viernes, 14 de febrero de 2014

¿Una sociedad de majaderos?

¿Qué ha pasado en el mundo? ¿Dónde están los valores propuestos por hombres que han librado luchas cruentas por un mundo mejor? ¿Qué hay de esas ideas que construyeron un orden internacional para proteger a la gente de sus gobiernos? ¿Cómo es posible que los organismos internacionales sean solo clubes de gobierno, que, sabemos, muchas veces no representan a sus gobernados?
No debe extrañarnos que majaderos presidan naciones. Tampoco que surjan autocracias ni la ceguera irreductible frente a la actuación deplorable de caudillos. La frivolidad frente a los valores democráticos ha debilitado los principios que de ellos emanan. Se le rinde culto a lo trivial y se desdeña la erudición puesta al servicio de la inteligencia. Solo ven la hojarasca que flota sobre las aguas y pocos miran la profundidad del pozo.  
La democracia ha sido reducida a elecciones. Una vez ganadas, importa un bledo si se cagan en todos los valores que la sustentan. Poco importa si se alteren las normas que regulan el ejercicio del poder. Si se promulgan leyes ajenas a la esencia filosófica que les concede legitimidad. Que la voluntad popular sea útil solo si ayuda a los intereses de los gobernantes. Que baste arrogársela porque la comunidad internacional será ciega, sorda y sobre todo, muda.
Es triste que el mundo esté cegado por una descollante revolución tecnológica. Que sea incapaz de abarcar la profundidad y dimensión del alma. Resulta lamentable escuchar argumentos abultados por clichés que han sustituido el criterio. Para demasiados pensar se ha hecho muy gravoso y aburrido.
El arte ya no es arte y cualquier pendejada se le tiene como a una obra de Bach. Se glorifican textos mediocres. Se llama arte a un hombre que defeca en un museo o artista a un zoquete insulso que hace un performance constante de sus majaderías y complejos. Y esa misma idiotez ha alcanzado a la política.
Basta hablar de los pobres para capitalizar el afecto de la gente, aunque se omita cómo ha de llevarse a cabo esa ayuda. Millones de personas admiran puerilmente a Castro, aunque haya condenado a los cubanos a una imperdonable prostitución espiritual. Demasiados líderes son solo personajes anodinos sin ideas en los sesos. Así está el mundo hoy. El planeta – y en nuestro caso, Venezuela - necesita seriedad y profundidad de pensamiento, más allá de la información que a borbotones emerge de la Internet.


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