Miente, que tal vez alguien te crea
Todo
por y para la revolución. Nada más importa. Ni siquiera la suprema ley de la
República: la Constitución Nacional. Por ello, los delitos, aún los graves,
cometidos por los revolucionarios, son siempre excusables. Los errores de los
opositores, y todavía peor, su derecho a disentir, constituyen el más horrendo de
los crímenes. Sabemos, por supuesto, inmerso como estamos los venezolanos en una
revolución, no hay peor delito que oponerse a ella. Ésa es la lógica del buen
revolucionario. Ya se han visto casos similares antes. Y lo más triste, tantos
muertos y tantas penas para que nadie aprenda.
Escuché
al conductor del programa “La hojilla”, que transmite VTV, leer ante las
cámaras, un comunicado, suscrito por un grupo “N33”, alegando no sólo la
autoría de un delito, como lo es, en efecto, hackear, sino además, las razones por las cuales consumaron su
felonía en contra de periodistas reconocidamente opositores al régimen
bolivariano. Y obran ellos, los hackers
bolivarianos, con tamaño descaro porque para ellos, la revolución lo permite
todo. Aún más, creen que sus acciones se corresponden con las de un genuino revolucionario,
un auténtico combatiente, que si no logra vencer, arrebata la victoria. La
revolución se impone, aunque sea por las malas y a juro.
Se
está al tanto del fracaso del gobierno. Poco importan las opiniones de uno que
otro extraviado, que no ven sencillamente porque no quieren ver, incluso si son
ellos mayoría. Saltan a la vista las carencias de toda índole que la gente común
y corriente sufre diariamente. Sin embargo, para el buen revolucionario, el
caos y la ineficiencia no son culpa de los gobernantes que, en efecto, mal
hacen su trabajo, sino de los opositores - especie de engendro maligno, según la
mitología de la revolución -, que no halagan las grandes obras del gobierno,
como si ése fuese un deber patrio, que ciertamente no lo es, y pese a que, de
hecho, no halla en verdad nada que enaltecer. Se enfurecen pues, todos estos fieles
revolucionarios, porque su discurso, esa monserga ideológica, no cala en la
gente, ésa que mientan de a pie.
No
digo que sea el caso venezolano, que cale hondo el discurso opositor, pero no
puede negarse, la desesperación de algunos voceros del régimen y las acciones de
unos grupos afectos al proyecto bolivariano resultan sospechosas. Y por ello,
apelando al apotegma del revolucionario, según el cual la violencia es también un
vehículo válido para imponer su proyecto, violan la ley, hackean cuentas en redes sociales y se rasgan las vestiduras porque
todos los medios dedicados a la propaganda del gobierno apenas si comen un trozo
miserable de esa torta que es la audiencia. Así las cosas, tanto como despojan
al ciudadano trabajador para mitigar su ineficiente gestión de gobierno, esperan
que los opositores, contrarios al régimen justamente por oponerse a la
ideología de éste, celebren las obras – sin dudas, inexistentes – de éste o
cualquiera otro gobierno que en vez de atender los reclamos de la gente, empeñe
todo su esfuerzo para imponer un modelo ciertamente anacrónico. Mundo bizarro gritarían
los angloparlantes, para quienes el vocablo connota un significado totalmente distinto
al del español.
Trata
pues de eso, esta acción “subversiva” de ese tal grupo “N33”, acallar las voces
que le recuerdan a la gente lo que no es necesario recordar, porque a diario
sufre la inseguridad en las calles, el alto costo de la vida y el desempleo, la
infame prestación de servicios hospitalarios y educativos… y pare uno de
contar, que la lista es larga y sobre todo, deprimente.
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