Estamos inmersos en una profunda crisis, en la
que convergen un plan totalitario, una incapacidad avasallante y un dogmatismo
que no solo ciega sino que además, embrutece. No he sabido de un gobierno más
malo que éste en toda la historia republicana de Venezuela. Desde la terrible
de escasez de productos necesarios hasta la inseguridad que padecemos a diario los
ciudadanos, nuestra calidad de vida ha mermado hasta ser hoy, poco más que una
precaria existencia.
Los grupos, grandes o pequeños, que
aún defienden a este desatinado régimen no pueden endilgar culpas a quienes no
las tienen ni poseen la capacidad para causar los problemas que agobian a la
ciudadanía. La escasez y la inflación son responsabilidad de unas políticas que
han asfixiado al aparato productor venezolano, haciéndonos dependientes de importaciones,
las cuales dependen a su vez de las divisas recibidas por la menguada industria
petrolera. El resultado ha sido una élite enriquecida sin aportar nada a la economía
nacional y una población sin dinero ni productos que comprar. Decir que es una
guerra económica es de hecho una de las idioteces más descaradas que yo haya
escuchado.
No hay en este gobierno vocación
democrática. Hay sí, una ambición desmedida de poder, de ejercer la autoridad
hegemónicamente, para que unos cuantos jueguen sin pudor ni un mínimo de
responsabilidad a construir la utopía posible, y para que otros, los de siempre
y unos cuantos nuevos, se aprovechen y amasen fortunas al margen de la
decencia. Los ciudadanos, de todos los credos políticos, la estamos pasando mal.
Muy mal.
Basta pues, de endulzar la píldora. Es
mi derecho, como ciudadano, decir que este gobierno es una mierda. Es el derecho
de todos los ciudadanos exigirle al gobierno que se siente en una mesa a
dialogar soluciones con todos los factores nacionales, porque sobre el
socialismo ya nos pronunciamos, y se sabe, dijimos que no.
Creo que nos atañe a todos
plantarnos, no para hacer barricadas en las calles, que sin dudas, no van a
conducir a nada verdaderamente provechoso, sino para hacer sentir la voz de una
nación que con todo el derecho que le conceden su propia constitución y una
infinidad de instrumentos internacionales, le exige a sus gobernantes asumir la
responsabilidad que les fue encargada. Estoy convencido que como pueblo,
debemos demandarle al gobierno que cese su maniático empeño por experimentar
modelos probadamente fallidos, no por una inadecuada instrumentación de las
políticas, sino por razones estructurales.
Tengo todo el derecho de decir lo
que digo, porque pese a que soy opositor de este desatinado gobierno y de haber
adversado al difunto presidente Chávez y su proyecto, sigo siendo venezolano y el
gobierno está en el deber de atender los derechos que la constitución y las
leyes me conceden. No, no me hacen un favor. Seré opositor, y puede que muchos
en el gobierno crean que no soy gente, pero la realidad es que como ciudadano,
yo también gozo y sobre todo ejerzo como cualquiera otro, esa soberanía que de
acuerdo al texto magno, reside en la ciudadanía.
Ni yo ni quienes adversamos a este
gobierno somos por ello idiotas, en el sentido griego, claro, que no es otro
que carecer de derechos políticos.
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