jueves, 10 de abril de 2014

Del diálogo y la paz

Arthur Neville Chamberlain temía la guerra más que nada. Como muchos europeos, el recuerdo de la Gran Guerra era un mal sabor, agrio y penetrante. Los centenares de lisiados podían verse en las calles europeas como una evocación trágica de aquel horror, ciertamente indeseable. Deseaba la paz codiciosamente. Su interlocutor, el arrogante cabo austríaco devenido en führer del Tercer Reich, no. Adolfo Hitler solo buscaba ganar tiempo para armarse como lo hizo. El diálogo europeo entonces no fue un diálogo.
El presidente Nicolás Maduro, cuya legitimidad se ha reducido a un dudoso proceso electoral, se ha visto acosado por una miríada de problemas heredados del pésimo gobierno de su predecesor, un teniente coronel sin ninguna experiencia política. Su visión del mundo, aprendida de un anciano dictador enquistado en su obsolescencia, ha generado más problemas que soluciones. Por eso, las calles venezolanas son escenarios de infinidad de protestas. La gobernabilidad se desmorona y los dirigentes gubernamentales no parecen comprenderlo. Su propio pellejo está en riesgo y como otros tiranos, creen suficiente refugio su retórica bulliciosa pero insustancial.
Se ha planteado la necesidad de diálogo. La MUD está dispuesta. El gobierno, no. El planteamiento de conversaciones razonables entre unos y otros ofende al liderazgo chavista que, convencido de librar una lucha de clases, no ve un adversario político sino un enemigo. Para Chávez siempre se trató de una guerra en contra de una oligarquía y la oposición ha sido por ello un objetivo militar, uno que debe ser aniquilado.
Ayer surgieron declaraciones que de no ser por el cargo de ostentan, no habrían dejado de ser unas frases retrecheras. A la propuesta del expresidente brasilero Lula Da Silva de convocar un gobierno de unidad con sectores opositores, Maduro se ha negado categóricamente, arguyendo que él es el que gobierna. El vicepresidente Jorge Arreaza ha dicho por su parte, que ellos no van a pactar con sectores opositores. Cabe preguntarse pues qué carajo entienden por diálogo. Claro, es ésta, mi interrogante, una pregunta retórica. Los líderes del gobierno no desean dialogar, desean oxigenar un liderazgo asfixiado. No quieren aceptar sin embargo, el único oxígeno posible, porque atenta contra sus creencias más arraigadas.
Termino diciendo que la MUD debe sentarse a dialogar, por supuesto; pero no deben los líderes opositores claudicar sus principios fundamentales. Se trata de construir la paz. Y ésta no debe confundirse jamás con la sumisión.


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