Hablar hoy de
izquierda y derecha es un anacronismo, pero eso es Chávez y su movimiento, un
anacronismo
Escucho
hablar a los voceros del oficialismo sobre la derecha y siento pena. Ésa que mi
abuelo tildaba de ajena. Y siento pena porque quienes nos gobiernan hoy, que
son los conductores de nuestras vidas al progreso y al desarrollo, demuestran
ignorancia acerca de la historia política de este país y del desarrollo de los
partidos políticos a lo largo del curso del siglo veinte, que bien puede
decirse, empezó para este país con la muerte del general Juan Vicente Gómez. Muestran
ignorancia también porque hace rato ya que los términos derecha e izquierda
están en desuso.
El
partido venezolano más longevo ha sido, sin lugar a dudas, el PCV, fundado por
los opositores a la dictadura del general Gómez y legalizado durante el
gobierno del general Isaías Medina Angarita. Y el comunismo venezolano – haya
militado o no en el PCV – procede de dos corrientes. Los que se formaron en el
extranjero, con lecturas metódicas acerca del ideario de Marx, y los que recibieron
una instrucción panfletaria y simplista de la mano de don Pío Tamayo, durante
sus estancias en el Castillo de Puerto Cabello, una de las prisiones más
horrendas del gomecismo. De estas dos corrientes de jóvenes comunistas
surgieron los variopintos partidos que hoy hacen del tarjetón electoral un auténtico
carnaval. Y es por ello que en estas tierras venezolanas, tropicales y
calenturientas, no ha crecido un genuino movimiento de derecha como lo hay en
el Cono Sur.
Antes
de proseguir, aclaro que nunca fui adeco. Siempre fui y me considero hoy, un
fiel copeyano, uno que comprende que otras corrientes políticas han insurgido
en la tómbola política nacional y que siguiendo el refranero popular siciliano,
todo tiene que cambiar para que permanezca igual. Sin embargo, desde su
fundación en 1941, AD fue el partido de mayor ascendencia popular, reuniendo en
su seno a gente de todas las raleas. Y fue justamente eso lo que hizo de AD un
partido grande, uno que, de paso, trascendió a su fundador, don Rómulo
Betancourt. Y fue AD, desde sus inicios, un partido de izquierda. Pero no esa
izquierda subversiva e irreductible, que no aceptó los términos propuestos por
la pacificación de 1969, ni siquiera la del viejo maestro Luís Beltrán Prieto
Figueroa (retardataria y sectaria), sino una izquierda moderada. AD se inspiró
en la vanguardia escindida del marxismo-leninismo, defendida por Karl Kautzky y
Eduard Bernstein. AD es eso que hoy, de tiempo en tiempo, gobierna en las
naciones de Europa (a veces, acertadamente): la socialdemocracia.
Y
si bien puede decirse que los partidos europeos se definen entre la izquierda y
la derecha (el PP y el PSOE españoles, por ejemplo), a pesar de ser un
anacronismo, comparar las izquierdas europeas (francesa o sueca) con este
tinglado comunistoide que propone el chavismo es una demostración de ignorancia
tal que sólo puede equipararse con la estupidez. Suecia no es socialista. Es
una monarquía constitucional que, por eso mismo, por tener un rey, ni siquiera intenta
proclamarse como una genuina democracia al estilo americano (quienes, muy a
pesar de los izquierdistas extremistas, dieron forma a las ideas de La
Ilustración francesa). Y bien sabemos, los principios democráticos se respetan
mucho más en esas sociedades “monárquicas” que en éstas de por estos lares, que
se ufanan – inmerecidamente – de ser valuartes democráticos.
El
socialismo de Chávez (ése, llamado por Alexander Buzgalin (aunque se le
endilgue este término al filósofo germano-mexicano Heinz Dieterich) como del siglo XXI) execra de la vida social
la propiedad privada de los bienes de producción (esto es lo que precisamente
define en esencia un auténtico modelo socialista). En Suecia no existe esa confiscación
abusiva de la propiedad privada para beneficio de unos pocos burócratas. Ésa es
pues, la diferencia. Suecia aplica – con más rigor, posiblemente – lo que se
conoce como socialdemocracia. Y es esa “izquierda” moderada la que desde
siempre ha regido en el ideario político venezolano, sin importar si se era
adeco (representantes nacionales de la socialdemocracia), copeyano (social-cristianismo)
o cualquiera de las corrientes surgidas precisamente de los incipientes
partidos que comenzaron a hacer vida pública en la década de los ‘40, porque,
quiérase o no, todos las organizaciones políticas de este país proceden de cuatro
grandes vertientes: el PCV, AD, COPEI y, por la escasa trascendencia que pudo
tener durante la dictadura militar, URD (que a pesar de ello y de ser su
abanderado el presidente de la Junta de Gobierno, no logró la victoria
electoral de 1958). Y no lo dude, unos con más énfasis que otros, todos
militaron en la izquierda del espectro político.
Entonces,
¿de qué derecha hablan? ¡Por Dios! La Cruzada Cívica Nacionalista (partido
perezjimenista) era un dinosaurio extinto, que, junto con el minúsculo Partido
Laboral Venezolano (PLV), no pueden siquiera considerarse una fuerza política
real.
Podremos
ser opositores, aún viscerales, de este desaguisado revolucionario (lo somos
precisamente por esa razón) y podremos defender valores liberales (que los
chavistas tildan de burgueses y elitescos), pero salvo contadas excepciones –
sin menoscabo de su derecho a serlo – eso que llama ultraderecha no ha existido
en el ideario político venezolano los últimos cien años.
Francisco de Asís Martínez Pocaterra
10 de mayo de 2012
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