lunes, 23 de mayo de 2011

Una mirada al 2013

           Todos hablan del 2012. Como una suerte de presagio, de hito, o peor, como si tal fecha fuese un destino, cuando no es más que el comienzo de un derrotero. En verdad importa el 2013, ese año, primero, si se quiere, de un ciclo nuevo. Importan los meses y años por venir después que aquél que salga triunfador en las elecciones presidenciales deba echarse al lomo el pesado fardo de una economía hecha mierda. No será pues, ese gobierno resultante, uno fácil ni pacífico. Decir estas realidades sin lastimar las heridas de los líderes puede ser espinoso, sobre todo porque algunos no desean escuchar las verdades que urgen desnudarse, sin remilgos, para enfrentar, lo mejor posible, un futuro adverso, complicado y, por qué negarlo, pugnaz. Entonces, mejor decirlas sin tapujos.
            Si gana un candidato opositor, lo cual está por verse, no empezará su mandato con los problemas resueltos y todos felices, como si se tratara de un cuento de hadas. Al contrario, el escenario puede que se complique aún más. Seguramente así será. Esta nueva burguesía no va a perder sus prerrogativas sin dar la pelea. Va a vender caro el poder, que creen suyo por derecho popular, o divino, que para ellos viene a ser lo mismo. Cuando no por esas razones inconfesables, que algunos de ellos saben bien que les aguardan procesos judiciales. No nos engañemos, muchos han pecado lo suficiente para granjearse enemigos y no lo dudo, los habrá magnánimos, pero también quienes ignoren la indulgencia debida hacia el caído, que se sabe, tal inmundicia no es extraña en la naturaleza de algunos hombres.
            Se sabe, los problemas legados por este gobierno serán muchos y, aún más, muy graves y profundos. La solución de esas dificultades puede que no sea agradable, que suponga medidas purgantes que a la gente, embebida de esperanzas frustradas, le van a resultar intragables. Y se sabe, igualmente, pronto olvidará la gente de quien es la culpa de tamaña ruina cuando la crisis, ciertamente inevitable, golpee vigorosamente a las clases más débiles. Reconocido es su oficio y, por ello, sabrán estos revolucionarios encender la calle, con su verbo falso y sus promesas quiméricas. Y que no quepa la menor duda al respecto, con qué hacerlo, ya hemos dicho, habrá de sobra. No perderán ellos la oportunidad para intentarlo, que incluso por medios violentos, buscarán ellos el camino de regreso al poder.
            No crea sin embargo que el escenario sería mejor de ganar Chávez. El pueblo no tardará en abrir los ojos, arrecharse pues, que puede ser ingenuo, aún pendejo, pero un día se le despierta la bravura de otros tiempos y se echa a las calles a reclamar lo que le ha sido ofrecido e incumplido, una y mil veces. Que falso es, que una mentira se haga realidad por repetirla hasta la saciedad. Un pueblo expectante es peligroso, sobre todo si sus expectativas no son satisfechas. Un día verá que las obras de este gobierno apenas si existen en vallas publicitarias y shows televisados que en nada envidian a un programa de variedades mayamero. Que recuerde Chávez de qué trata la novela de Mary Shelley, Frankenstein. Cuando eso pase, que el pueblo se arreche, Chávez querrá haber hecho las cosas de un modo distinto, pero será tarde para ello, desde luego.
            No miremos pues el 2012. Miremos, seriamente, más allá de las elecciones, que son tiempos muy duros, complejos, violentos, de muchas contradicciones y de muchos sacrificios lo que nos espera a partir de enero de 2013. 

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