No soy periodista. Sin
embargo, ayer, que VTV rompió el celofán con unas declaraciones del abogado
Herman Escarrá Malavé sobre el supuesto documento secreto de la MUD, se hizo
toda una polémica que a mi juicio, demuestra la banalidad de la sociedad y la inmediatez
de muchos periodistas, que se precipitaron a generar noticias sin ahondar en
los hechos.
En horas de la noche, el
mismo protagonista de la noticia aclaró que él sigue creyendo en el candidato
Henrique Capriles y que éste fue electo en unas primarias transparentes. Hoy
señala que sigue siendo opositor y que duda mucho que ese documento haya sido
parte del programa de la MUD. Igual ocurrió el jueves pasado, con el video del
diputado Caldera. En horas de la tarde, el propio asambleísta aclaró quien era
el interlocutor del video, cuyo rosto y voz fueron desnaturalizados; para qué
era el dinero, su campaña como candidato a alcalde del municipio Sucre; y el
monto de la contribución. Habría que ver si es verdad. Pero lo más grave fue
que esa inmediatez condenó sumariamente al diputado Caldera que aún hoy,
después de hechas las aclaratorias, sigue siendo acusado de traidor y de
corrupto por tirios y troyanos. Otra cosa es, como ya dije, que deba probar el
asambleísta si ese dinero era en efecto para su campaña.
Ese mismo jueves, no
obstante, una noticia, por lo demás muy grave, también aparecía en los medios.
El exmagistrado Eladio Aponte confesaba la comisión de delitos de lesa
humanidad por orden directa del presidente Chávez. Mientras la noticia candente
era el video mal montado en contra del diputado Caldera (con fines
aparentemente similares a los perseguidos por Vladimiro Montesinos durante el
fin de la era Fujimori), otra noticia, ciertamente conocida desde antes por la
entrevista realizada en Costa Rica al exmagistrado Aponte, daba cuenta de la
comisión de un delito muy grave por parte del presidente. Soy abogado y sé bien
de probanzas, pero lo explicaré después. Por ahora cierro este párrafo diciendo
que en general, nuestros periodistas, en éste y aquel lado, se limitan a lo
superficial. No escarban en los hechos para hallar lo realmente subyacente, sea
porque descuidan la acuciosidad del buen reportero o por razones más
deleznables.
En cuanto al documento de
la MUD, basta decir que no hay pruebas fehacientes de su existencia más allá de
testimonios cuestionables por las motivaciones de los testigos o insinuaciones
imprecisas de algún texto seguramente desechado. El caso Caldera no constituye
hasta ahora un delito, salvo por la filmación del video (que sí es violatorio
de las leyes); y en todo caso, la investigación debe centrarse sobre el destino
del dinero, sobre todo porque se trata de un diputado. En cuanto al abogado
Escarrá sólo digo que se precipitaron, porque al fin de cuentas, lo único que
dijo es que alguien pudo redactar el documento y que sería infausto, pero jamás
dijo que era parte del programa de la MUD, como lo ha ratificado este martes.
Otra cosa debe decirse
del caso Aponte. El exmagistrado involucró al presidente Chávez en la comisión
de delitos de lesa humanidad en contra de los comisarios presos por los sucesos
del 11 de abril del 2002. Si lo hubiese hecho a un reportero, como en efecto lo
hizo en Costa Rica o incluso, como un testimonio, sería éste cuestionable,
igualmente por las motivaciones del testigo. Pero lo hizo en el marco de una
confesión que lo incrimina a él en delitos de lesa humanidad. Y supongo que
tanto como yo, sabrán ustedes que la confesión es la reina de las pruebas.
Desde luego, no abarca la confesión del exmagistrado Aponte lo suficiente para
constituir plena prueba en contra del presidente Chávez. Muy lejos de eso. Pero
sí puede tenerse como una presunción de buen derecho y servir cuando menos de
indicio para abrir una investigación exhaustiva en su contra. Por mucho menos
han renunciado otros mandatarios.
Esta semana no sólo fue una
demostración de lo ruin que pueden ser las personas cuando del poder se trata,
sino que vimos además (y mucho más grave) lo superficial que somos. Vienen días
muy duros. Necesitamos por ello, hacer un esfuerzo por ahondar más allá de la
hojarasca que flota sobre las charcas.
Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado
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