El sueño reparador
tardó en llegar anoche. Por ello, inmerso en sensaciones de dolor, de estupor,
de hastío, tuve que reflexionar. Preguntarme por qué otra vez, a pesar del
deplorable estado en el que 14 años de desidia gubernamental han ido legando hasta hacer de Venezuela esta ruindad pasmosa que es hoy. No puedo creer que sea nuestra idea equivocada
y que los más de 160 mil muertos a manos del hampa no pesen para evitar que
esta pesadilla continúe. Pero desde el balcón de mi casa observé como la ciudad
celebraba el triunfo de un hombre que ha encarecido nuestras vidas en 1200%.
Estaba atónito.
Fogonazos y cohetones
reventaban como si obtuviésemos la libertad que este señor nos ha robado para
regalársela a los hermanos Castro. Se escuchaban los cornetazos de los
automóviles, como si hubiese algo que festejar después de 14 años de sufrir el
peor gobierno que haya padecido este país en su historia y para muchos, haber
perdido los mejores años. Y triste, adolorido, porque siendo un hombre que ya he
sumado unos cuantos cumpleaños me veo más pobre, reflexioné. Y sólo encuentro una respuesta posible: somos una sociedad espiritualmente pobre, incapaz de
ver más allá de la inmediatez. Somos un pueblo mendicante, que lejos de desear
el socialismo que pregona ese señor, sólo buscamos sumarnos al carnaval de
dinero regalado por el Estado sin más contraprestación que vestir una franela
de color y votar por el caudillo. Carnaval insuficiente, claro, para que el
mendigo vuelva a por más.
Somos pues, un país
tercermundista. Un país que no busca desarrollarse con el esfuerzo de sus
ciudadanos, con el trabajo responsable, lo cual no parecen ser valores
intrínsecos en nuestra sociedad. Somos un país que sigue a un caudillo porque
no ha sido capaz de ver más allá del espejo que éste nos ha puesto para mirar
siempre al pasado y, entonces, verlo como una presencia invencible, un único e inequívoco referente.
Yo no puedo ni quiero
vivir en un país donde los valores están trastocados al punto de ver en ese
señor a un caudillo, figura repugnante heredada de nuestros episodios más
tristes y deleznables. No puedo ni quiero vivir en un país que escucha zoquetada de cuanto mediocre surge por ahí. No puedo ni quiero vivir en un
país donde Kiko Bautista y Martín Pacheco sean referentes.
No obstante, no puedo ni
quiero irme de éste, mi país; tanto como de ésos que, ebrios por el triunfo de la barbarie, pretenden excluirme sólo porque creo que este país
necesita otro norte. Por eso, tengo que vivir mi luto, lamerme las heridas y
seguir reflexionando, para regresar, lo más pronto posible, al noble trabajo de
crear patria. Y la única forma de crear patria es creando ciudadanos, no
lacayos de un caudillo.
Perdón por la amargura pero
hoy no hay nada dulce que me aminore este mal sabor.
1 comentario:
El duelo lo llevamos unos cuantos, hoy al igual que tú estoy lamiéndome las heridas, 14 años de abusos, injusticias e inseguridad jurídica no son para menos.
Observar como se realiza el gasto social, el cual a mi parecer es muy loable y me refiero con esto a las misiones sin que se respete la propiedad privada, o se incentive la inversión privada o el turismo es doloroso, por que poco a poco vamos directo a un abismo.
Abismo de miseria económica, pero más espiritual y tienes razón en esto último. Sin embargo, debemos efectuar un análisis objetivo, más allá de las esgrimidas por el actual y perenne presidente.
Las verdaderas, cuál ha sido nuestra conducta como sociedad?, a cuáles valores hemos dado prioridad en todas las áreas del quehacer diario?
Digno de reflexión no es así?. Valores como el respeto tanto a la persona humana como a las leyes, la igualdad de oportunidades para todos, la falta de humildad (que no es sumisión,)el acceso oportuno al sistema de justicia, la seguridad jurídica y otras necesidades espirituales y motivacionales no satisfechas creo que pueden dar parte de la respuesta.
Publicar un comentario