Quienes invocan a la abstención – desde grupos
minoritarios sumamente ingenuos hasta intelectuales entre comillas, sin obviar los personajes a quienes Fernando Mires
llama dudosos – ayudan al gobierno, aunque sus intenciones sean en principio,
loables (bien vale recordar el adagio popular que nos recuerda todas las buenas
intenciones que empiedran el camino al infierno). Y por ello, con la libertad
que gobierno ni grupo alguno puede arrebatarme realmente, los tengo bajo
sospecha. No votar este domingo solo porque con eso la MUD avala la trampa es
una pendejada por la que pasamos y, por ella, ya tuvimos una Asamblea dominada
por las fuerzas oficialistas sin que nuestra protesta nos sirviera de algo. Todo
lo contrario.
En un audio de Henrique Capriles expone claramente como
hacen la trampa (que por supuesto la hacen). No se trata de sofisticadas redes
satelitales que roban votos. Para hacer eso se necesita la complicidad de la
MUD (de toda la MUD), lo cual no solo no es el caso sino que además, luce poco
probable que lo sea. Se trata de abusos, de amenazas, del robo de votos de quienes se abstienen, del engaño, como hacerle
creer a la gente que pueden saber por quién vota (lo cual es imposible), de
abusar de los medios, secuestrados por el gobierno, de amedrentar… Pero una vez hecho el voto no hay modo de
alterar ese voto. Si el alud de votos es, como lo pide Capriles, inmenso,
el gobierno no podrá alterar los resultados.
Si en efecto, demostramos que somos mayoría (y lo somos),
las correlaciones de fuerzas comenzarán
a reacomodarse, pero recuerde, no será inmediato. Hay que
permitir el reacomodo de intereses, para que, tal como ocurrió en el pasado
(con una sucesiva violación de leyes y fundamentos jurídicos avaladas incluso
por las autoridades previas a la llegada de esta revolución), el establishment se reacomode de acuerdo a
una nueva realidad política (una
mayoría aplastante que desea cambios, como
ocurrió en 1998). No se puede ser tan ingenuo para suponer que Chávez fue
un fenómeno netamente popular. Chávez fue un portento construido en gran medida
por el establishment dominante entonces, que vio a Pérez como un traidor. Y
desde luego, había el consenso popular – una mayoría que clamaba por reformas -
para propiciar ese cambio, que, tal como advierte el adagio siciliano, ese
establishment (que no es tan santo ni bien intencionado) buscaba mantener las
cosas tal como estaban (aunque fuera inviable económica y políticamente). No
hay duda alguna de ello, el reacomodo de
fuerzas empieza con un sentimiento popular mayoritario (como lo era el
descrédito de las organizaciones políticas y de la política misma los años
previos al triunfo de Chávez), pero lo
concreta el establishment (que hace uso de su poder real y concreto: el
dinero y los medios que pueden construir – y de hecho, lo hacen – matrices de
opinión).
No apoyar la institucionalidad y dejarse seducir por la
inmediatez que proponen algunas voces podría conducir a la república por
caminos realmente indeseables. Sería siempre y en todo caso, irresponsable. No se trata pues de salir de esto, sino de salir de esto bien. No basta
cambiar a Maduro e incluso, a todo el gobierno. Hay que crear una idea de país
viable, incluyente, democrática y sobre todo, regido por el Estado de derecho. Logrado
esto, el cambio de actores políticos podría llegar a ser aun irrelevante. Y eso
solo puede lograrse votando, para que, una vez demostrada fehacientemente
nuestra superioridad numérica, servir de muro de contención a las aspiraciones
totalitario-comunistas de este régimen e impulsar reformas que profundicen la
democracia y aseguren el respeto por el Estado de derecho, así como proyectos económicos
viables de corto, mediano y largo plazo que conduzcan a Venezuela al desarrollo
y al progreso que puede generar.
Venezuela nos demanda por sobre todas las cosas, seriedad. Estemos pues, a la altura de las
circunstancias. No es poco lo que nos jugamos, porque éste régimen parecerá
inepto, actuará incoherentemente, sí; pero no está jugando y su propuesta es un
modelo probadamente fallido, que solo ha engendrado miseria.
Muchas gracias.
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