Los griegos
antiguos no tenían esta noción del pecado que hemos heredado de los judíos, al
menos en el mundo occidental. Su concepto del buen vivir no se basaba en actos
considerados pecados como tales, sino en la virtud. Y de esa falta de virtud
podía uno merecer el tártaro, que en el reino de Hades equivale al infierno judeo-cristiano.
Pero no hablemos de las miserias del averno, que no es de eso de lo que quiero
hablar. Hablemos de qué constituye realmente una conducta ética, omitiendo las
connotaciones religiosas.
Escucho a los revolucionarios ufanarse de
su ética y sobre todo, que ésta se basa en su amor incondicional por los más pobres
(como si los demás importasen un bledo). Y yo, que no comparto su visión de la
sociedad y mucho menos su entendimiento económico, me pregunto si será que a mí
los pobres me importan un carajo. Sé que ése no es el caso. Como sé también que
la señora Ángela Merkel se preocupa igualmente por los más pobres. Esa
arrogancia socialista me resulta repugnante y soberbia. Aún más, me luce
ofensiva y discriminatoria. Sobre todo porque nadie como ellos han hecho tan
poco por resolver el problema de la pobreza.
Una cosa es abanderarse pues, como adalid
de los pobres y otra muy diferente hacer algo verdaderamente eficiente para
corregir las fallas estructurales que mantienen a las clases más pobres en la
pobreza. Puede decirse de hecho, que el socialismo ha hecho mucho por mantener
a los pobres en la pobreza y sumarle a ésta a todos los que durante su reinado
va empobreciendo. Mientras tanto, a pesar del discurso de los socialistas, no
puede negarse, seriamente, que en los “oprobiosos” regímenes capitalistas se
vive mucho mejor. Y con más ética y solidaridad.
La “ética” socialista se ha reducido pues,
a adueñarse del poder con la excusa orwelliana de ofrecer un mundo mejor en un
futuro incierto. La “corruptela” capitalista, por el contrario, ha conseguido
elevar el estatus de millones de personas en el mundo. Y la verdad es que en el
capitalismo democrático, los mecanismos para imponer los valores éticos son
mucho más eficaces que los burocráticos procedimientos socialistas. Y la razón
es muy simple, el capitalismo burgués no sólo no está reñido con los valores
humanos, sino que por su propia naturaleza los impulsa. En cambio, las
crecientes carencias que va generando el socialismo afloran lo peor de la
naturaleza humana. Basta ver la dialéctica histórica de los dos modelos para
constatarlo. Termino preguntando entonces dónde si vive mejor, en la Cuba
socialista de los hermanos Castro o en los Estados Unidos de América...…
Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado
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