lunes, 12 de septiembre de 2011


            Miente, que tal vez alguien te crea

            Todo por y para la revolución. Nada más importa. Ni siquiera la suprema ley de la República: la Constitución Nacional. Por ello, los delitos, aún los graves, cometidos por los revolucionarios, son siempre excusables. Los errores de los opositores, y todavía peor, su derecho a disentir, constituyen el más horrendo de los crímenes. Sabemos, por supuesto, inmerso como estamos los venezolanos en una revolución, no hay peor delito que oponerse a ella. Ésa es la lógica del buen revolucionario. Ya se han visto casos similares antes. Y lo más triste, tantos muertos y tantas penas para que nadie aprenda.
            Escuché al conductor del programa “La hojilla”, que transmite VTV, leer ante las cámaras, un comunicado, suscrito por un grupo “N33”, alegando no sólo la autoría de un delito, como lo es, en efecto, hackear, sino además, las razones por las cuales consumaron su felonía en contra de periodistas reconocidamente opositores al régimen bolivariano. Y obran ellos, los hackers bolivarianos, con tamaño descaro porque para ellos, la revolución lo permite todo. Aún más, creen que sus acciones se corresponden con las de un genuino revolucionario, un auténtico combatiente, que si no logra vencer, arrebata la victoria. La revolución se impone, aunque sea por las malas y a juro.
            Se está al tanto del fracaso del gobierno. Poco importan las opiniones de uno que otro extraviado, que no ven sencillamente porque no quieren ver, incluso si son ellos mayoría. Saltan a la vista las carencias de toda índole que la gente común y corriente sufre diariamente. Sin embargo, para el buen revolucionario, el caos y la ineficiencia no son culpa de los gobernantes que, en efecto, mal hacen su trabajo, sino de los opositores - especie de engendro maligno, según la mitología de la revolución -, que no halagan las grandes obras del gobierno, como si ése fuese un deber patrio, que ciertamente no lo es, y pese a que, de hecho, no halla en verdad nada que enaltecer. Se enfurecen pues, todos estos fieles revolucionarios, porque su discurso, esa monserga ideológica, no cala en la gente, ésa que mientan de a pie.
            No digo que sea el caso venezolano, que cale hondo el discurso opositor, pero no puede negarse, la desesperación de algunos voceros del régimen y las acciones de unos grupos afectos al proyecto bolivariano resultan sospechosas. Y por ello, apelando al apotegma del revolucionario, según el cual la violencia es también un vehículo válido para imponer su proyecto, violan la ley, hackean cuentas en redes sociales y se rasgan las vestiduras porque todos los medios dedicados a la propaganda del gobierno apenas si comen un trozo miserable de esa torta que es la audiencia. Así las cosas, tanto como despojan al ciudadano trabajador para mitigar su ineficiente gestión de gobierno, esperan que los opositores, contrarios al régimen justamente por oponerse a la ideología de éste, celebren las obras – sin dudas, inexistentes – de éste o cualquiera otro gobierno que en vez de atender los reclamos de la gente, empeñe todo su esfuerzo para imponer un modelo ciertamente anacrónico. Mundo bizarro gritarían los angloparlantes, para quienes el vocablo connota un significado totalmente distinto al del español.
            Trata pues de eso, esta acción “subversiva” de ese tal grupo “N33”, acallar las voces que le recuerdan a la gente lo que no es necesario recordar, porque a diario sufre la inseguridad en las calles, el alto costo de la vida y el desempleo, la infame prestación de servicios hospitalarios y educativos… y pare uno de contar, que la lista es larga y sobre todo, deprimente. 

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