jueves, 5 de diciembre de 2013

Un llamado a todos, pero, sobre todo, a los indecisos

Quienes invocan a la abstención – desde grupos minoritarios sumamente ingenuos hasta intelectuales entre comillas, sin obviar los personajes a quienes Fernando Mires llama dudosos – ayudan al gobierno, aunque sus intenciones sean en principio, loables (bien vale recordar el adagio popular que nos recuerda todas las buenas intenciones que empiedran el camino al infierno). Y por ello, con la libertad que gobierno ni grupo alguno puede arrebatarme realmente, los tengo bajo sospecha. No votar este domingo solo porque con eso la MUD avala la trampa es una pendejada por la que pasamos y, por ella, ya tuvimos una Asamblea dominada por las fuerzas oficialistas sin que nuestra protesta nos sirviera de algo. Todo lo contrario.
En un audio de Henrique Capriles expone claramente como hacen la trampa (que por supuesto la hacen). No se trata de sofisticadas redes satelitales que roban votos. Para hacer eso se necesita la complicidad de la MUD (de toda la MUD), lo cual no solo no es el caso sino que además, luce poco probable que lo sea. Se trata de abusos, de amenazas, del robo de votos de quienes se abstienen, del engaño, como  hacerle creer a la gente que pueden saber por quién vota (lo cual es imposible), de abusar de los medios, secuestrados por el gobierno, de amedrentar… Pero una vez hecho el voto no hay modo de alterar ese voto. Si el alud de votos es, como lo pide Capriles, inmenso, el gobierno no podrá alterar los resultados.
Si en efecto, demostramos que somos mayoría (y lo somos), las correlaciones de fuerzas comenzarán a reacomodarse, pero recuerde, no será inmediato. Hay que permitir el reacomodo de intereses, para que, tal como ocurrió en el pasado (con una sucesiva violación de leyes y fundamentos jurídicos avaladas incluso por las autoridades previas a la llegada de esta revolución), el establishment se reacomode de acuerdo a una nueva realidad política (una mayoría aplastante que desea cambios, como ocurrió en 1998). No se puede ser tan ingenuo para suponer que Chávez fue un fenómeno netamente popular. Chávez fue un portento construido en gran medida por el establishment dominante entonces, que vio a Pérez como un traidor. Y desde luego, había el consenso popular – una mayoría que clamaba por reformas - para propiciar ese cambio, que, tal como advierte el adagio siciliano, ese establishment (que no es tan santo ni bien intencionado) buscaba mantener las cosas tal como estaban (aunque fuera inviable económica y políticamente). No hay duda alguna de ello, el reacomodo de fuerzas empieza con un sentimiento popular mayoritario (como lo era el descrédito de las organizaciones políticas y de la política misma los años previos al triunfo de Chávez), pero lo concreta el establishment (que hace uso de su poder real y concreto: el dinero y los medios que pueden construir – y de hecho, lo hacen – matrices de opinión).
No apoyar la institucionalidad y dejarse seducir por la inmediatez que proponen algunas voces podría conducir a la república por caminos realmente indeseables. Sería siempre y en todo caso, irresponsable. No se trata pues de salir de esto, sino de salir de esto bien. No basta cambiar a Maduro e incluso, a todo el gobierno. Hay que crear una idea de país viable, incluyente, democrática y sobre todo, regido por el Estado de derecho. Logrado esto, el cambio de actores políticos podría llegar a ser aun irrelevante. Y eso solo puede lograrse votando, para que, una vez demostrada fehacientemente nuestra superioridad numérica, servir de muro de contención a las aspiraciones totalitario-comunistas de este régimen e impulsar reformas que profundicen la democracia y aseguren el respeto por el Estado de derecho, así como proyectos económicos viables de corto, mediano y largo plazo que conduzcan a Venezuela al desarrollo y al progreso que puede generar.
Venezuela nos demanda por sobre todas las cosas, seriedad. Estemos pues, a la altura de las circunstancias. No es poco lo que nos jugamos, porque éste régimen parecerá inepto, actuará incoherentemente, sí; pero no está jugando y su propuesta es un modelo probadamente fallido, que solo ha engendrado miseria.
Muchas gracias. 

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