Una cosa es reclamar pacíficamente lo
que por derecho nos corresponde, y otra muy diferente, ser pasivo, y por ello,
dejarnos despojar de lo que es nuestro y nos pertenece.
Una vez más, las masas opositoras, los ciudadanos que a
diario padecen las penurias impuestas por políticas fracasadas, ven sus
esperanzas frustradas. Según lo ha expresado el diputado Henry Ramos Allup, el
revocatorio está muerto. Mientras tanto, el gobierno nos impone celebrar desde
ahora unas fiestas que, visto el escenario, las realizaremos sin hallacas ni
pan de jamón. Veremos, los caraqueños, la cruz del Ávila y, suspirando, tal vez
le mentemos la madre a muchos.
¿A qué creen que nos enfrentamos? ¿A un mal gobierno? ¡No!
No se ha tratado jamás de una mala gestión gubernamental. Ha sido siempre «una
revolución», y, repitiendo a Orwell, la de los chavistas busca instaurar
dictadura, porque sin esta no va a ser viable aquella… y las otras, que
intentan sobrevivir y expandirse. Todos los golpistas que acudieron al 4 de
febrero de 1992, deben favores a muchos, y en especial los Castro, que no
quieren perder su condición de actores en la región y pasar a ser solo una
desventurada isla, hambreada por dos dictadores de la peor calaña. La MUD no
enfrenta a un mal gobierno, sino a un plan más grande, urdido incluso antes de
aparecer Chávez en el escenario.
Como ciudadano, tengo el derecho de juzgar, y, nos duela o
no, otra vez la oposición ha fracasado. No lo llamemos revés, porque no lo es.
Es, sin dudas, un fracaso. Llegó la hora de las discusiones serias, y no de
delirios, de frases que en el mejor de los casos pretenden servir de ungüento
analgésico. Lo que está en juego va más allá de los presos políticos, del
discurso atorrante, de los dimes y diretes. Venezuela es hoy, un Estado
fallido. Sus instituciones no cumplen sus cometidos y sirven solo a una causa:
apertrechar al régimen con falsos argumentos jurídicos, ideados por abogados
«palangristas», que prestan su oficio para trapisondas.
Como ciudadano, como opositor, como hombre de a pie que he
visto mi calidad de vida deteriorarse dramáticamente, les pregunto, ¿qué van a
hacer? ¿Cómo van a resolver los problemas inmediatos, que, les guste o no,
amenazan con hacer de este país, un escenario de guerra similar al de las
pseudo-repúblicas africanas?
En otro texto lo dije (http://actualidadvenezuela.blogspot.com/2016/11/la-mujer-apaleada.html),
creer que mantener el statu quo es garantía de paz no solo es una ilusión, o
una idiotez; sino aún más importante, una forma de violencia terrible. Al mundo
le horrorizó la victoria de un patán sin formación alguna en Estados Unidos, y
nadie en su sano juicio pretendería que en pro de la paz estadounidense (y ya
han ocurrido brotes violentos por ello), se desconozca ese triunfo. Como
venezolano, digo lo mismo. Este es nuestro país, y si Thomas Shannon y el
Vaticano vienen a apoyar algún diálogo, este debe ser, sin lugar a dudas, para
plantear una transición que permita poner fin a la revolución – a lo que esta
significa ideológicamente –, rescatar la legalidad e institucionalidad perdida
y abrirle espacio a una verdadera cohabitación democrática de todos los
venezolanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario