domingo, 6 de septiembre de 2015

In memoriam…

          No niego la tragedia del niño Aylan. En ese incidente también murieron ahogados su hermano y su madre. Sin embargo, no son ellos casos aislados y he ahí la verdadera tragedia detrás de estas muertes. La migración de personas, sean sirios huyendo de esa locura infernal que es ISIS, centroamericanos migrando a Estados Unidos o africanos que buscan una vida mejor en Europa, es, si se quiere, un problema global… un problema que nos atañe como especie y no como nacionales de éste o aquel país.
         Son pocos los que dejan todo atrás para emigrar por gusto. Sus razones por lo general gravitan sobre tragedias. Guerras intestinas en África o una vida miserable en Centroamérica o el horror del fanatismo religioso. Levantar muros, encender la xenofobia o crear restricciones no solo ha resultado inútil, sino que además, empieza a tomar un cariz que como especie no podemos tolerar. No creo exagerar al repetir que los desplazados ya no son problema de unas pocas naciones y se perfila como un tema humano.
        Creo que la humanidad debe encaminarse hacia la Ecumenópolis. Estoy convencido de la necesidad de un gobierno mundial. Nos guste o no, la globalización – o la comunicación masiva que es posible hoy – ha volado las fronteras y no hay forma de impedir el desplazamiento de personas cuando en sus países la esperanza murió en manos de fanáticos y corruptos. Solo mejorando las condiciones globalmente se evitará la migración ilegal y desde luego, tragedias como la de Aylan.  
         La ONU, que hasta hoy ha sido cuando mucho un club de gobiernos que poco o nada representan a sus nacionales, no puede seguir negando las atrocidades que en nombre de la fe o de una ideología o de vaya a saber uno qué perpetran gobiernos, grupos de poder, caudillos, cofradías religiosas y pare uno de contar. Insisto, es perentorio un gobierno mundial que ponga la ONU al servicio de la humanidad y no de los gobiernos.
       No puedo concluir sin recordar a John Locke. Su obra filosófica está orientada a la creación de un orden basado en derechos que sin dudas, son anteriores a la constitución de las sociedades, y por ende, ningún credo u ordenamiento jurídico positivo tiene la potestad de abrogarlos. Se tienen y punto.
        No me queda más que pedir a Dios, cualquiera sea su nombre, para que extienda sus manos y reciba a ese pequeño angelito. Ojalá y la muerte de Aylan Kurdi encienda las alarmas y nos llame a una reflexión profunda sobre la conducta que como especie debemos asumir de cara a un sinfín de problemas globales, a los que nuestras creencias religiosas, políticas  o las que puedan existir les importa un carajo.    

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