viernes, 6 de diciembre de 2013

Invicto

Nelson Mandela – Madiba – fue un líder visionario que supo sembrar el perdón en un país malherido por la injusticia. No hizo de su dolor un mezquino acto de venganza, como no dudo yo, quisieron muchos de sus seguidores. Había razones para la existencia de un odio intransigente entre blancos y negros. Sin embargo, pudo sortear resistencias y lograr la unidad y lo más importante, el perdón entre hermanos. Solo por eso, ya es grande e inmortal el líder sudafricano.
El chavismo hizo lo que hicieron otros líderes, igualmente famosos pero no por su brillante visión de futuro. Usó el resentimiento, la envidia y otras emociones poco virtuosas para apuntalar un liderazgo que buscaba el poder por el poder, para luego, no saber qué hacer. Las consecuencias saltan a la vista y huelga enumerarlas.
Ésa es pues la gran diferencia en el liderazgo. Atraer masas para endulzarse el ego no es más que un grotesco acto de vanidad y mendicidad espiritual. Demuestra lo que una muy querida amiga – Yoyiana Ahumada - me dijera alguna vez: todo tirano arrastra un legado de resentimientos. Mandela tenía razones para odiar a los blancos. Sin embargo, como lo reza el poema “Invictus” (de William Ernest Henley): siempre fue inquebrantable, inconquistable, nunca bajó la cabeza y a pesar del sufrimiento, nunca dejó de ser el amo de su destino, el capitán de su alma. Otros, como la ralea que hoy nos (des)gobierna, son prisioneros de sus resentimientos, de sus sentimientos mezquinos, y por ello, la enorme diferencia entre ese gran hombre que fue Mandela y lo que son ellos. Lo siento si en este saco encierro a algunos injustamente.
Si queremos salir de esta crisis, que trasciende incluso al actual liderazgo gobernante, debemos pensar en una visión de país que no se base en los resentimientos, en los deseos de venganza y el falso bienestar que causa ver al oponente abatido. La política no es una guerra. La política es diálogo, es consenso, es una fiesta de hermanos, unidos a pesar de sus diferencias, para construir todos, un país mejor, cada vez mejor.
Tal vez porque nos urge vigorizar el espíritu como se lo vigorizó a Mandela, termino estas palabras recordando el poema que, al parecer, le ayudó a mantenerse de pie durante su horrendo cautiverio en Robben Island:
Más allá de la noche que me cubre,
Negra como el abismo sin fin,
Agradezco a los dioses que puedan existir,
Por mi alma inquebrantable.
Caído en las garras de la circunstancia
No me he lamentado ni llorado en voz alta.
Bajo los golpes del destino
Mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
Yace el horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra, y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecho sea la puerta,
Cuan cargada de castigos la sentencia,
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley


Muchas gracias 

No hay comentarios: