (eufemismo para no llamarlo estupidez), no entiende que no habrá un mañana y que sus horas en esas colas serán solo una promesa de las que tendrá que soportar una vez se instaure el comunismo. Y puede que sea peor. Que entendiéndolo, se desentienda.
La jugada del gobierno no es ni remotamente precipitada e impensada. Todo lo contrario. Busca eso que en días más luminosos del movimiento subversivo (si es que los hubo), llamaban tierra arrasada. Y tal cosa no es más que la devastación para luego obviar la inconstitucionalidad de semejante atrocidad e imponer a troche y moche el comunismo retrógrado que ha inmerso a Cuba en una miseria degradante.
No son momentos para juegos electorales, que es solo parte del complejo proceso democrático. La crisis venezolana va más allá de las elecciones del 8 de diciembre (a las que debemos acudir imperiosa y masivamente). Urge una visión de país, que trascienda al año entrante. Una que defina las estructuras para reencausar a Venezuela en la senda del desarrollo y del primer mundo. Hoy por hoy urgen estadistas que tengan una visión clara de país, estadistas que sirvan de faro a las masas, sin desconocer, desde luego, los valores venezolanos.
No basta ganar elecciones (que luego puedan perderse). Hay que diseñar un país de todos y para todos. Una nación con visión de futuro y con un programa estructurado para crear progreso y prosperidad para la mayor suma posible de personas. Un programa de progreso y desarrollo que vaya más allá del siguiente período, de la inmediatez de las próximas elecciones.

Da vergüenza ver cómo la gente permite que se pierda la república en manos de incapaces, mientras espera para entrar a EPA (y para los que no comprenden el sarcasmo y el verbo figurativo, me refiero a quienes se desinteresan de todo, esperando ser ellos los afortunados para hacerse de dinero sin esfuerzo y sin importar mucho la forma). Desuela grandemente la apatía de una sociedad que no exige, que no le imponga al gobierno su voluntad (como el soberano que doctrinaria y constitucionalmente es) y que acepta servilmente las migajas que puedan – o quieran – darle. ¿Qué pasa en Venezuela? 

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