miércoles, 3 de agosto de 2016

La ceguera política


El verdadero problema del gobierno no son las consecuencias de la crisis, sino sus causas.
El gobierno supone erradamente que de llegar al 2017, sus problemas acabaron. Imaginamos que irá – de tener suerte suficiente – sorteando problemas sin resolverlos, como ha hecho hasta ahora. Un primo mío refería una conversación con un militante del Psuv, para quién la crisis ya estaba superada porque están subiendo la cota del Guri y el precio del petróleo. Nada más falso. Eugenio Martínez, periodista experto en procesos electorales, analizó recientemente una encuesta de Venebarómetro,  según la cual 55 % de los venezolanos califica como negativa la gestión del expresidente Chávez. 91 % de la gente, de acuerdo a ese estudio, cree que el país está «de regular a mal, mal y muy mal». Aún más, alrededor de las dos terceras partes de la población desea que Maduro sea revocado este año.
El verdadero problema del gobierno no son las consecuencias de la crisis, sino sus causas.
La revolución – que de acuerdo a Thays Peñalver, lleva más de tres décadas intentando asaltar el poder – llegó tardíamente. El socialismo fracasó hace más de 40 años y hace 25, colapsó. Sin embargo, el entorno (civil) de Maduro, procedentes en su mayoría de grupúsculos sediciosos civiles, aún no aceptan que los paradigmas están cambiando y que la esencia de las ideas ilustradas constituyen la evolución final del pensamiento político, como ya lo planteaba Hegel en 1806 y lo reafirmó Francis Fukuyama en 1991.
La reciente declaración de Vladimir Villegas sobre el socialismo es una necedad. No llegó al «llegadero», ese modelo, porque haya escasez de alimentos y medicinas en Venezuela. En sus palabras hay una miopía parroquiana imperdonable. Fracasó porque sus postulados son ensayos fallidos. Maduro por su lado, no pudo decir algo más infeliz al acusar de estúpido al que imagine que el capitalismo va a resolver las dificultades. Su posición solo desnuda un dogmatismo de tal magnitud que nos patentiza su ceguera política. Si bien es cierto que el capitalismo muestras fallas, y muy graves, también lo es que las ideas que le son consustanciales permiten corregirlas sin desmontar principios sobre las cuales se construye: la libertad del individuo. En cambio, en el socialismo, cuyos errores son estructurales, estos se intentan resolver restringiendo cada vez más la libertad del individuo. Y es esa la razón ontológica de su fracaso.
La idea «socialista» ha sido recurrente en casi todos los regímenes venezolanos. Podría decirse además, que hasta la llegada de la revolución al poder, lo era más por demagogos y oportunistas que por una militancia verdaderamente comprometida con el marxismo, credo de muy poco calado en la idiosincrasia nacional. Venezuela no obstante merece una genuina revolución. Y esta no es otra que rescatar los valores democráticos y republicanos que, a pesar de nuestros errores, que son muchos, ha sido una genuina aspiración de los venezolanos, al menos desde la muerte del general Juan Vicente Gómez. Si no emprendemos esa tarea lo antes posible, la crisis va a generar un peligroso estado de agitación y descontento, y, llegado el momento, la recuperación nacional será mucho más sacrificada para todos.
El verdadero problema del gobierno no era ni es que la cota del Guri alcance los 244 m.s.n.m. o que los precios del barril de petróleo superen los cien dólares, sino entender la contemporaneidad y no afanarse por tener la razón. El reto de la oposición no es el revocatorio, ni sacar a Maduro del poder, lo cual es solo un paso necesario; lo es, sin dudas, construir una república democrática que ciertamente pueda asegurar a sus ciudadanos una calidad de vida aceptable según estándares internacionales y, de ese modo, transitar hacia el desarrollo sustentable.

El verdadero reto es pues, transformar al pueblo lacayo en ciudadanía primermundista. 

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