martes, 7 de enero de 2014

Otra víctima más

Hoy hubo una víctima más del hampa. Distinto de otras, sepultadas bajo el anonimato de las cifras, esta vez tocó en mala suerte a una actriz (y a su marido). Ha habido revuelo, por supuesto. Palabras de dolor e indignación de parte de personalidades vinculadas con el mundo del espectáculo. No los censuro, ellos como muchos venezolanos, padecemos las ineficiencias de un gobierno que no gobierna. Hay ruido, claro, porque son trabajadores de los medios los que hoy lloran. Sin embargo, es un amargo llanto popular ante el cual este (des)gobierno se hace el sordo (vaya uno a saber por qué).
El asesinato a manos de la delincuencia (descarriada e impune) es solo uno de los muchos problemas irresolutos o creados por este régimen a lo largo de 14 años. Hay escasez de productos de todo tipo, incluyendo varios de la canasta básica. Se han destruido empleos por la quiebra de empresas verdaderamente productivas, para sustituirlas por otras, que existen únicamente en maletines y que por oficinas usan restaurantes. Empresas incapaces de crear empleos. Importamos casi todo lo que consumimos, incluyendo la gasolina (lo cual resulta paradójicamente grotesco en el que fuera uno de los principales productores de petróleo del mundo). La pobreza sigue incólume. Son muchos los venezolanos que aún no salen de la miseria y otros tantos que se suman a las colas de desempleados y buhoneros depauperados. La clase media – pivote fundamental de toda sociedad desarrollada – dejó de existir y en su lugar se ha creado una sociedad de mendigos, expectante de la ayuda gubernamental. Y no sigo enumerando porque ya siento náuseas, pero desgraciadamente a esta lista se le agregas un extenso etcétera.
No podemos quedarnos de brazos cruzados. Es nuestro futuro el que corre como agua sucia por el desaguadero. Sin embargo, no llamo a revueltas, como los caudillos de otras épocas, que aunaban un puñado de peones y llevaban la guerra por los consumidos campos venezolanos. Caudillos a los que esta ralea gobernante rinde culto. Podemos hacer algo mucho más eficiente, aunque tal vez un tanto más demorado (como suelen ser las soluciones bien pensadas): hay que desarticular el discurso oficial. Este régimen no aúna logros. Solo vende promesas (que no cumple). El liderazgo,  que debe ser ahora más que nunca fuerte, contundente, coherente, está obligado a sumar gente, no para ganar éstas o aquellas elecciones, sino para convencer a cada vez más personas de que el libre mercado y la democracia representativa son la solución y que todo proceso de reconstrucción nacional debe pasar por ese tamiz. Hay que desarticular la falsa ilusión socialista que solo beneficia a unos pocos y empobrece a muchos. Hay que convencer en cambio a  la mayor cantidad posible, en ambos bandos, que únicamente con esfuerzo, dedicación y voluntad se consigue prosperar, individual y colectivamente.

No es una tarea fácil. No es una meta a corto plazo. Sin embargo, es un camino seguro hacia el desarrollo. La primera misión de quienes creemos realmente en la democracia es precisamente explicar de qué trata. Hay que ganar seguidores para un proyecto de país posible, realizable, no este embuste, este sablazo, en el que aún creen muchos, tristemente. 

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