viernes, 14 de septiembre de 2012

La ética como patrón


Los griegos antiguos no tenían esta noción del pecado que hemos heredado de los judíos, al menos en el mundo occidental. Su concepto del buen vivir no se basaba en actos considerados pecados como tales, sino en la virtud. Y de esa falta de virtud podía uno merecer el tártaro, que en el reino de Hades equivale al infierno judeo-cristiano. Pero no hablemos de las miserias del averno, que no es de eso de lo que quiero hablar. Hablemos de qué constituye realmente una conducta ética, omitiendo las connotaciones religiosas.
     Escucho a los revolucionarios ufanarse de su ética y sobre todo, que ésta se basa en su amor incondicional por los más pobres (como si los demás importasen un bledo). Y yo, que no comparto su visión de la sociedad y mucho menos su entendimiento económico, me pregunto si será que a mí los pobres me importan un carajo. Sé que ése no es el caso. Como sé también que la señora Ángela Merkel se preocupa igualmente por los más pobres. Esa arrogancia socialista me resulta repugnante y soberbia. Aún más, me luce ofensiva y discriminatoria. Sobre todo porque nadie como ellos han hecho tan poco por resolver el problema de la pobreza.
     Una cosa es abanderarse pues, como adalid de los pobres y otra muy diferente hacer algo verdaderamente eficiente para corregir las fallas estructurales que mantienen a las clases más pobres en la pobreza. Puede decirse de hecho, que el socialismo ha hecho mucho por mantener a los pobres en la pobreza y sumarle a ésta a todos los que durante su reinado va empobreciendo. Mientras tanto, a pesar del discurso de los socialistas, no puede negarse, seriamente, que en los “oprobiosos” regímenes capitalistas se vive mucho mejor. Y con más ética y solidaridad.
     La “ética” socialista se ha reducido pues, a adueñarse del poder con la excusa orwelliana de ofrecer un mundo mejor en un futuro incierto. La “corruptela” capitalista, por el contrario, ha conseguido elevar el estatus de millones de personas en el mundo. Y la verdad es que en el capitalismo democrático, los mecanismos para imponer los valores éticos son mucho más eficaces que los burocráticos procedimientos socialistas. Y la razón es muy simple, el capitalismo burgués no sólo no está reñido con los valores humanos, sino que por su propia naturaleza los impulsa. En cambio, las crecientes carencias que va generando el socialismo afloran lo peor de la naturaleza humana. Basta ver la dialéctica histórica de los dos modelos para constatarlo. Termino preguntando entonces dónde si vive mejor, en la Cuba socialista de los hermanos Castro o en los Estados Unidos de América...… 

Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado 

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