jueves, 16 de abril de 2009

Revolución y contrarrevolución

Chávez habla de revolución y contrarrevolución en vez de gobierno y oposición y, aun más importante, del diálogo entre ambos. Por el contrario, ordenó “arrollar” a la contrarrevolución. Así mismo, niega toda posibilidad de diálogo porque el ya no es el rey de los “pendejos”. Primero acusa de subversivos a quienes critiquen la sentencia recaída sobre los comisarios y los agentes de las Policía Metropolitana pero luego lamenta sólo la muerte de dos manifestantes pro-oficialismo. Y aun así se hace llamar presidente de todos los venezolanos.
Me pregunto entonces, ¿quién alienta la violencia?
Venezuela no desea debatir entre un gobierno socialista y otro democrático. Sobre ese particular ya nos pronunciamos el 2 de diciembre de 2007, aunque sabemos que al caudillo le irritó sobremanera ese triunfo de “mierda”. Arremete pues contra toda posibilidad disidente y para ello los sátrapas bien se prestan a su servicio infame. Con absoluto desdén por las instituciones establecidas e incluso de la voluntad popular manifestada a favor de quienes no le son abyectos, ejerce toda la violencia que su cargo le permite.
Sin embargo, se acusa a la oposición de ser la causante de la violencia y de erigirse en contrarrevolucionaria. Puede que haya un sector opositor violento. Sin embargo, no sólo es ciertamente minoritario, sino que además, el resto lo rechaza. Su posición contrarrevolucionaria es un derecho y el gobierno mal puede criminalizar ese derecho.
Puede que finalmente estalle la violencia. Pero no será culpa del humillado, que ha soportado cuanto arrebato de ira arranque ímpetus de gran caudillo en un hombre que en los momentos difíciles, arrugó, como dicen los muchachos de hoy en día.
Si Chávez cree que presionando más puede subyugar al país, puede que pronto se estrelle contra un muro. Bien dice el resabio popular, la violencia sólo engendra más violencia.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra

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