martes, 26 de agosto de 2008

La fiesta del Ateneo

Caracas estalló. Una embriaguez colectiva empujaba incrédulos hasta los alrededores del Ateneo. La noche prometía fiestas callejeras. Aunque una buena parte de la ciudadanía comenzaba a inquietarse. Como muchos estafadores, ése que ayer se alzaba en armas contra un Estado democrático, arengaba promesas de paz y armonía y de respeto por los valores democráticos. Muchos le creyeron. ¿Por qué no? Habían confiado en ese mesías todas sus apuestas.
Quizás como ocurre con otros eventos históricos, éste determinó un giro en el proceso político venezolano, uno ciertamente infausto.
Una masa ignorante, aupada por un charanguero de ideas trasnochadas, le aupó en su lucha desenfrenada por adueñarse de las instituciones y, por qué negarlo, del país. Ofreció una constituyente y, pese a la ilegalidad de su origen político, todos la avalaron. Creyeron que de ese modo, calmarían la inquietud despertada desde los sucesos del Caracazo. Grave error. Ése fue el primero de sus pasos hacia el absolutismo.
Este caudillo voraz surgió de las últimas trincheras de la izquierda revolucionaria de los ’60, todavía enquistada en la UCV y otras universidades nacionales. Después de la decisión del VII Pleno del Comité Central del PCV, reunido en abril de 1967, de replegar las guerrillas y acogerse a la ley, los grupos revolucionarios fueron fragmentándose cada vez más hasta reducirse a grupúsculos. Quizás el líder más conspicuo de esta horda anacrónica y terca fue Douglas Bravo. Expulsado del PCV en mayo de 1966, asumió el liderazgo del Frente Guerrillero José Leonardo Chirino y, una vez pacificadas las guerrillas, el reducto paupérrimo de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.
Douglas Bravo se reunió a mediados de 1957 con Eloy Torres, Teodoro Petkoff y el coronel Rafael Arráez Morles para crear un frente comunista dentro de las Fuerzas Armadas con el objeto de tomar el poder. Entonces gobernaba el general Pérez Jiménez y todas las fuerzas políticas conspiraban para deponerlo. El PCV iba tarde a las reuniones con los jefes militares. A principios de los ’70, con las guerrillas política y militarmente derrotadas, Bravo retoma la idea del ’57, a pesar de la continua e insistente negativa nacional de aceptar el socialismo como modelo político.
De ahí surgió Chávez. Su hermano Adán era militante del douglismo en la ULA. A través suyo, Hugo Chávez y Douglas Bravo conversan. Sin embargo, para este momento, aquél ya se ha enrolado en el ejército, inspirado por una vocación inconfesable, aunque su mercadería ideológica haya carecido de acogida entre los compañeros de arma. Quienes se unieron a las distintas logias sediciosas dentro de las FAN después de los ’70 respondían más al militarismo latente en la política nacional que a convicciones socialistas.
Conspiró durante, ¿10 años?, y perpetró el golpe de Estado. Fracasó. Al decir de muchos, por su incompetencia castrense. Según sus propias palabras, porque fueron delatados tempranamente.
Pagó una condena corta para la gravedad de su felonía. Estando preso en Yare olvidó a sus viejos camaradas y de ser el fracasado, pasó a ser el dueño del circo. Ése al que asistieron personajes olvidados de la izquierda y, por qué voy a negarlo, uno que otro resentido, gente enemistada por variopintas causas con los partidos del estatus. Antiguos de estos personajes le relacionaron con ideólogos del extranjero, como el fallecido neofascista Norberto Ceresole, y con el caudillo de la izquierda radical mundial: Fidel Alejandro Castro Rus. Ése al que llama padre y que pretende imponernos.
Aquel festín del Ateneo es hoy, una desgracia nacional. A pesar de más de 40 años de contundente negativa al socialismo, Chávez propugna que este país va hacia el socialismo, opóngase quien se oponga. Y da la casualidad que es la nación – o un 80%, para ser más preciso – la que se opone. A mi juicio, uno u otro está de más. Creo que definir cuál es una obviedad.
¿Qué parte del mensaje del 2 de diciembre pasado no entendió?
Vocea sin pudor que la gente votó por él y que su proyecto de gobierno era el socialismo, como excusa inaceptable para imponernos su socialismo de mierda (si, de mierda). Intuyo quien está detrás de un argumento jurídico tan pobre pero lo que realmente importa es que la consulta popular de diciembre no dejó lugar a dudas. Cualquier argumento distinto es sólo estirar la liga. Me pregunto entonces, ¿quién traiciona a quién? ¿Quién es el sedicioso? Mal puede serlo una oposición que le exige respeto por las leyes, la institucionalidad y la civilidad republicana hasta que culmine su mandato. Son él y sus acólitos con su pretendida reforma socialista quienes están al margen de la legalidad.
No acusen al pueblo por defender la constitución (aunque sea un bodrio sin precedentes) y sus creencias y valores tradicionales. Es él quien se opone a la ley, la viola y se transforma pues en reo de delito por un nuevo golpe de Estado, perpetrado esta vez en forma gradual.
El país enfrenta además, problemas económicos muy graves que van a conducir al pueblo a la exasperación. Y eso puede ocurrir pronto. La generosidad irresponsable del comandante ha puesto las finanzas públicas en una posición más que delicada. Es, simplemente, catastrófica. Y no apelo a este vocablo con ligereza ni irresponsabilidad. Repito lo que conocedores del tema vienen alertando. A pesar de la bonanza petrolera de los últimos años, Hugo Chávez ha gastado más de lo que ganamos. La nación está en bancarrota. Chávez la quebró. Por eso, la gente puede arrebatarse y rebelarse violenta y espontáneamente en su contra.
Caracas puede estallar. Pero esta vez puede que la fiesta no sea alegre y esperanzada en las afueras del Ateneo. Seguramente será cruenta. En lugar de pitos y banderas, habrá tiros y gritos. Mucho dolor. Obviamente nadie desea tal tragedia. Pero, ¿bastan las buenas intenciones para impedirlo? Ciertamente creo que no.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra

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