No creo en casualidades y menos aun cuando se trata de
política. Los audios mostrados recientemente por opositores parecen evidenciar
lo que a ojo de buen pulpero lucía inevitable: el establishment se fastidió de
la nomenclatura. Y era de esperarse. La actual catástrofe nacional es el
resultado de un proyecto delirante.
Cabe preguntarse por qué ahora y no cuando el dueño
del circo estaba vivo y gobernaba este tinglado tan deficientemente como su
sucesor. Y la respuesta es muy simple: a él también le hubiese reventado el
problema. Esta crisis se fue gestando a lo largo de 14 años de disparates económicos.
Si Chávez estuviese al frente del gobierno hoy, estaría frente a la misma
crisis que encara Maduro, sólo que contaría con mayor capital político. Y no
dudo que el establishment estaría ahora ventilando cuitas para despojarlo del
poder.
Hugo Chávez y muchos venezolanos no entendieron – y
puede que aún no lo tengan claro - que su acceso al poder se debió al apoyo
ofrecido por los grupos de poder, que erróneamente pensaron poder manejarlo. Y puede
que también ignoren que esos mismos grupos podían quitárselo, como hicieron con
Carlos Andrés Pérez en 1993. Al expresidente Pérez no lo sacó el pueblo, como pretenden
hacer creer a los ingenuos. El establishment fue quien articuló el proceso
jurídicamente cuestionable para deponerlo, así como fue quien manipuló a la
opinión pública para desprestigiarlo. Y lo hizo porque el “Gran Viraje”
afectaba sus intereses y las salidas planteadas entonces podían escaparse de su
control.
Chávez ya no está (para su suerte). Su heredero
enfrenta una crisis de envergadura para la cual no parece estar ni remotamente
preparado. De gobernar Chávez hoy, tan sólo tendría mejor capacidad para maniobrar
por su indiscutible popularidad. Maduro sin embargo no la tiene y las dificultades
en puertas parecen superar su capacidad. El establishment podría estar
maniobrando tras corrales pues, para anticiparse a salidas indeseables que
escapen de su control (como pudo haber hecho con Pérez después de los conatos
de golpe de Estado de 1992).
Surgen audios y videos que obviamente suministra
alguien con acceso a los círculos de poder. Se dice que podrían haber salido de
Miraflores, para liberarse del presidente de la Asamblea Nacional y que precisamente
por ello no han interrumpido su divulgación con cadenas de radio y TV. No soy
tan necio para descartar esta tesis. Sin embargo, me resulta poco creíble. Creo
que la alianza entre Maduro y Cabello es vital para la supervivencia de ambos,
por lo que resulta improbable que uno desee atentar contra el otro. Se
necesitan. Y lo creo porque de querer Cabello el poder, tuvo una oportunidad
única en enero de este mismo año. Pero en cambio, si el establishment desea en
efecto poner fin a este proyecto, debe deshacerse primero del verdadero hombre
fuerte del régimen. Y ése no parece ser Nicolás Maduro.
Recuerdo mucho estos días el final de la era Fujimori.
El régimen del expresidente peruano maniobró cuanto pudo para mantenerse. No lo
logró y los videos de Vladimiro Montesinos socavaron las bases de un gobierno
que de no haberse engolosinado con el poder, habría trascendido a la historia
como el que derrotó al Sendero Luminoso y abatió la hiperinflación en Perú. Chávez
también pudo haber hecho mucho, gracias a las ingentes sumas de dinero
recibidas en estos 14 años y a su innegable capital político. No lo hizo. Su legado
se ha reducido a una crisis que ha puesto al gobierno a hablar de papel
sanitario en lugar de los grandes debates que aún siguen pendientes.
El establishment puede haberse aburrido de pajaritos y
aparecidos. A estas alturas, a nadie parece interesarle mucho el Comandante. La
cotidianidad los ha abofeteado reciamente y como reza el refranero popular
español: el muerto al hoyo y el vivo al boyo. La gente sufre la escasez y la carestía
de productos de primera necesidad y los grupos de poder comienzan a temer por
los giros indeseados que eventualmente puedan presentarse. Y se sabe, nada hay tan
cobarde como el dinero. El establishment puede manipular fácilmente a una masa
harta de la hostilidad en la que se ha convertido su vida diaria y así poder
maniobrar como en efecto hizo para deponer a Carlos Andrés Pérez. Esto, desde
luego, es tan sólo una tesis.
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