lunes, 8 de octubre de 2012

Yo soy de centro


No creo en el socialismo. El discurso perverso que justifica regalarle al pobre lo que otros han ganado con esfuerzo es a mi juicio, una injusticia soberbia. Mucho más si ese premio demanda una lealtad servil al caudillo, al amo. Creo en el modelo liberal capitalista que debe su nombre a dos virtudes democráticas: la libertad y la libertad para generar capitales.
El capitalismo democrático no supone privilegiar al rico, como lo dicen quienes creen en el socialismo. Supone fomentar la generación de capitales para beneficiar a la sociedad con empleos y la circulación del dinero, fuente generadora de prosperidad. El dinero es como un río, debe fluir a través de los cultivos para que todos cosechen y de ese modo, la comarca toda gane. Si el dinero lo represa el Estado, se estanca y mientras el cultivo del Estado se pudre, los demás se secan. Nadie gana.
Mi esfuerzo debe retribuirse en dinero, mi mayor esfuerzo debe retribuirse en más dinero. Si por el contrario, mi menor esfuerzo se premia con dádivas, nadie gana. Y si nadie gana, todos perdemos. El socialismo propone eso, privilegiar al pobre por el solo hecho de ser pobre. Y si privilegiamos al pobre por serlo, ¿quién va a desear esforzarse? Si se premia al que prefirió ver al zorro en vez de estudiar, ¿para qué voy a estudiar?
El capitalismo democrático supone reglas. Supone el establecimiento de reglas claras para las clases trabajadoras, los empleadores y el Estado. El capitalismo democrático supone el equilibrio de fuerzas entre los amos del capital (que arriesgan su dinero para ganar dinero, claro, pero también para generar empleos), los empleados (que a cambio de un salario competitivo aportan su fuerza de trabajo para que el dueño del capital gane dinero) y el Estado, como ente regulador (preferiblemente con la menor carga laboral posible para que no se comporte como un patrono explotador). El socialismo en cambio, implica un Estado empleador, que se comportará como el peor de los explotadores del siglo XVIII.
El capitalismo permite crecer, mejorar, enriquecerse, ser libre y lo más importante, dueño del destino propio. El capitalismo permite crear capital y riqueza para la mayor cantidad de personas, claro, bajo un esquema de reglas claras preestablecidas.  El socialismo, por el contrario, convierte a los ciudadanos en lacayos cada vez más pobres, cada vez más dependientes del Estado y por ende, más dependientes del gobernante de turno.
Por eso, yo soy de centro. 

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