Trato de comprender. Sin embargo, no me es fácil. Por
un lado, el gobierno acusa a los sectores opositores de querer deponerlo (sin
verdaderas acusaciones, salvo vagos señalamientos carentes de asidero).
Asimismo, la oposición convoca a una reconciliación nacional (imposible en
virtud de negarse una mitad del país de escuchar a la otra). Y fiel a mi credo,
más bien ecléctico, supongo que la verdad se encuentra en algún lugar entre las
dos versiones.
Cada uno entiende la realidad a su manera. O, como
diría mi abuelo, cada quien mata pulgas a su modo. Y por ello, sea lo que haga
la oposición, el gobierno siempre lo malentiende. Claro, su concepción de la
realidad difiere mucho de lo que la otra mitad del país comprende, en especial sobre
cómo debe gobernar. Y por ello, la oposición no tiene idea de lo que el
gobierno pretende.
La verdad se encuentra entre una y otra idea de país,
como ya lo dije. Y si bien pudo haber excluidos que resentían ciertas políticas
erradas del pasado, no son las políticas del gobierno la mejor forma de
solucionar los problemas de la gente pobre. Basta ver la terrible crisis
económica para saber que así ciertamente no se gobierna. Hoy los pobres son más
pobres y más dependientes del Estado. Y es que, de acuerdo al manual del buen
revolucionario, a la gente aburguesada no le venden esa bazofia que es el
socialismo.
Hay pues, una incapacidad de unos y otros para
comprenderse. Y por ello, quienes gobiernan ven conspiraciones en una oposición
que hace lo que ciertamente debe hacer, servir de muro de contención (cosa que
ha hecho bastante mal). Y quienes se oponen a este gobierno no comprenden que
para los revolucionarios no se trata de gobernar, sino de imponer el socialismo
(a juro y por qué sí).
Al menos, si uno supiera lo que el otro hace, las
cosas serían diferentes.
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