martes, 27 de septiembre de 2011


Al enemigo, ni agua

Los socialistas parten de un axioma: la lucha de clases. Ellos dividen al mundo en clases opresoras y oprimidas. Sin embargo, nada hay más falso. Pudo ser cierta en los tiempos de Carlos Marx y el auge de la revolución industrial pero ya no, cuando existen normas que regulan los derechos de unos y otros. Al menos, en los países capitalistas que ellos tanto critican.
Las leyes socialistas, sobre todo las de Costos y Precios Justos y de Arrendamientos inmobiliarios, se basan en la idea del bueno y del malo, división ésta de la humanidad bastante pueril. Y por ello, hay un especulador, un opresor, un individuo que, como los villanos de las comiquitas, parecen deleitarse con el dolor ajeno. En el caso de la Ley de Costos y Precios Justos, los vendedores, sea el dueño de una gran cadena de almacenes o el bodeguero del barrio, son perversos, bellacos que buscan lucrarse a expensas del más pobre, lo cual no sólo es incierto, sino estúpido. Me perdonan el léxico, pero nadie caga en el plato en el que come.
La especulación – que es real – no dimana de la voluntad maligna de quienes necesitan vender sus productos para pagar alquileres, salarios, nuevas mercancías, impuestos, sino de las distorsiones económicas creadas por malas políticas. Desde siempre, las leyes que han perseguido beneficiar a un sector, acaban por perjudicarlo. Lo que resulta en verdad maligno es ese socialismo trasnochado, que despoja al diligente trabajador para premiar al holgazán negligente.
Regular la estructura de costos es un disparate de magnitudes colosales. Así se castiga al eficiente y se premia al ineficiente, pero ya se sabe, así es el socialismo. El resultado no se hará esperar: escasez y carestía de productos y servicios. Ignorantes como son de las verdades humanas, no sólo pretenden regular todas las estructuras de costos, sino que de paso, aspiran a hacerlo previamente, porque, si se está en el lado opuesto, se es culpable aunque demuestre lo contrario.
Obviemos los ejemplos y destaquemos lo esencial. Mal puede progresar una sociedad que se construye sobre bases tan despreciables, como lo son el odio de unos hacia otros y el resentimiento de quienes poseen menos contra aquéllos que poseen más. Nada más peligroso hay para la paz que fomentar la enemistad entre hermanos. Y el socialismo ha sido eso, desde siempre, la enemistad y el resentimiento hacia otros, porque no hay otro modo de comprender la lucha de clases. 

No hay comentarios: