Una campaña electoral debe ser una fiesta. Un
evento jubiloso que celebra más que la elección de un candidato para un cargo
determinado, la democracia en sí misma y desde luego, la alternabilidad que
éste supone. Y es precisamente por esta alternancia que las elecciones son un
festín democrático. Sin embargo, a veces las apetencias de poder de una persona
o un sector empañan esa festividad. Tristemente, ése es el caso que hoy aqueja
a Venezuela.
Hagamos de lado no obstante, todas las argucias
y trapisondas tendentes a adueñarse del poder y lograr un triunfo sucio en unas
elecciones amañadas. Centrémonos en la razón que motiva una conducta deleznable
como ésa. Y no es otra que la sustitución ilegítima de un modelo por otro. Desenmarañemos
esto:
- La sustitución de un modelo por
otro: No puede
haber dudas de las intenciones que este gobierno – o por lo menos, el
caudillo-presidente – de imponer a juro y por las malas un modelo
socialista. Y no se trata de un socialismo democrático (socialdemocracia y
democracia cristiana) como el que en efecto existe en algunas naciones
europeas (alternando el poder con gobiernos afectos a formas más
capitalistas). Se trata del comunismo obsoleto que imperaba en la URSS y
que aún sobrevive en Cuba y Corea del Norte, porque China y Vietnam han
adoptado un modelo horrendo: el capitalismo de Estado. No nos engañemos, este gobierno busca perpetuarse en el
poder porque sólo así puede asegurarse la transición de un modelo
democrático a otro comunista.
- La ilegitimidad de esa
sustitución:
La Constitución vigente no permite esa transición. Y no la permite porque
no es el gobierno de turno quien determina qué es democrático y que no.
Hay suficiente doctrina local e internacional para definir la democracia.
Por ello, cuando la Constitución establece que Venezuela es un Estado
democrático reconoce sujetarse a los conceptos aceptados por los
organismos internacionales (OEA y ONU, por ejemplo) y por la doctrina que
sobre el particular existe. No puede pues el gobierno alegar que el pueblo
votó por Chávez y que por lo tanto, su proyecto está por encima de la
Constitución. Y además, no puede siquiera sancionar las leyes de contenido
socialista porque en primer lugar, son contrarias a los principios
constitucionales y por ello, nulas de nulidad absoluta (se les debe
reputar como no escritas y sin posibilidad de crear ningún efecto
jurídico). En segundo lugar, porque consultado el pueblo sobre ese asunto
en particular, se expresó claramente y lo rechazó. La transición del modelo democrático a uno socialista constituye
de hecho un golpe de Estado contra la institucionalidad y por lo tanto,
sancionable de conformidad con la ley.
El venidero 7 de octubre debemos elegir al
presidente para el período 2013-2019. Sólo te digo, no está en juego si gana uno
u otro candidato, sino la democracia venezolana. Dile esto a los indecisos e
incluso, a los que por alguna razón creen en las promesas falsas de un gobierno
que no pretende gobernar, pretende imponer una revolución comunista.
Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado
No hay comentarios:
Publicar un comentario