sábado, 13 de agosto de 2016

El impeachment contra Rousseff y el referendo contra Maduro


El senado brasilero aprobó enjuiciar a Dilma Rousseff. Constituye este, el primer paso hacia su destitución definitiva, que deberá votarse a fines de este mes. Todo parece señalar que en efecto, será destituida. Luego de la derrota de Cristina Kirchner, peligra otro aliado cardinal de la revolución bolivariana y de un eje de naciones cada vez más reducido, cuyo epicentro sigue siendo La Habana a pesar de los acercamientos con Washington. Sin dudas, esta decisión incidiría dramáticamente en la crisis venezolana.
Según lo reseña Thays Peñalver en su obra «La conspiración de los 12 golpes», Fidel Castro calificó la «captación de Chávez» como prioridad para su régimen entonces cuarentón. No es un secreto la precariedad económica de la isla para 1994, fecha en la cual se conocen el caudillo barinés y el exdictador cubano. Entonces, la ingesta de calorías por parte de los cubanos había bajado de tres mil a poco más de la mitad (Ob. Cit. Pág. 288). Al llegar Chávez al poder en 1999, más de 40 mil cubanos ya estaban en Venezuela (Ob. Cit. Pág. 288).
No se trata de una élite enquistada en el poder, sino de un movimiento que trasciende la visión parroquiana que parece tener buena parte de la sociedad venezolana. Para Raúl Castro, un hombre sin ningún carisma pero mucho más pragmático que su hermano, la viabilidad de la revolución bolivariana en Venezuela es un tema de seguridad para el moribundo régimen cubano. Sobre todo porque en noviembre, los estadounidenses podrían elegir a Donald Trump como presidente. En ese caso, no dudo del destino fatal del acuerdo Obama-Castro, un arreglo forzado por la fragilidad de la economía cubana y del creciente descontento popular hacia la dictadura comunista.
La reciente decisión del CNE, alargando la fecha de recolección del 20 % requerido para activar el revocatorio de Maduro en franca violación a la ley, no parece corresponderse con la fractura que de acuerdo a destacados periodistas existe en el seno del Psuv e incluso, en la Fuerza Armada Nacional. Sobre todo porque alargar el revocatorio para mantener el statu quo, como parece ser el caso, no resolvería el problema de fondo, con lo cual puede uno inferir que, en primer lugar, no les importa el eventual estallido social porque cuentan con un sistema represor bien aceitado; y, en segundo lugar, porque tendrían al ejército de su lado, con lo cual toda acción para ejercer presión podría ser inútil. Se sabe que esa «lealtad» jamás ha sido «rodilla en tierra» en estas tierras. Repito por ello lo que una vez le escuché a un general retirado que vivió la dictadura de Pérez Jiménez: a pesar de gobernar en su nombre, fueron las Fuerzas Armadas las que el 23 de enero depusieron al dictador, sin disparar siquiera un revólver (la violencia sobrevino luego, por los saqueos y el asalto a la sede de la infame Seguridad Nacional).
El rechazo mayoritario hacia la dictadura militar unió a la sociedad en una causa común: restituir la democracia. Esa alianza debe ser hoy una prioridad aun mayor que el revocatorio, cuya celebración oportuna – antes del 2017 - dependerá de la presión que los distintos factores de poder ejerzan sobre el gobierno. Creo que viene al caso aclarar que no fue el referendo lo que logró la salida de Pinochet en 1989, sino el apoyo decisivo del ejército chileno a las fuerzas opositoras, impidiendo que el régimen consumara el fraude electoral contra ese referendo.   
No habrá salida posible pues, si los actores políticos no encaran vigorosamente al régimen para obligarlo a transitar de este modelo fallido a otro más productivo, sea con los mismos actores o dando cabida a nuevos, fundado en los principios regentes para las democracias occidentales y que, como lo señalara Maurice Duverger, puede resumirse en el artículo 1° de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada por los franceses en 1789: «todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derecho».  


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