lunes, 24 de octubre de 2016

Mirando los perros correr


¿Es esta una encrucijada? Puede serlo, sí. Aunque, como ocurre con otras muchas cosas, nada es seguro, salvo la muerte. Pero, por suerte, los países no mueren. Como el Ave Fénix, renacen de sus cenizas. Eso ya es mucho. Muchísimo, debería decir.
Algunos comentaristas – no quiero endilgarles el calificativo de analistas porque como yo, no lo son – aseguran que el gobierno está acorralado por el descontento, y, sí, en parte es cierto, y que por ello, actúan desesperadamente, lo cual también es verdad. Sin embargo, una cosa es verse forzado a actuar sin apego a la ley, y otra muy diferente, sentirse débiles. Como en todo juego, y este lo es de algún modo, el cambio de las circunstancias ha obligado a tomar medidas que sin dudas tienen un costo político. El quid de esto es si pueden pagarlo. Eso no lo sé.
No lo sé, ciertamente, pero la historia nos ofrece ejemplos, antecedentes… estadísticas.
El 30 de noviembre de 1957, se llevó a cabo un plebiscito, que de sí ya violaba la constitución de 1953 (que tenía prevista unas elecciones), que de todos modos perdió Pérez Jiménez. Sin pudor, el ejército se robó las urnas y el plebiscito terminó en algo así como no me da la gana de perder y punto. En alguna ocasión le pregunté a un testigo de esos años, Gustavo Planchart Manrique, si la gente, el primero de diciembre, imaginaba que poco más de mes y medio después iba a caer el régimen. Me dijo, no, nadie lo sospechaba. Solo empezó a pensarse, agregó, luego del alzamiento del primero de enero de 1958. Solo entonces se conoció la fractura dentro de las Fuerzas Armadas, en cuyo nombre decía gobernar Pérez Jiménez (y en un país tutelado por los militares desde hacía más de un siglo, no era del todo incierto).
Hubo un cornetazo el día 22 de enero de 1958, a las doce del mediodía (estaba prohibido tocar las bocinas de los autos), precedido de por lo menos dos alzamientos, el del día de año nuevo, y otro el 11 de enero, que forzó la salida de Pedro Estrada como jefe de la SN, pilar fundamental para la sustentación del régimen. Esa noche, a las dos y tanto, el dictador abandonó el país ante el desconocimiento general de su autoridad por parte de las Fuerzas Armadas. «Mejor te vas Pérez, porque pescuezo no retoña», le recomendó, según alegan algunos, Luis Felipe Llovera Páez.
¿Por qué digo esto? Porque Maduro puede tener la lealtad del ejército hoy, pero no sabemos si la tendrá mañana. Pagar el precio significa que muchos deberán apartarse cada vez más de la ley, y no sabemos cuánto más lo harán. Al fin de cuentas, las violaciones recaen sobre los perpetradores y no sobre Maduro. Y estamos todos al tanto, nadie gobierna solo, ni siquiera el Rey Luis XIV de Francia.
El revocatorio por ahora está en suspenso, o, para el deseo de algunos, durmiendo el sueño de los justos. Sin embargo, la crisis sigue vigente. Aún más, empeora cada día. Huelga enumerar el rosario de problemas y dificultades que a diario toleramos los venezolanos. Y es ese el verdadero problema del Psuv, no la permanencia de Maduro en el poder, porque, volviendo la mirada sobre hechos pasados, no hay garantías que en un país como este, que no ha logrado despojarse de la tutela militar, no emerja de los cuarteles un Pinochet.  
Cito al recientemente nombrado general de los Jesuitas: la solución empieza por el diálogo. No obstante, ese diálogo no puede ser con factores que han dado muestras suficientes de su sordera y tozudez.  Es más que obvio, un sector del chavismo, ese que teme medirse y que ha impuesto un Estado fallido para perpetuarse en el poder, no va a dialogar, como no lo hizo la élite nazi o el depuesto dictador libio, Gadafi. Ese diálogo debe ser con los factores de poder que, apoyados en la enorme mayoría que exige cambios, impongan la transición a quienes ya no puedan recurrir a las bayonetas para sostenerse.   

Ese diálogo urge… porque lo otro, está latente, y de ocurrir, no lo dudo, muchos mirarán los perros correr.   

No hay comentarios: