Comprendería la sentencia del TSJ si con ella se
mermase la mayoría calificada de las dos terceras partes, que puede controlar
la designación y destitución de funcionarios, sobre todo los magistrados al TSJ
y los miembros del poder moral. Pero ése no es el caso. La mayoría calificada
en la actual Asamblea es de 112 diputados, pero si se desincorporan 4
diputados, en lugar de 112 diputados, estaría integrada (temporalmente) por
163, y las dos terceras partes serían entonces 109, por lo que aún conservaría
la MUD la mayoría calificada.
Creería
uno que entonces es un capricho de Maduro, para impedir que desde la Asamblea
se convoque un referendo revocatorio, pero para ello se necesita solo la
mayoría de los integrantes, es decir, la mayoría absoluta o simple. Y esta está
compuesta por 84 diputados, si se considera que la totalidad del cuerpo
legislativo es de 167, y si se restan los diputados impugnados, 82. En todo
caso, se poseen los votos para activarlo.
Si se deseara desconocer la Asamblea Nacional en
su totalidad, le basta a la MUD acatar la sentencia del TSJ y con ello, reasume
plenamente sus poderes, conservando la mayoría calificada de dos terceras
partes de sus integrantes. Entonces cabe suponer que tampoco es ése el objetivo
perseguido.
El expresidente del cuerpo legislativo, Diosdado
Cabello, ha asomado una posible razón para que el TSJ dicte una sentencia como
la de hoy. Puede ser que, creyendo que la MUD va a empecinarse con su posición
(contando con el aval de la comunidad internacional y de distinguidos juristas
nacionales), van a desconocer al poder legislativo. O puede ser que no buscan
desconocer al parlamento, sino generar conflictos. Así las cosas, o bien conducirían
a una crisis para desencadenar un golpe de Estado, que ciertamente los derroque
pero que también los victimice o, en su mejor escenario, que como el jugador de
póquer que apuesta el full monty, les
resulte la jugada (que es poco probable pero no imposible).
No dudo
que el gobierno, por torpe o soberbio que pueda ser, esté al tanto de la crisis
y de su patente precariedad. No son tontos, aunque el dogmatismo ciega a
muchos. Renunciar a sus políticas supone no obstante aceptar que el modelo
fracasó y con ello, Chávez carecería de justificación histórica. Tampoco dudo
que entre sus estrategias esté volver al poder y reiniciar el calvario
revolucionario, cuando el manejo de la crisis y la toma de medidas
políticamente incorrectas mermen la popularidad de la transición. Un golpe de
Estado no solo los victimiza sino que además, salva a la revolución y a la
existencia de Chávez como líder mesiánico (o por lo menos, eso pueden creer
ellos, y no es descabellado). Sería pues, una retirada estratégica.
Hay otro tema en el tapete y es que para algunos,
dadas las investigaciones que según las noticias adelanta el gobierno de los
Estados Unidos, la pérdida del poder significa mucho más que el fin del
proyecto bolivariano. En este caso, cabe especular cualquier cosa, porque como
lo afirma el refranero popular, la desesperación aconseja muy mal. Pero no dudo
que de ser el caso, son estos, minoría en el PSUV.
Hay una última posibilidad, y es que tengan
músculo para hacerlo, y nosotros sigamos engañados, aunque en honor a la
verdad, no parece ser el caso. Que el estamento militar esté dispuesto a restearse,
aunque leída la carta del Secretario General Almagro, no parecen tener apoyo
para una aventura como ésa en el concierto internacional. No creo tampoco que
vista la crisis interna del país, la inercia oficial dé para mucho.
Tiendo a creer pues, que el gobierno, vista la
imposibilidad de correr la arruga un poco más, está provocando una crisis de
tal magnitud, que obligue a un golpe de Estado y entonces, al salir victimizados,
evitan incurrir en una de las peores herejías revolucionarias: el reformismo.
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