No quiero hacer pronósticos. Puede que sean más las veces que he errado
que acertado. Sin embargo, no encuentro razones para suponer que la situación electoral
de septiembre pasado haya cambiado. Hoy por hoy, quienes nos oponemos a este
gobierno seguimos siendo mayoría. Y esta vez no pueden hacer trucos con los
circuitos electorales como hicieron en las pasadas elecciones parlamentarias. Creo
que la oposición (dispuesta a votar por Henrique Capriles) ronda el 52%.
No hay duda de la capacidad de
convocatoria de Chávez. Él es un portento político y un fenómeno social (en
muchos aspectos indeseable). Pero ya su gobierno luce exhausto, moribundo si se
quiere. Después de trece años de desgobierno, la ineficiencia lo ha arropado y
la corrupción de muchos funcionarios ensucia su gestión y por qué negarlo,
también su liderazgo. Así mismo, a pesar del esfuerzo, más o menos eficaz hasta
recién, ahora que ha padecido una recurrencia del cáncer, no logra convencer
sobre su salud y cada vez más creen las afirmaciones de periodistas como Nelson
Bocaranda y Berenice Gómez.
Hace unos meses, a principios
de este año, agobiado por las encuestas, hablé con un periodista de larga y muy
bien reputada trayectoria y me dijo sin tapujos, olvídate de la enfermedad del
presidente, Chávez pierde por la paupérrima calidad de vida que ha ocasionado
para millones de personas. La crisis del sector eléctrico, la inseguridad
campante, la catástrofe carcelaria y desde luego, la inflación que roba los
salarios de millones de venezolanos comienzan a mermar fatalmente la
popularidad del caudillo. Las marchas del domingo 10 y del lunes 11 dicen mucho
sobre eso. Negarlo es una idiotez.
Se sabe, el gobierno tratará
de maniobrar como sea (tal como lo hizo el de Alberto Fujimori a pesar de que era
inminente la debacle). Bien dicen los más viejos, no hay peor consejero que la
desesperación. Sobre todo de aquéllos, ciertamente minoritarios dentro del
gobierno pero sin lugar a dudas los más ruidosos, que embarrados en crímenes
muy graves (Aponte dixit) temen perder el poder y por ello, se aferran a él
desesperadamente. Sabrán bien que la vida se les va en ello. Su desesperación
salta a la vista diariamente en los medios de comunicación.
No sé y no quiero aventurarme
en augurios. No obstante, si vemos las cosas a la luz de la naturaleza humana,
no dudo que del chavismo emerja una fuerza reconciliadora que dejando de lado a
los más radicales sin ninguna misericordia, tienda puentes hacia la oposición.
Creo que ellos, tanto como los demás, también están hartos de la pugnacidad y
la segregación. No dudo pues, para decirlo de un modo más coloquial, que no
pocos aprovechen que la talanquera aún está bajita para saltarla.
Sí se huele un tufillo a
hartazgo y por ello, un bálsamo refrescante que augura cambios. Ojalá y hayamos
aprendido la lección.
Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado
16 de junio de 2012
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