La portada del diario El Tiempo, con un hombre
sollozando escoltado por dos funcionarios del Estado, va presagiando lo que
viene (y la respuesta del gobierno a este titular también presagia cosas por
venir, nada halagüeñas). Lo que ha pasado con las tiendas de electrodomésticos
(y que promete extenderse a todas los demás comercios sin importar el ramo) es
una clara señal de lo que busca el gobierno. Nada bendito, dicho sea de paso.
La perversidad del régimen no es producto de una economía impensada. Todo lo
contrario. Si algo ha pensado el combo Giordani es eso precisamente, como destruir la economía para forzar al
Estado a apropiarse de todo e imponer, de hecho, el comunismo.
Los voceros nazis jamás iban a reconocer públicamente
que planeaban exterminar a los judíos en los campos de concentración. Asesinaron a más de 6 millones. Chávez no iba
jamás a aceptar públicamente que su objetivo era quebrar la economía para
adueñarse del país y entonces hacer de la gente una población menesterosa y
dependiente del Estado (o sea del caudillo). Esta gente no da puntada sin
dedal. Y no es, por cierto, ninguna novedad. Así se hizo en Chile, durante el
pésimo gobierno del doctor Salvador Allende.
A Allende le salió al paso el establishment chileno, del
cual Pinochet era solo uno más entre muchos. No veo razones para que, de seguir
este proyecto arrasador, no le salga al paso a Maduro un demonio parecido (que
desgraciadamente nos saldrá a todos por igual). La gente, sobre todo entre los
ingenuos que creen que la inflación es producto de la especulación, podrá mirar
con buenos ojos la inmediata baja de precios de algunos bienes (ajenos a la
canasta básica). Sin embargo, repitiendo el refranero popular, eso es pan para
hoy pero hambre para mañana. Y hablo de la forma más amplia posible.
Hay que votar. El 8 de diciembre podemos desmontar una
de las grandes mentiras de este régimen: que ellos son una mayoría aplastante.
Nunca ha sido verdad. Ni siquiera en el mejor momento del caudillo fallecido. Mucho
menos luego de las elecciones del 14 de abril pasado. El país está dividido en
dos. Y un país dividido en dos partes iguales tiene que dialogar, pero no en
los términos propuesto por Chávez y ahora por Maduro, sino en términos reales. El
gobierno ni debe ni puede silenciar a la otra mitad del país.
Sé que en el PSUV hay gente seria y de buena voluntad.
También la hay en los sectores opositores. La oposición seria y esas voces
sensatas dentro del oficialismo están en la obligación de hacerle frente común a
los que cegados por un poder que solo parece absoluto, se han corrompido
absolutamente y no ven el candelero que azuzan irresponsablemente, porque más
allá de sus propios beneficios y de sus propias prebendas, no ven ni entienden
nada.
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