Puede
que pase algo, puede que no. No hay modo de saberlo. Acaso, apenas podemos
intuirlo. No obstante, la historia enseña. Basta mirar atrás para atisbar
alguna suerte de escenario posible entre los imaginables. Mirar el caso de
Chile parece prudente. El resultado definitivo de una empresa imbécil como la
adelantada por Salvador Allende fue cruento, pero la mitad de los chilenos
apoyó el golpe. Así de simple, porque al fin de cuentas, la gente termina
siendo siempre simple.
Cabe
la posibilidad de que Venezuela se cubanice. Claro. Las masas pueden volverse
flojas, mediocres; conformarse con las migajas. Pero ése no es el problema. No
se trata de usted o yo, que realmente podemos hacer muy poco, salvo votar,
hacer apostolado… ¡Se trata de los entes decisores! Se trata de los
empresarios, de los banqueros, de los dueños de los medios y, por supuesto, los
militares. Se trata pues de eso que algunos llaman el establishment.
Las
masas, en caso de desesperarse, podrán actuar caóticamente, como pasó en
febrero de 1989. Ha habido malas señales, como el caso del camionero
accidentado fatalmente en la autopista Francisco Fajardo, desgarrador y muestra
de la ruindad reinante. Sin embargo, no parece creíble su determinación y
organización necesarias para deponer un gobierno, aun uno muy deficiente como
éste. Esa empresa – costosa y complicada – solo puede emprenderla un grupo
organizado, con recursos suficientes y lo más importante, con mucho que perder,
que justifique una aventura semejante.
Olvide
usted las frases manidas de los analistas de fiestas, sea de los que auguran la
inminente caída del gobierno como los pesimistas, seguros de la pasividad de
los venezolanos. La verdad es que todo depende de la decisión de los grupos
decisores, los que detentan el genuino poder, sea en las filas opositoras o en
el propio chavismo. Ésos que tienen mucho que perder (o mucho que ganar).
No
hay bola de cristal. Hay tendencias y semejanzas, posibles ejemplos de lo que
eventualmente podría ocurrir en Venezuela. Sin embargo, no hay modo de saber
qué juego juegan esas cúpulas decisoras, que ayer tumbaron a Pérez y pusieron a
Chávez. Tal vez la partida nacimiento de Maduro sea el chequecito que puso a
Pérez de patitas en la calle. Tal vez las partes tengan tanto miedo que
prefieran otras opciones a seguir encausados por este delirio… o puede que
estén ganando tanto que nosotros estemos jodidos.
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